Por Daniela Sánchez Lemus con información de Rony Morales
En Guatemala, buscar justicia puede ser un acto de fe. No por falta de leyes, sino por algo mucho más simple y a la vez más profundo: el idioma. Miles de personas indígenas llegan a los tribunales sin entender lo que se dice allí. Lo que para unas personas es un juicio, para otras es una conversación en otro mundo.
Recientemente en la ciudad de Guatemala, más de 110 intérpretes del sistema judicial se reunieron para compartir experiencias, estrategias y desafíos en el Encuentro Nacional de Intérpretes Indígenas, que coincidió con el Día Internacional de la y el Intérprete, y la Traducción. El lema del evento, “Justicia en todos los idiomas”, no fue una consigna vacía: fue un recordatorio de que sin comprensión no hay justicia, y sin justicia, no hay igualdad.
El peso de una palabra mal traducida
En los tribunales, una palabra puede cambiarlo todo. Un “sí” malinterpretado, un término legal sin equivalente en idioma maya, o una emoción que se pierde en el camino. Las y los intérpretes son ese hilo invisible que sostiene el derecho a entender, a ser entendidas y entendidos.
Las barreras lingüísticas son una forma silenciosa de exclusión, afirma Ana Canguache, comisionada de la Comisión contra la diacriminación (CODISRA), una de las instituciones que impulsa la formación de intérpretes judiciales. Su trabajo —dice— no es accesorio: es el corazón mismo del acceso a la justicia.
Pero detrás de cada traducción hay un esfuerzo emocional que pocas veces se ve. Las y los intérpretes deben mantenerse neutrales, incluso frente a testimonios duros o situaciones de violencia. Escuchan todo, traducen todo y muchas veces se quedan con el peso de historias que no pueden soltar.
En Guatemala se hablan más de 20 idiomas mayas, además del xinka y el garífuna, pero no todos tienen voz en los tribunales. El Organismo Judicial cuenta con 118 intérpretes que cubren 18 idiomas, lo que deja fuera a comunidades que, literalmente, no pueden hacerse entender ante la justicia.
Las cifras muestran avances, sí: más de 17 mil interpretaciones en 2024 y más de 6 mil solo en la primera mitad de 2025. Pero detrás de esos números hay un contraste que duele: cada vez que una persona logra defenderse en su idioma, hay otra que no tiene esa oportunidad.
El problema no se limita al lenguaje. En lugares como Huehuetenango, donde se hablan ocho idiomas mayas, la distancia también se convierte en una barrera. Para muchas personas, llegar a un juzgado puede implicar horas de camino y dinero que no se tiene. Así, entre la lejanía y el idioma, la justicia se vuelve un derecho cada vez más lejano.
Justicia con oídos abiertos
Durante el encuentro, intérpretes y autoridades coincidieron en que no basta con traducir palabras. Hace falta formación cultural y sensibilidad para quienes imparten justicia: jueces, fiscales, defensores/as y personal administrativo. Entender cómo se comunican los pueblos, qué significa respeto, silencio o verdad en cada cultura.

También se discutió la necesidad de crear materiales informativos en idiomas mayas, que expliquen los derechos y los pasos del proceso judicial. Que nadie firme sin saber qué está firmando. Que nadie tema hablar porque no entiende lo que se le pregunta.
Y, sobre todo, que existan espacios de diálogo entre el sistema judicial y las autoridades tradicionales indígenas. Dos visiones distintas de la justicia que pueden complementarse si se reconocen.
“La justicia también necesita intérpretes”
Para la comisionada Canguache, este espacio busca fortalecer el trabajo conjunto con el Organismo Judicial, porque cada caso de discriminación tiene que ver, de una u otra forma, con la justicia. Las personas intérpretes son pieza clave en ese camino.
Reconoce que, aunque se ha avanzado, los retos son enormes. Una cantidad considerable de intérpretes trabajan en condiciones precarias, con poca estabilidad y sin suficiente apoyo emocional, pese al enorme peso que cargan día a día.

“Ellos y ellos no solo traducen palabras; traducen realidades. Es el puente entre quienes buscan justicia y un sistema que todavía no siempre escucha en todos los idiomas. Por eso queremos documentar sus buenas prácticas, sus desafíos y reconocer su labor”. Ana Canguache, comisionada de la Comisión contra la discriminación (CODISRA).
Canguache también recordó que las y los intérpretes enfrentan las mismas formas de discriminación que las personas a las que ayudan. “A veces, el racismo les toca. Pero siguen siendo una luz dentro del proceso judicial, porque ayudan a que nadie sea discriminado en una audiencia por no hablar español”.
Traducir no es suficiente
Lo que surgió de este encuentro no fue un simple intercambio técnico. Fue una llamada de atención: la justicia no puede seguir hablando un solo idioma. La Comisionada recuerda que Guatemala es un país diverso, multicultural y multilingüe. Para ella , ahí radica su orgullo, no un obstáculo. Enfatiza que todas las personas tenemos derecho a entender y ser entendidos en una audiencia, como lo garantiza la Constitución. Los pueblos mayas, xinkas, garífunas y afrodescendientes tienen derecho a intérpretes, a traductores y a que su cosmovisión sea respetada. Eso también es justicia.
También reconoció el trabajo de quienes, desde las comunidades, interpretan ad honorem —sin recibir salario— por compromiso con su pueblo. Son las manos y las voces que sostienen el derecho de las otras personas. Y el sistema estatal debe aprender a reconocerles y a respetar las formas de justicia indígena que han existido desde antes del Estado mismo, recalca.
El trabajo conjunto de la Secretaría de Pueblos Indígenas del Organismo Judicial, CODISRA y el apoyo de la Cooperación Alemana (GIZ) busca fortalecer esa red de intérpretes que sostienen, día a día, el derecho de todas las personas a ser escuchadas. Pero lo urgente va más allá de las instituciones: se trata de transformar la forma en que el país entiende la justicia.
Porque cuando un pueblo no puede hablar su idioma en un tribunal, no solo se pierde una palabra. Se pierde una voz, una historia, un derecho. Y sin esas voces, no hay justicia que pueda llamarse completa.