Víctor M. Ruano P.
Diócesis de Jutiapa
Jutiapa, 29 de octubre, 2020
Introducción
En un espacio laico y crítico, de análisis en una diversidad de temas, como es Factor 4, a más de alguno pueda resultar extraño encontrar hoy una nota sobre los santos y santas. Aunque debo decir, que ya en otras ocasiones he presentado notas con ideas del pensamiento social de la Iglesia, recogiendo algunos pronunciamientos sobre la vida nacional de los obispos, donde han abordado temas coyunturales y estructurales que golpean la vida de los ciudadanos guatemaltecos.
Pero hoy salgo con un tema, que para algunos pueda resultar “cachureco”, sin embargo, intento plantear una reflexión alternativa, aprovechando la fiesta que los católicos celebramos el 1 de noviembre.
El título que le he dado es una frase del Papa Francisco que aparece en uno de sus documentos publicado el 19 de marzo, del año 2018, llamado “Gaudete et Exultate”, que significa “Alégrense y Regocíjense” y versa “sobre el llamado a la santidad en el mundo actual”.
Aquí vamos…y analice usted…
Para la fiesta de Todos los Santos y Santas, la Iglesia Católica propone a sus comunidades eclesiales, el primer gran discurso de Jesús según San Mateo, que conocemos con el nombre de las Bienaventuranzas, (Mateo, 5, 1-12), que viene a ser como la “Carta Magna” del nuevo pueblo de seguidores y seguidoras de Jesús, para que lleguen a ser un pueblo feliz, pero incidiendo en la sociedad, no obstante, los retos que deben enfrentar en un contexto hostil.
Ese día la Iglesia celebra la vida de todas sus mujeres y hombres, niños y jóvenes que pasaron por este planeta haciendo el bien, y lo dejaron mucho mejor que cuando llegaron a participar de esta aventura que es la vida por el mundo.
Ellos y ellas proceden de “todas las naciones y razas, de todos los pueblos y lenguas” (Apocalipsis 7, 9), como lo imagina el autor del último libro de la Biblia, son de los nuestros, caminaron “al lado” de nosotros, fueron nuestros compañeros y compañeras de camino que lucharon por el reino, esto es por una sociedad más humana, justa, solidaria y fraterna desde la llanura, sin ocupar grandes puestos de honor, prestigio y fama, sino desde la inmensa mayoría de los empobrecidos de la tierra.
Trabajaron hasta el límite desde el mundo de los excluidos y descartados, asumiendo sus causas, siendo solidarios y comprometidos con ellos, porque descubrieron que Dios estaba en ellos; estuvieron del lado de los que “lloraban” por la violencia, por la injusticia, por la COVID-19 y muchas otras enfermedades ya superadas en otras latitudes, por la crueldad hacia los migrantes, y se acercaron para “consolarlos”, aunque ello significara arriesgar la propia vida; su único alivio fueron ellos, mientras el Estado brilló por su ausencia y las élites los miraban con indiferencia.
Se conmovieron profundamente con los que “sufrían” de manera despiadada e injusta por no tener lo mínimo para vivir dignamente: “Techo, Tierra y Trabajo”, además soportaban toda clase de desprecio y humillación, descubriendo en ellos la pertenencia a una tierra nueva, que los latifundistas les arrebataron despojándolos inmisericordemente.
Fueron incansables luchadores por “la justicia” enfrentando los muros de la impunidad, lucharon contra los cínicos y corruptos en el poder, denunciaron a los opresores y explotadores de sus hermanos, al estilo de los profetas; se sintieron satisfechos, “saciados” por las luchas que emprendieron contra los poderes oscuros de este mundo, responsables de las injusticias y la desigualdad.
Se mostraron compasivos y “misericordiosos” con sus semejantes, incluso con los pecadores a quienes les llevaron esperanza y los llamaron a la conversión, amándolos y no condenándolos; eran personas bondadosas, de mente y “corazón limpio”, sin doble intención, sin mentiras ni hipocresías; trabajaron incansablemente por “la paz”, como el mayor bien al que puede aspirar una nación y un pueblo, porque significa desarrollo integral, democracia participativa y un “buen vivir” para todos. Su trabajo por la paz, los hacia mostrase ante el mundo como hijas e “hijos de Dios”
No obstante, a pesar de todo el bien que hicieron, fueron objeto de persecución y hasta de muerte por grupos oscuros de poder, por el crimen organizado y por el Estado. Las estructuras sociales, las instituciones de los mismos Estados los aniquilaron, tal como sucedió con Jesús de Nazaret en la sociedad de su tiempo.
Todos ellos y ellas jamás dejaron apagar el fuego del amor de Dios en sus vidas, el amor solidario y eficaz con sus hermanos y el esfuerzo por “pensar y gestar un mundo abierto” que sea espacio de “fraternidad y amistad social” (Fratelli Tutti).
Fueron hombres y mujeres felices, bienaventurados y dichosos. Le dieron verdadero sentido a la vida; no obstante, las injurias, calumnias, mentiras y cosas falsas que decían contra ellos. Ahora “saltan de contento” ante la presencia permanente del Dios Amor y siguen brillando entre nosotros. A muchos los mataron, pero siguen viviendo en la memoria histórica de los pueblos.
Conclusión
Existen otros santos y santas que también son “de la puerta de al lado”, como los padres y madres que educan con amor a sus hijos e hijas, todos aquellos hombres y mujeres que trabajan duro por llevar el pan a sus casas, los enfermos, las religiosas ancianas que siguen sonriendo, y todos aquellos que viven cerca de nosotros y son un reflejo de la presencia de Dios (Cf. Gaudete et Exultate, 6).