Una reflexión del Evangelio del Domingo 23 de agosto,2020
Víctor M. Ruano P.
Diócesis de Jutiapa
Jutiapa, 20 de agosto, 2020
Jesús sigue su marcha misionera con toda intensidad. Ahora está en un pueblo llamado Cesarea de Filipo (Mateo 16, 13-20), situado en la parte norte del lago de Galilea, a los pies del monte Hermón.
Es una zona fértil, rica en bosques y agua que, con sus numerosos afluentes, alimentan el río Jordán. Allí se desarrolla la escena evangélica de este domingo, que es clave para revelar la identidad de Jesús “Hijo de Dios” y “Mesías”, previa una evaluación con sus seguidores de lo que ha hecho hasta el momento y del impacto que está teniendo el desarrollo de su misión.
Una actividad misionera intensa. La actividad que desarrolla Jesús en aquella región del norte de Palestina, es fuerte e intensa, me imagino que es como la experiencia de una Semana Misionera con la metodología pastoral de las Santas Misiones Populares (SMP), como las que realizan las comunidades de la región sur-nor-oriental de Guatemala, en su dinámica pastoral y evangelizadora al servicio de estos pueblos situados en los departamentos de Santa Rosa, Jutiapa, Jalapa-El Progreso, Zacapa-Chiquimula, Baja y Alta Verapaz e Izabal.
En el momento actual, esta región está siendo liderada por un grupo de obispos identificados con las causas del Reino y la realidad social tan dura y desafiante, a veces explosiva, como sucede actualmente en la Verapaz e Izabal, además, empobrecida y abandonada por las políticas públicas del Estado.
Una zona que, además, siempre ha estado en manos de cacicazgos políticos clientelares y corruptos, que se sirven de las necesidades de la gente. De modo que el subdesarrollo de estos pueblos, es responsabilidad de los malos políticos y de las redes de narcotraficantes que se mueven sin obstáculo alguno, y muchas veces, en contubernio con políticos locales.
El trabajo misionero en toda la región, tuvo como un apasionado impulsor y motivador al obispo emérito de la diócesis de Jalapa, Julio Cabrera Ovalle, quien por 18 años sirvió a estos pueblos de Jutiapa, Jalapa y El Progreso, dejando una huella imborrable en el corazón de las personas por su cercanía fraterna, su pasión por el Reino y su gran ardor profético y misionero. Así como lo hizo con el noble pueblo de Quiché en el proceso de paz y reconciliación durante los años más horrendos del conflicto armado interno y, posteriormente, sobre todo, con el Proyecto de Recuperación de la Memoria Histórica, REMIH, por 15 años.
Una multitud empobrecida y hambrienta. Jesús abandona la región de Tiro y Sidón, (Mateo 15, 21-28), profundamente impactado de la lección que le dio aquella mujer cananea, símbolo de la mujer empobrecida, excluida y sufrida, al punto que la propuso como modelo de fe auténtica.
Regresa de aquel viaje al extranjero “convencido” del alcance global de su misión, “convencido” de que se debe seguir luchando al lado de aquella gente tan golpeada y oprimida; y “comprometido” más con la causa del reinado de Dios. Una muestra de cómo la realidad interpela e impulsa el discernimiento para la acción transformadora y liberadora, cuando se está lleno del Espíritu de Dios. Es que la realidad es un genuino lugar teológico.
Pero al llegar a orillas del Lago de Galilea, (Mateo 15, 29-39), se topa de nuevo con una gran muchedumbre empobrecida, enferma, hambrienta y necesitada. Parecía que Jesús tenía delante un inmenso hospital abarrotado con “cojos, lisiados, ciegos, mudos y otros muchos enfermos”.
Así como está el mundo hoy con el Covid-19, y otros males que nos tienen hecho trizas, como la agresión violenta a esas comunidades indígenas de Alta Verapaz en la finca Cubulgûitz, como el abandono en el que ha estado el sistema de salud por más de 40 años, producto de la voracidad de los corruptos; la poca ejecución de los programas de ayuda a la población de parte del gobierno actualmente, sabiendo que disponen del dinero y son incapaces de invertirlo en la salud del pueblo. También hoy tenemos ese mismo panorama que vio Jesús al regresar de Tiro y Sidón.
De nuevo Jesús se conmueve profundamente, hasta escalofrío le da, ver aquella escena de tanto sufrimiento y comparte con ellos dándoles alivio, sanándolos y compartiendo pan y pescado con todos, hombres, mujeres y niños. Solo hombres eran unos 4 mil, de modo que aquello era multitudinario.
Deja aquella muchedumbre satisfecha no solo por haber comido pescado y pan, sino por haber experimentado en el encuentro con él, la ternura y la compasión de Dios. Se sienten amados y por lo tanto fortalecidos y con ganas de seguir luchando por la vida.
Una dirigencia político-religiosa perversa. Jesús se dirige a otro pueblo a la orilla del lago, que se llama Magadán, (Mateo 16, 1-12), donde lo están esperando algunos líderes religiosos y políticos que están al asecho de lo que hace y dice, les da tirria y lo acosan, son como demonios porque “lo tientan”, lo provocan, parece que la envidia los carcome por dentro; pero Jesús no les tiene miedo y les llama “perversos”, “adúlteros” y previene a sus seguidores para que no caigan en esa mentalidad ruín y cobarde, de aquella gentuza. Son como las manzanas podridas de aquella sociedad, pero por el poder político, económico, militar y religioso que ejercen, son una pesadilla para la población.
Revelando la identidad de Jesús. Por lo que han vivido con él sus seguidores, hasta el momento, y por los tiempos que vendrán después, que serán muy duros y desafiantes para sus discípulos, es de suma importancia tener claro quién es Jesús, cuál es su identidad y misión, y cuál deberá ser la misión de la Iglesia presidida por Pedro en medio de las turbulencias del mundo, donde a veces parece que los poderes del mal llevan las de ganar (Mateo 16, 13-20).
La respuesta de Pedro es acertada, porque en aquel proyecto del Reino encabezado por Jesús, el Hijo de Dios, se inicia la era mesiánica, es decir, aquel nuevo tiempo donde está en juego la vida plena y digna, la libertad verdadera, la paz duradera y el desarrollo integral de la gente de todos los tiempos, también de nuestro tiempo, en esta nuestra Guatemala empobrecida por los corruptos que la han gobernado.
Por eso Jesús es el “Mesías”, el nuevo y gran libertador de todos los pueblos, impulsando un tiempo nuevo marcado por “el buen vivir” para todos, sin discriminación de ninguna naturaleza. Todos son llamados a participar de una vida digna y plena: “He venido para que tengan vida en abundancia” (Juan 10, 10).
Es también el “Hijo de Dios”, es decir, aquel en quien se revela el verdadero rostro de Dios, tanto que lo que está haciendo y diciendo Jesús, es Dios mismo actuando en la historia y mostrando un rumbo nuevo y mejor para todos, especialmente para los empobrecidos de la tierra.
Conclusión
La confesión de Pedro: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”, es más que una formula de catecismo. Es la propuesta para construir juntos una sociedad tal como Dios la ha soñado y que Jesús ha inaugurado. Hoy corresponde a la Iglesia ofrecer este servicio.