Por Haroldo Sánchez
-Segunda Parte-
En un diálogo con Marco Antonio Garavito, psicólogo social, director de la Liga de Higiene Mental, y catedrático de la Escuela de Psicología de la Universidad de San Carlos, se abordan diversos problemas nacionales que provocan estrés entre la población. Sus reflexiones van desde la crisis política, la desunión en la sociedad, pasando por las secuelas que provocó la Covid-19.
Haroldo Sánchez. Pasando a otro de los grandes temas que cambió la vida de la humanidad, como es la pandemia, ¿cómo afectó la salud mental de los guatemaltecos esta enfermedad?
Marco Antonio Garavito. Es evidente que cuando la salud mental nos plantea que un principio es que tengas cierto control de tu vida, de tus decisiones, más allá de cuáles sean, pero cuando uno decide sobre su realidad, sobre su vida, su familia, su trabajo, en fin, obvio que su salud mental va a tener un mejor estado, sin ser idílico. Pero la pandemia igual que otros factores, como fue la guerra en su momento, son una serie de eventos que van más allá de un control nuestro, es decir, todo lo que viene con la pandemia, las decisiones, incluso políticas, de salud, que se toman van más allá de lo que podemos decir en lo personal.
Eso va a afectar. Hubo que encerrarse, perder el trabajo, tomar distancia de la gente que uno quiere, porque la pandemia te obligaba, era una crisis en el mundo. Todos sabemos que los seres humanos somos históricamente seres sociales y los chapines particularmente somos muy sociales, aunque a veces no nos demos cuenta de eso. Somos más cercanos a nivel familiar, entre los cuates, las fiestas, las parrandas… todo eso se vio en ruptura, con una situación no esperada y luego porque el Covid-19, tomó un tiempo para que todo volviera a la normalidad y llevamos dos años y pico de eso. Esa falta de control sobre tu vida, con todo lo que ha implicado con el nivel mental, pérdidas materiales, trabajo, sin un salario digno, desde luego que tienen que afectar.
Ustedes como Liga de Higiene Mental, ¿cómo se prepararon para lo que era ya la pandemia?
Nosotros tuvimos la precaución en marzo del 2020, de plantearnos que el gobierno no iba a hacer absolutamente nada en el tema de salud mental y el Covid-19. Decidimos empezar un trabajo de asistencia gratuito telefónico y visual, en videollamada, para gente afectada por el coronavirus y estuvimos desde finales de marzo hasta el 30 de noviembre, atendimos más de 700 pacientes y la mitad casi del interior del país. Y te podías dar cuenta cómo en esa atención resaltaba sobre todo el tema de la incertidumbre: ¿qué va a pasar? Primero era el miedo al inicio, porque cuando uno está frente a algo desconocido, lo normal es que te atemorices. Yo recuerdo esas imágenes de Giammattei, con imágenes de Ecuador de gente en la espalda, con muertos en la calle, eso en términos de salud mental es contraproducente, pero es controlador, es un elemento de control social.
La incertidumbre fue el gran factor. El miedo y la incertidumbre fueron los dos grandes daños en medio de muchos más, la tragedia de los que perdieron un familiar, que atendimos mucho. Nosotros estuvimos desde el primer día del cierre de Patzún, atendiendo por teléfono a gente de ese lugar. La situación de estigma que se montó sobre la gente de Patzún, era a nivel emocional terrible, atendimos gente recluida en el hospital del Parque la Industria. Digo eso para dar entender que el miedo y la incertidumbre fueron los grandes factores y siguen siendo. El miedo ya no tanto, es obvio, pero la incertidumbre sí, ¿qué va a pasar? Y tener una vida de incierto, te daña tu vida, tu salud mental.
¿Se puede hablar de algún lado positivo de todo esto que mencionas?
Sí, claro que sí. Me parece que hay un lado positivo en este aspecto subjetivo de la población y es que el Covid-19, permitió darnos cuenta o reafirmar que tenemos un Estado inservible para nuestras necesidades de salud y eso hay que verlo en positivo, porque la toma de conciencia de la realidad es un factor importante para contribuir a ver qué hacemos para cambiar esa realidad. Cuando la gente se dio cuenta que el sistema de salud no estaba para resolverle sus necesidades, que los grandes préstamos millonarios de Covid-19, nunca llegaron, cuando hubo que aceptar la decisión de un empresario que amparado por el reglamento del Ministerio de Trabajo podía despedirlo sin necesidad, aunque hubiera contrato, de pagar ninguna prestación desde luego que la gente dijo: “Este Estado no sirve”. Y ese sigue siendo todavía una constante.
Eso yo lo veo muy positivo. Cuando queremos cambiar una sociedad para mejorarla, debe haber por lo menos dos factores: uno, son las condiciones de vida de la gente que cada vez están peores, ¿cómo vas a pensar cambiar una sociedad donde todo mundo tiene salud, educación, recreación y justicia?, imposible. Pero cuando esas condiciones materiales están como está en nosotros y cada vez peor, es posible hacerlo, pero debe existir la segunda condición que es la subjetiva de la toma de conciencia, de que el Estado no funciona.
Ahora está instalada esa realidad en mayor cantidad de ciudadanos, pero en lo subjetivo no es solo esa la principal razón, tienen que haber dos más: organización social y una dirección que tenga autoridad. En el tema de la dirección social y política de quienes queremos cambiar este país, hay mucha falta de crédito en algunos, mucha división en otros y entonces, el pueblo de nuevo como fue durante la guerra: está preparado para tratar de luchar por una sociedad mejor para ella, pero los cuadros políticos, los dirigentes políticos, las organizaciones y la organización de la gente, es muy pobre.
Por eso al Estado en esa condición perversa, no le importa seguir empeorando las condiciones materiales de la gente porque sabe que no hay desarrollo ni de organización, ni de conducción y están seguros que esa precariedad mayor de la población no va a significar una lucha más fuerte para que esos derechos se cumplan.
¿En realidad crees que la gente está preparada para luchar por ese cambio?
El Covid-19 nos ha dado esas dos posibilidades. Una parte de sufrimiento, de esperanza, de incertidumbre, y otra que creo que está potencialmente ahí. Por eso decía antes: creo que las condiciones subjetivas de este pueblo están dadas como para luchar en ganar una elección en el 2023, si tuviéramos un proyecto de unidad, de alianza política y social, estoy convencido que el pueblo estaría ahí, pero cada quien quiere hacer su partidito, su voto, llevar sus tres o cuatro diputados al Congreso… eso no va a llevar a nada, no es el pueblo de nuevo el que va a fallar como durante el conflicto y la guerra, no falló el pueblo, fallaron sus dirigentes, por eso fue que no se triunfó y de nuevo nos puede pasar lo mismo en un proceso electoral.
Yo creo que la gente está preparada si le hacemos una propuesta de unidad con un plan mínimo de tomar el Estado ya, de empezar a reconstruir este Estado. Yo siento que sí. Pero ahorita no lo vemos y el Covid-19, creo que nos alimentó positivamente en ese sentido
A qué se puede atribuir el desánimo de la gente para participar en política. Será por el acondicionamiento mental de ver a hombres y mujeres que han corrompido el Estado y fomentan esa cultura del “no me importa”, “no me meto”. ¿Cómo se explica esto?
Hay que decir que la sangría que sufrió este pueblo en sus liderazgos, en sus organizaciones, no se ha logrado recuperar. La gente tiene mucha desconfianza y no la han ayudado a tomar el relevo. Cuando ve los liderazgos muy frágiles, a veces muy oportunistas, a veces muy de momento; hablo de los liderazgos políticos en general y eso hace que la gente desconfíe. Desde luego está toda la arista de propaganda del otro lado, de que la política no sirve, que no hay que meterse. Todo eso que se hace en campañas muy desde el otro lado para que la gente no participe, pero hay que ser muy justos en que no ha sido solo responsabilidad de estos sectores conservadores del poder histórico, también el movimiento social de izquierda tiene responsabilidad, eso va quitando confianza.
Por eso es tan difícil la expectativa, pero yo confío en que pueda lograrse algo de buscar una alianza política y social para participar en la elección del 2023, con una plataforma política consensuada entre sectores políticos y sociales, digamos no conservadores desde luego, que nos permita ganar el Estado, que llevemos al Congreso 80-90 diputados, no 3, y empecemos a aprobar leyes para el pueblo, para beneficio del pueblo. ¿Cuál es única condición? Que los liderazgos que hoy existen en el movimiento social y el movimiento político, en los partidos, realmente entiendan que solos no van a triunfar nunca y solo van a ser corresponsables de una situación política del país que va a seguir empeorando.
¿Es posible una alianza a pesar de las divisiones y falta de compromisos que se ven en los partidos de izquierda?
Yo creo que estamos en una condición óptima para buscar una alianza, dejando por un lado las cosas personales, los interés gremiales y grupales, con una plataforma de unos 20-30 puntos, de un programa mínimo de gobierno, con el objeto es rescatar este Estado, sin eso no vamos a avanzar a ningún otro.
Esa es la razón por la cual la gente no se anima porque tiene desconfianza y mucha razón, por eso es que ahora uno ve, y lo reconozco de cerca, como en el campo esta organización indígena campesina, ha ido creciendo porque sus referentes en este principio son sus líderes comunitarios que han estado ahí siempre con ellos y que son rotativos, porque no son eternos. Vemos un diputado que tiene 30 años de ser dirigente de una organización y quien por vergüenza debería de retirarse porque no ha logrado avanzar en ese proceso.
En estas comunidades más estrechas hay mucho desarrollo, se está desarrollando la organización, porque la credibilidad de sus dirigentes es muy local, hay confianza, hay respeto y además, hay rotación de esos liderazgos comunitarios. Eso a la gente le da confianza, le da posibilidades de participar y uno se desarrolla cuando participa, no solo cuando escucha, no solo cuando te piden un voto, es con la participación donde ese desarrollo se va alcanzando.
Pasando a otro tema de preocupación general: Hay diversos problemas que afectan a las personas y que generan mucho estrés. En esta época en la ciudad, en cada pueblo, hay saturación de vehículos. ¿Hasta qué nivel nos afecta esta situación que se vive todos los días?
El estrés que sufrimos en este país obedece a muchas razones. Entiendo el estrés como ese factor de carga entre la realidad que vivimos y nuestras posibilidades de enfrentarlo. Obvio que el tema del transporte en la ciudad capital es una cosa terrible porque vas en el carro, sea porque te levantaste 3 horas antes para poder llegar a tu trabajo en un bus y 3 horas para regresar, es un factor que va alterar tus posibilidades de energía sana y vital, porque hay un consumo de energía psíquica y física y obviamente afecta a tu vida familiar, laboral, a tu vida deportiva lo que sea.
El problema es que esos factores estresantes no encuentran solución y algunos porque son barreras políticas y otros porque son intencionales; estos sistemas están construidos con demasiada perversión. Hay un estudio muy interesante que señala cómo el hecho del transporte público te lleva como ciudadano público a estar en una esquina esperando un bus una hora y cuando finalmente pasa te vas colgado o esperas el otro.
Esa realidad es modificable en términos de tecnología de transporte, pero no se hace porque también en el fondo está la idea de que el ciudadano va asumiendo que es un ser de segunda o de tercera línea, que es un ser marginal; te va construyendo todo un sentido de marginalidad que es terrible para la vida personal.
Lo que ocurre es que no hay otras opciones…
Claro que las hay. El transporte tiene esa característica porque hay opciones y hay recursos que se pueden invertir a largo plazo, para hacer un transporte más humano, más sano, más colectivo; ahora, lo que sí es cierto es que hay una modificación en tu vida, en tu salud, a partir del estrés que manejamos: estrés en la cuestión vial ahora, el estrés que se va a montar con el proceso electoral que tiene un impacto muy fuerte en la cotidianidad de la gente, el estrés de una pandemia que no termina de aterrizar.
Entonces no entiendes cuál es la lógica y estrategia de salud de estos gobiernos. Yo lo dije desde 2020, que hubiera sido más fácil enfrentarlo si hubiera habido una estrategia y nunca la hubo, ¿por qué razón el Covid.19, casi no entró a las comunidades rurales? Porque decidieron cerrar sus espacios por decisión propia, por respeto a sus autoridades locales y siguió su vida, siguieron moviéndose en el ámbito de su territorio, pero las comunidades estuvieron cerradas. Hubo un manejo y con nosotros no hubo, entonces el estrés manejado por la pandemia es una sobrecarga que tenemos ahí, yo les preguntaría ¿cómo se puede medir el estrés de todos los niños que no han ido a la escuela y que han vivido al margen de esta realidad social?
Yo se lo digo a mis alumnos: ojalá esto termine para que nos podamos juntar en el CUM y algunos de ustedes por primera vez lo van a conocer, porque no han llegado a la U. Todo esto te provoca una alteración en la cotidianidad, pero la estrategia de salud sigue siendo absolutamente precaria, mucha desinformación, o no hay información y finalmente los seres humanos actuamos mejor cuando estamos mejor informados y eso no ha ocurrido y te provoca estrés ese choque con la realidad en la que vivís y tu subjetividad o tu carga de energía.
Marco Antonio, en ese contacto que tienes con el interior de país, ¿cuál es la mayor experiencia que has acumulado al tener esas relaciones con hombres y mujeres de los territorios?
El principal, es el cariño y el aprecio de la gente. La gente es muy hermosa, sigue siendo muy humana, muy cercana. Cuando te acercas, cuando vives esa misma condición. Yo puedo decir que me precio de tener una cantidad X de comunidades donde hay familiares y gente que conozco, donde puedo ir a dormir, a comer, donde me quieren, los quiero y nos apreciamos, porque el criterio fundamental es el respeto que se pueda tener por lo que hacen y lo que hacemos en común. El cariño, el amor y la comprensión.
Yo no soy creyente y sin embargo trabajo con gente de muchas religiones y dioses y hay un profundo respeto, pero cuando etiquetas, yo creo, vos no crees y ya te eliminé de esta lógica y digo esto porque hay una señora en Nuevo San Lorenzo, una aldea del norte, que cuando llego a visitar y dejo el carro un poco cerca del rancho siempre me acompaña y me va a dejar y siempre me dice “yo sé que no crees pero te voy a dar mi Dios para que te acompañe”, y entonces me persigna y me da un beso en la frente y es algo tan lindo que yo agradezco tanto.
Es el respeto que se logra al ver a los otros directamente a los ojos…
Claro. En esa lógica intercultural hay que aprender a respetarnos como somos, y entender que más allá de las diferencias que tenemos, que son lógicas, tenemos objetivos comunes, cosas que nos unen, que nos acercan; el asunto es que las concienticemos y que luchemos por esa situación. Por esa razón dije en una actividad que lo que nosotros hacemos es la búsqueda de niños desaparecidos por la guerra, cuando se logra hacer un reencuentro las familias después de 30, 35 años, se reencuentran y empiezan un proceso complicado de recuperar una vida en distancia, que no va a ser fácil, eso que se llama la reintegración.
Si la familia se reencuentra y hace el esfuerzo de buscar una vida en común, de empezar de nuevo, ese es un gran ejemplo para la sociedad guatemalteca, en donde nos hemos dividido, y tenemos que reencontrarnos para luchar juntos por aquellas cosas que a todos nos harían felices o nos darían bienestar. Al final de cuentas en Guatemala hay muchos objetivos que hay que lograr, pero hay uno sin el cual no va a ser posible sin los otros y es el reencuentro de los unos con los otros. El reencuentro de la familia, en el trabajo, con los amigos, el reencuentro sano en la comunidad, como también en la vida política. Pero si esas familias lo pueden hacer, ¿por qué nosotros no? Por qué no intentamos un reencuentro dejando un poquito de lado, aquello que ponemos en primer lugar y son cosas secundarias y no compartimos, pero a veces ponemos en primer lugar a lo que nos divide y eso es una actitud incorrecta o a veces es provocada, es intencional para que el final de cuenta, no nos juntemos.