Por Haroldo Sánchez
El coronavirus le permite a las y los corruptos aprovechar el tiempo y engrosar, a un porcentaje grande, sus fortunas o empezar a crear nuevas. Es dinero bañado con sangre de la ciudadania, pero eso no les importa para nada. Perdieron desde hace mucho tiempo su compromiso con la gente, y tan solo se han quedado con el amor al dinero fácil, a la venta de sus principios y valores (si es que los tuvieron un día), y le dan la espada a las necesidades de la población.
Desde marzo cuando se anunció el primer caso de COVID-19, las y los corruptos han hecho de las suyas, escudandose en que el temor por esta mortal pandemia hace que la gente no les preste atención. Con la llegada del nuevo gobierno, se pensó que podría darse la continuación de la lucha contra la corrupción y la impunidad, como forma de vida de una mayoría de funcionarios(as) en los tres poderes del Estado.
Mientras la ciudadania sobrevive de una manera tenaz, la clase política se dedica a aprovecharse de la crisis sanitaria, sin importarles para nada el sufrimiento de quienes se quedaron sin trabajo, y que cuando buscan un hospital, no hay lugar, y queda la condena de morir en sus casas o en la calle.
Las denuncias de estos días se relacionan a los actos de corrupción que va desde los alcaldes hasta diputaciones y autoridades ministeriales. En el Congreso se le da trabajo a ex diputados(as) que perdieron en las elecciones pasadas y que hoy tienen buenos salarios asesorando a sus excolegas, igualmente con señalamientos de actos de corrupción. Se reciclan, se protegen, se cuidan y se defienden. Incluso a Juristas de la defensa del diputado Felipe Alejos, se les contrata en el Congreso con altos salarios que provienen de los impuestos de la ciudadania.
En este tiempo de pandemia, se ha visto a diputados(as) pasar por encima de una disposición de la Corte de Constitucionalidad, y se unen para “castigar” a magistrados(as) de esta alta instancia, a quienes buscaron desligitimizar. Lo ocurrido con la jueza Erika Aifán, es otro de los casos en este tiempo de coronavirus, donde las mafias no descansan y se aprovechan de la atención que provoca esta enfermedad entre la población.
Al no poder hacer nada contra la jueza, dirigieron sus baterias contra el Procurador de los Derechos Humanos, Jordán Rodas, usando de pretexto el uso de los colores de la bandera de los grupos LGTBI. Eso sí, no mencionan para nada, las banderas blancas que demandan alimentos y ayuda para la gente más necesitada del país. Eso ni se toca. Ni se habla en ese lugar que tenemos por Congreso.
Otro juez, decide que un ministro de Comunicaciones del gobierno de Jimmy Morales, no es culpable de nada, porque él simplemente cumplía con sus obligaciones. Ni se permitió la captura, menos entonces se le podrá investigar a pesar de todos los indicios de haberse beneficiado con actos anómalos durante su gestión.
A pesar de los miles de millones de quetzales aprobados durante marzo para fortalecer el área de salud por la llegada de la COVID-19, nada cambió para la atención en salud de la red hospitalaria nacional. El Hospital Provisional del Parque de La Industria resultó ser un fiasco, salvo las camas entregadas por la Cervecería para el área de intensivo, el resto son catres sin equipo adecuado para atender a los enfermos.
El otro hospital, el de Villa Nueva, al mes ya era insuficiente al verse desbordado de personas contagiadas. El Roosevelt y el San Juan de Dios, obligados a aceptar pacientes sin preparación para ello. Los bomberos llevan pacientes y no se les recibe al no haber camas disponibles. Pero en ese Congreso nadie exige resultados (salvo la oposición con poco o nulo poder de cambiar las cosas), y la bancada oficial y alianzas vinculadas al pacto de corruptos, se hacen de la vista gorda y no exigen al gobierno absolutamente nada. Aplauden la incompetencia, aceptan el estatismo que les conviene.
Los tiempos del coronavirus quedan marcados a fuego en la conciencia de la población en general. Los malos gobiernos son peor que las pestes. Funcionarios(as) que se plegan y siguen el juego a los mercaderes de la política, son ya los responsables de la crisis en que está metido el país. Si el presidente se ha desgastado, la clase política se ha aprovechado, y la población se quedó otra vez, ignorada.