Por Daniela Sánchez Lemus y Andina Ayala.
Asesinatos y muertes violentas de mujeres más allá de un número estadístico.
Brenda, Sonia, María, Seidy, Argentina, Rubí, Yulma, Nancy, Julissa, Gregoria, Laura, Litzy. Hija, hermana, prima, estudiante, niña, adulta, madre, profesional, sanadora, creadora, mujer.
El desafío es nombrar a las personas detrás de la nota roja. Trascender el número dentro de la estadística, ir más allá de un clic en las redes y de su efímera indignación. Es la cruenta realidad la que confronta a los discursos repetitivos que intentan llamar “crímenes pasionales” a los asesinatos de mujeres.
Feminicidio y Femicidio
La categoría Feminicidio acota que el asesinato de mujeres es un hecho que se perpetra por su condición de mujer, tomando en cuenta relaciones de poder, misoginia, sexismo, control.
Marcela Lagarde[1] política, académica, antropóloga e investigadora mexicana, especializada en etnología, diferencia el concepto de Feminicidio y Femicidio de la siguiente forma: “Lo traduje desde hace ya varios años como feminicidio, precisamente para que no fuera a confundirse en castellano como femicidio u homicidio femenino. Decir femicidio o feminicidio implica referirse a un fenómeno social cuya causa no está aislada de la estructura social y por lo tanto es un término teórico y con sentido político.”
Más allá de una diferencia semántica de la traducción de femicide para femicidio y feminicidio, hay concepciones teórica distintas, en virtud de las preocupaciones e intereses. Así, mientras para Marcela Lagarde la noción de violencia feminicida abarca el conjunto de prácticas que conllevan sufrimiento para las mujeres, por su condición de género, y la muerte como su expresión fatal; para autoras como Julia Monárrez, profesora e investigadora, méxicana, es importante clasificar los feminicidios de acuerdo a determinadas características. Monárrez hace énfasis en que aunque el estado tiene los medios para castigar la violencia, no hace caso de lo que les sucede y por tanto, se vuelve uno con el asesino, toma lugar esa complicidad.
Para Margot Giacinti, politóloga, de Lyon, Francia, el término «feminicidio» es político, pero también lingüístico. Lucía Melgar, profesora de literatura y género y crítica cultural, define que sólo algunos casos ameritan ser denominados como feminicidios. Rita Segato, antropóloga y activista feminista, argentina, propone el termino femigenocidio para garantizar la condena de los autores de la violencia en los tribunales internacionales.
Organismos internacionales como la ONU mujeres, define el feminicidio como el asesinato de una mujer por el hecho de serlo, el final de un continuum de violencia y la manifestación más brutal de una sociedad patriarcal. La OMS también tiene su propia definición.
Dependiendo de las tipologías, ciertos hechos pueden ser considerados como otro tipo de feminicidio: en Guatemala durante la guerra civil (1960-1996), en Canadá el feminicidio de la École Polytechnique de Montréal del 6 de diciembre de 1989, la caza de brujas en Europa (siglo XVII), hechos que para Margot Giancinti, pueden considerarse feminicidios masivos.
En 2018 el Observatorio de igualdad de genero de América Latina y el Caribe proyectó que los países con mayor tasa de feminicidios por cada 10,000 mujeres eran: El Salvador (6.8) , Honduras (5.1), Bolivia(2.3), Guatemala (2.0) y República Dominicana (1.9).
El Global Study on Homicide 2018 (Estudio Global de Homicidio 2018), estimó que de 87,000 mujeres asesinadas a nivel global en 2017 más de la mitad fueron asesinadas por sus parejas o familiares. Esto nos dice que, a diario, 137 mujeres son asesinadas por una persona de su familia.
Ahora bien, según diversa literatura el termino femicidio, empieza a utilizarse en los años 60 a consecuencia del brutal asesinato, el día 25 de noviembre, de tres mujeres dominicanas (las hermanas Mirabal, Patricia, Minerva y María Teresa) por el Servicio de Inteligencia Militar de su país. Al comienzo de la década del 70 la palabra «femicidio» aparece utilizada por la feminista norteamericana Carol Orlock, que escribió un libro titulado «Femicide», el cual nunca fue publicado.
Siendo Diana Russell quien utilizó el termino públicamente por primera vez, ante una organización feminista que fue denominada Tribunal de Crímenes contra la Mujer y que se celebró en Bruselas, en 1976. Rusell definió al femicidio como “el asesinato misógino de mujeres cometido por varones”. Referirse al asesinato misógino de mujeres y niñas como femicidio, evidencia que la muerte de las mujeres a manos de hombres cercanos, conocidos o desconocidos, no es consecuencia de casualidades, patologías o razones sin explicación.
Elizabeth Shrader y Montserrat Sagot, en 1998, utilizaron el término «femicidio» al aludir a la manifestación más extrema del continuum de abusos, crecientes en severidad, que puede padecer una mujer en su hogar, definiéndolo como «el homicidio de la mujer por un familiar o el suicidio provocado por una situación de violencia intrafamiliar.»
En Guatemala la ley contra el Femicidio y otras formas de violencia contra la mujer fue aprobada en 2008. En el articulo 1 estipula que “la ley tiene como objeto garantizar la vida, la libertad, la integridad, la dignidad, la protección y la igualdad de todas las mujeres ante la ley…” Ocho años después de aprobada la ley en mención fue inaugurada la Fiscalía de delitos contra el Femicidio del Ministerio Público.
Entre 2007 y 2012, en Guatemala, hubo 9,1 asesinatos por cada 100.000 mujeres, Según el INACIF, en el 2018 se registraron 723 feminicidios, mientras que en 2017 fueron 772, un descenso de 6,3 por ciento.
La violencia contra la mujer un eje transversal.
En el año 2016, el Centro de Análisis y Documentación Judicial (CENADOJ) planteó que las desapariciones de mujeres “se han acrecentado y en ocasiones, previo a ser asesinadas, son mantenidas en cautiverio o tratadas en forma cruel, inhumana y degradante”. Hasta ese momento no existía un mecanismo de coordinación que permitiera abordar de forma adecuada el tema de desaparición de mujeres.
Ese mismo año se aprobó Ley de Búsqueda Inmediata de Mujeres Desaparecidas, y en el año 2018 comenzó a funcionar la Alerta Isabel-Claudina, con el objetivo acortar el tiempo de inicio de búsqueda de mujeres.
La desaparición de mujeres está íntimamente ligada con el femicidio y con otras prácticas de violencia contra la mujer. En los primeros cuatro meses de confinamiento por la COVID-19, la fiscalía de delitos contra la mujer indicó que las denuncias (telefónicas) habían aumentado a 55 diarias, en el mes de julio, durante una conferencia de prensa, Lucrecia de Cáceres de la fiscalía de delitos contra la mujer del Ministerio Público (MP), explicó que: “en esas llamadas incluso se escucha que las mujeres están siendo golpeadas”.
Durante el confinamiento, fueron reportadas mujeres desaparecidas, al mismo tiempo se activaba la alerta de menores desaparecidos Alba-Kenneth, lo que llevó a pensar al MP que se trataba de mujeres orilladas a huir de sus hogares con sus hijos, por la violencia que ejercen sus convivientes. Del 1 de enero al 20 de septiembre de este año se reportan mil 522 desapariciones de mujeres. El número de menores desaparecidos es igual de alarmante, 630 niñas, niños y adolescentes siguen desaparecidos, según información del Departamento de Investigación de Delitos contra la Niñez y Adolescencia en Conflicto con la Ley Penal, de la Policía.
Es ampliamente conocido que las mujeres reportadas como desaparecidas tienen altas probabilidades de aparecer sin vida, y que durante ese intervalo de tiempo pueden sufrir vejámenes e incluso ser trasladadas fuera del territorio nacional.
Algunos casos de asesinatos documentados por los medios de comunicación, lo reflejan: varias mujeres reportadas desaparecidas, después de un tiempo han sido localizadas asesinadas. Un ejemplo que traspasó fronteras por lo impactante del caso, fue el de Nancy Paola Reyes, una connacional, reportada desaparecida en Santander, una provincia española, a quién las autoridades de ese país hallaron desmembrada en un terreno baldío. El principal sospechoso en este caso es su pareja, un colombiano quien tenía denuncias por violencia contra la mujer.
Asesinatos de mujeres reportados en medios de comunicación de enero a octubre 2020.
☪ 30 de enero, Sonia Marleny Choguix, 21 años. El segundo caso en el año de desaparición y femicidio del municipio San Juan Comalapa en el departamento de Chimaltenango. Fue encontrada colgada de un árbol, con señales de violencia.
☪ 23 de febrero, María Consuelo López, 20 años aproximadamente. Encontrada muerta en el interior del Cementerio de la Aldea Llano de Piedras, Zacapa, se presume fue atacada con arma blanca.
☪ 21 de agosto, Argentina Mantar Marcos, 43 años. Asesinada a machetazos junto a su esposo en Ocotán, Chiquimula. Madre de familia.
☪ 31 de agosto, Rubí Esmeralda Siquiná Villagrán, 24 años. Encontrada en un apartamento ubicado de la zona 1 de Salcajá, Quetzaltenango, con señales de tortura: lesiones en los dedos de las dos manos, el cuero cabelludo y quemaduras. Trabajaba, desde el 2012, como subdirectora de la Oficina de la Mujer de la Municipalidad de Salcajá.
☪ 14 de septiembre, Yulma de Léon, Linda Ramírez y otra mujer sin identificar, entre 25 y 30 años. Encontradas semidesnudas y con señales de tortura en Esquipulas, Chiquimula. Hijas, hermanas, mujeres.
☪ 17 de septiembre, Nancy Paola Reyes, 29 años. Guatemalteca residente en Ciudad Real, al sur de Madrid, desde julio de 2018. Su cuerpo fue encontrado desmembrado en un terreno baldío, en Santander, capital de Cantabria, España. Por el crimen está detenido el novio de la guatemalteca, identificado como Carlos Andrés, de origen colombiano. Mujer Migrante.
☪ 19 de septiembre, Julissa Martínez, 20 años. Encontrada muerta en habitación de hotel de Chiquimula. Enfermera.
☪ 19 de septiembre, Gregoria Alvarado, 35 años. Golpeada y violada sexualmente en Cantel, Quetzaltenango. Bartolomé Bautista Mul, fue detenido y sorprendido por la policía cuando esto ocurría. Su asesinato dejó en orfandad a dos hijos, de siete y catorce años de edad.
☪ 28 de septiembre, Laura Daniela Hernández, 22 años. Últimada a balazos en Bajada del Río, Teculután, Zacapa. Maestra de preprimaria.
☪ 6 de octubre Litzy Cordón, 20 años. Su cuerpo sin vida fue encontrado en un terreno baldío de los puentes, Teculután, Zacapa. Estudiante Trabajo social.
Generalmente se habla de perpetradores hombres, tal cual lo señalan la mayoría de reportes policiales. Hay que tener claro que los hombres que matan mujeres no matan por amor, ni por amar demasiado, matan para poseer, poseer no es sinónimo de amor. Hablar de feminicidio es nombrar todas las violencias que existen en la sociedad, pero se evaden.
Durante 2020 en Guatemala se han reportado 220 casos de asesinatos de mujeres.
Guatemala tiene el tercer puesto en la tasa más alta de feminicidio del mundo, después de El Salvador y Jamaica. Según la Policía Nacional de Guatemala el año pasado casi mil mujeres fueron asesinadas en Guatemala.
Datos del departamento de atención a la víctima de la PNC reflejan que fueron atendidos del 1 de enero al 6 del octubre, del año en curso: 10,169 casos de violencia contra la mujer, de los cuales 614 tienen medidas de protección y 9,555 no cuentan con las mismas.
Según datos del Grupo Guatemalteco de Mujeres y del Observatorio de Violencia del Triangulo Norte, y reportes de medios de comunicación, de enero al día de hoy, 220 mujeres guatemaltecas fueron asesinadas en el país.
Si no nombramos los hechos, si no les damos un rostro más allá de la estadística, le damos sentido a que “todo lo que no se nombra no existe”. Por todas esas mujeres y por sus historias de vida arrebatadas, las nombramos: Brenda, Sonia, María, Seidy, Argentina, Rubí, Yulma, Nancy, Julissa, Gregoria, Laura, Litzy.
[1] En “Géneros”, Revista de investigación y divulgación sobre estudios de género. Número 13 / Época 2 / Año 20 / Marzo de 2013 • Agosto de 2013.