Donde el Agua se Venera: Una Mirada al 24 de Junio en Territorio Maya

Por Edgar López Cardona

Edición: Daniela Sánchez Lemus

No importa cuántos países he recorrido o cuántas veces he repetido la pregunta: “¿Aquí se venera el agua el 24 de junio?”. Siempre obtengo la misma respuesta: no.

Ese día se celebra a San Juan Bautista, el profeta del bautismo, el hombre que sumergía a la gente en el río Jordán como símbolo de arrepentimiento y limpieza espiritual. Pero en la mayoría de los lugares, esa relación con el agua es simbólica. No hay rituales junto a manantiales, no hay flores en los ríos ni velas encendidas a la orilla de los pozos. El agua no se adorna. Mucho menos se venera.

Pero hay un rincón del mundo donde esto no es así. En el norte de Guatemala y el sur de México, los pueblos mayas, que profesan el catolicismo, hacen algo completamente distinto. Cada 24 de junio, la fecha toma otro nivel de profundidad. No solo se celebra al santo, sino que se honra al agua como si fuera una abuela sabia, una madre protectora, un ser con alma.

He sido testigo. Lo he visto con mis propios ojos.

Ese día, las comunidades limpian cuidadosamente los nacimientos de agua, decoran con flores y velas, y elevan oraciones con una devoción que se siente en el pecho. No se trata de una ceremonia formal, impuesta o aprendida en un catecismo. Es un acto que viene del corazón y de la tierra.

¿Por qué veneran el agua?

Porque para el mundo maya, el agua es vida y espíritu. No es un objeto, es un ser. Se le cuida como a un familiar. Esta visión no es nueva, ni una moda reciente: es una sabiduría ancestral que ha sobrevivido siglos de colonización, evangelización y globalización. Se transmite sin necesidad de libros, en la práctica diaria, en la relación directa con la naturaleza.

En la espiritualidad maya, el agua tiene su propio nahual: IMOX, en idioma K’iche’, o I’X en Mam. Este símbolo está ligado al calendario lunar y representa lo invisible, lo sutil, la intuición, la conciencia y la creatividad. También se invoca a IMOX cuando se necesita lluvia o cuando hay que proteger los ríos y nacimientos de agua. Es decir: cuando se necesita equilibrio.

Más que un ritual, una resistencia

Lo que ocurre el 24 de junio en estas comunidades no es un simple folclor religioso, y mucho menos una “rareza cultural” como algunas veces lo pintan. Es un acto de memoria. Es historia viva. Es espiritualidad en resistencia.

Fotografías: Edgar López

Desde la época colonial, muchas prácticas mayas fueron apropiadas o distorsionadas por la Iglesia. Elementos espirituales profundos se convirtieron en adornos superficiales, se integraron a la religión dominante pero bajo nuevas reglas, nuevas interpretaciones. Es el fenómeno del sincretismo: una mezcla que no siempre es justa ni equitativa.

Mientras tanto, el sistema económico ha hecho su parte: convertir lo sagrado en mercancía, convertir el agua en recurso, y lo espiritual en espectáculo. En ese contexto, la veneración maya al agua es un acto político y espiritual al mismo tiempo.

Porque seguir honrando al agua, en un mundo que la contamina y la privatiza, es una forma de decir: aquí seguimos. Con nuestras raíces, nuestras creencias y nuestra forma de ver la vida.

Y cada 24 de junio, el agua lo recuerda.

Por Factor4