Por Haroldo Sánchez
Siempre me molestó al oír a otras personas comparar a Guatemala con los avances que existían en países desarrollados. Por ejemplo, si el Mateo Flores, lo comparaban con el Santiago Bernabéu, el estadio del Real Madrid en España. O que el Seguro Social nuestro era igual o mejor que el de países europeos. Algunos se burlaban de los pequeños avances que se veían en el país, porque llegaba años después a diferencia de otras naciones. Si era con la selección de futbol, la cosa era aún peor. Las comparaciones, siempre son odiosas.
Antes de la llegada del coronavirus al país, se tenía una de las peores redes hospitalarias públicas de América Latina y era evidente que este virus iba a golpear de manera brutal a los guatemaltecos. El primer caso fue anunciado con un “montaje” especial. Durante un acto público del Presidente, al momento de su discurso, fue interrumpido al recibir una llamada. Todos pendientes, guardaron silencio, el mandatario con el celular en el oído escuchaba atentamente, hasta que anunció que el coronavirus había llegado a Guatemala.
Innecesaria puesta en escena de algo tan serio, aunque fue evidente que alguno de sus asesores, le aconsejó que lo hiciera para ganar espacio mediático, no había necesidad de ello, puesto que el anuncio en sí, era una noticia de primera plana. Esto ocurrió el 13 de marzo. Casi cien días después, vemos que Guatemala tiene el número más alto de muertos de la región centroamericana, y que los hospitales, ya colapsados, se desbordaron por completo por el número de contagiados.
La primera medida del gobierno fue la aprobación millonaria de fondos desde el Congreso, para el ministerio de Salud. Se inauguró un hospital Covid-19 en Villa Nueva, después se hizo un acto con cobertura en los medios de comunicación sobre la creación e instalación del hospital provisional en el Parque de La Industria, en parte con fondos donados por el sector privado. Se llegó a decir que era un ejemplo para la región.
Tres meses después, la crisis le estalló en las manos al gobierno. Cambió la cúpula de Salud, que no supo o no pudo enfrentar los retos de la pandemia. La situación llegó a tal extremo, que el propio Giammattei afirmó que le tocó el peor momento para ser presidente, como si alguien que durante 20 años buscó llegar a la presidencia, pensara que el puesto es para pasarla tranquilo durante 4 años.
Hay que reconocer que las primeras medidas del presidente de Guatemala, fueron las indicadas. Suspendió las clases a nivel nacional, paró por completo el transporte de pasajeros, ordenó toque de queda, confinamiento de la población, y promovió el distanciamiento social. Todo era válido e importante. Salvo el gran error de permitir que el ministerio de Economía, autorizara seguir operando en maquilas y call center.
Ahora bien, ante lo que se vive en los hospitales, es evidente que no previeron el tomar medidas contundentes ante la pandemia, y tan solo se produjeron algunos cambios más cosméticos que efectivos. Ante este panorama, no puedo más que ver al sur, hacia el país más pequeño de Centroamérica: El Salvador. Al margen de tener un presidente de tinte autoritario, Nayib Bukele, supo enfrentar la pandemia con decisión, medidas drásticas y firmes. Y, como se vale sentir envidia ajena, de la buena, ese hospital que recién inauguraron, es digno de ser reconocido como la mejor respuesta ante la crisis que nuestros países están sufriendo.
Transcribo a continuación, un informe periodístico de la agencia francesa de noticias AFP, para conocer lo qué hizo el gobierno salvadoreño y por qué se considera el hospital más grande de la región centroamericana:
El gobierno de El Salvador inaugurará este domingo un hospital exclusivo para pacientes afectados por coronavirus, con el objetivo de descongestionar otros centros de la red pública. La habilitación del nuevo hospital, «llega en un momento crucial de la pandemia de COVID-19, ya que El Salvador se encuentra en la fase 3 considerada de contagio masivo», indicó en un comunicado, la secretaría de Prensa de la presidencia.El nuevo hospital considerado por el gobierno salvadoreño como uno de los «más modernos de Latinoamérica», fue construido en el recinto de un Centro Internacional de Ferias y Convenciones (Cifco), en el sector oeste de San Salvador.
El centro asistencial dispondrá inicialmente de 400 camas, de ellas, 105 son unidades de cuidados intensivos y 295 para cuidados intermedios. En el hospital, inaugurado por el presidente Nayib Bukele, trabajará un equipo de 240 personas entre médicos, personal de enfermería y administrativo, indicó el comunicado. Contará nuevo equipo para respiración artificial, laboratorio, banco de sangre y de plasma, un centro de monitoreo de pacientes equipado con cámaras especiales con sensor de temperatura y de reconocimiento facial.
Se prevé que en los próximos días se inicie el traslado de pacientes que padecen Covid-19, para ir «descongestionando el sistema nacional de salud», agregó la misiva. Según el gobierno, el nuevo hospital será ampliado en algunos meses hasta contar con un total de 1,083 camas para hospitalización. (AFP)
Hay que dejar en claro que no existe intención de comparar un país con el otro. Guatemala es mucho más grande, con más habitantes y más complicaciones en el área de la salud pública. Esto es para destacar que, cuando hay un interés por responder a las grandes necesidades de una población, sí se pueden mejorar estructuras hospitalarias que fueron dejadas en el olvido y por años, en manos de la corrupción y el saqueo.
Con sindicatos que no son solidarios hacia la gente más necesitada. Gobiernos que dejaron de lado mejorar edificios que se caían en pedazos. Desabastecimiento de medicina. Poco apoyo de las autoridades de Salud para la población. Funcionarios corruptos que se enriquecieron en el negocio de las medicinas. Hospitales públicos como el San Juan de Dios y el Roosevelt, con décadas de haber sido construidos, cuando el número de habitantes no alcanzaba ni los ocho millones.
Esta es nuestra realidad, y es precisamente, la que este gobierno debe cambiar. Giammattei tiene la responsabilidad de hacer algo real para los guatemaltecos. Construir buenos y grandes hospitales en los departamentos y mejorar, de manera sustancial, los dos únicos hospitales públicos que hay en la capital. Además, fortalecer el IGSS y olvidarse de su privatización o de meter las manos con lo único que tiene el trabajador para ser atendido cuando se enferma.
Los gobernantes deberían trazar dos o tres objetivos durante su mandato. No tienen tiempo para plantear más, porque el tiempo pasa rápido. A lo mejor Giammattei entiende que si le tocó a él esta pandemia, tiene la oportunidad de dejarle algo al país. Hartos estamos de presidentes que llegaron solo a robar, o bien, permitieron que otros robaran. No se puede seguir en ese círculo vicioso. Hay que romperlo y esta es la gran oportunidad que la vida le presenta al actual gobernante. En sus manos está cómo quiere que la historia le recuerde. Hasta hoy, hay más dudas que convicciones. Más decepciones que alegrías. La corrupción se escuda en el COVID-19, y esto debe terminar.