Por Haroldo Sánchez
«Abuelo Domingo Choc Che era miembro de la Asociación de Concejos de Guías Espirituales Releb’aal Saq’e’ (ACGERS). …Era parte de un equipo transdisciplinario de científicos mayas, guatemaltecos y europeos que trabajábamos juntos en dos grandes proyectos de investigación y desarrollo con la Universidad de Zurich en Suiza, el University College London, en Inglaterra, y la Universidad del Valle de Guatemala … Él explicaba a dos jóvenes estudiantes cómo hacer las invocaciones para pedir permiso a la esencia de la planta antes de cortarla, incluía todo el aspecto de la sabiduría y la ciencia Maya ancestral sobre su uso, cómo prepararla, almacenarla, aplicarla. Estábamos trabajando un inventario de especies medicinales para poder documentar y proteger el conocimiento Q’eqchi’ de forma que quedara evidencia que todo esto es conocimiento indígena. …El Abuelo estaba ayudando a escribir un libro en el que quedaría la evidencia de la ciencia herbal maya Q’eqchi’, como un mecanismo de documentar la propiedad intelectual de su Pueblo. Él era parte de un esfuerzo de años por crear el Popol Jay de Poptún, la Gran Casa del Concejo, la cual incluía la implementación de un jardín botánico para preservar las especies medicinales que están amenazadas por la destrucción de Petén. El Abuelo Domingo trabajaba con otros grandes médicos tradicionales de ACGERS para identificar los hábitats de estas especies y poder recrearlos en este jardín. …Estábamos trabajando un inventario de especies medicinales para poder documentar y proteger el conocimiento Q’eqchi’ de forma que quedara evidencia que todo esto es conocimiento indígena. El Abuelo estaba ayudando a escribir un libro en el que quedaría la evidencia de la ciencia herbal maya Q’eqchi’, como un mecanismo de documentar la propiedad intelectual de su Pueblo.» (Tomado de un escrito en redes de Monica Berger, Antropóloga y Socióloga)
Las llamas inmolaron no solo a un hombre sabio, también se llevaron la conciencia de un pueblo que durante siglos ha permitido la discriminación como una forma de vida. Las manos que torturaron física y mentalmente a un abuelo, crecieron en la lectura de una Biblia, escuchando prédicas de otros hombres, que les llenaron la cabeza y la conciencia de odio, cuando debió ser de amor hacia el prójimo. Este acto deleznable, no merece más que la condena y el rechazo, y hay que estar claros; si no cambia el mensaje de las iglesias y templos, seguirá creciendo el animal salvaje que lleva al fanatismo religioso.
La discriminación es una herencia maldita que nace desde la casa, se incrementa en las escuelas y se fundamenta en las universidades. También se alimenta en las calles, las empresas, los mercados, y en el mismo hogar. No se puede negar que Guatemala es un país no solo lleno de contradicciones, sino además de racismo, discriminación al ser un país clasista y violento.
El abuelo Domingo Choc Che, un Ajq’ij, Guía Espiritual Maya, era una de las personas más respetables entre los pueblos indígenas del país, por su gran aporte a la protección de la Madre Tierra, y quien dedicaba toda su vida a trasladar sus conocimientos a las nuevas generaciones para que su legado perdurara más allá de su vida en este mundo. Dicen quienes le conocían, que su sola presencia transmitía la calidez de su noble mirada, así como la paz y la armonía que emanaba de su persona.
En esta etapa de su existencia, vivía en la aldea Chimay, en San Luis Petén, donde buscaba preservar y transmitir conocimientos que perduran a traves de los siglos; una herencia que viene de sus antepasados y que él se encargó de comunicar para que no se olvidaran en un mundo materialista y lejano de la verdadera espiritualidad. Por eso dedicaba su existencia a compartir lo aprendido durante una vida dedicada al estudio, la contemplación y la entrega amorosa a la protección de la tierra y a la medicina natural.
Nunca le hizo daño a nadie. La ignorancia lo convirtió en el enemigo de quienes en nombre de Dios, deciden quién será arrebatado y quién será condenado a los infiernos que tan solo una mente confundida puede creer como algo real. Sus asesinos lo condenaron desde hace mucho tiempo atrás. Porque no iba al templo, ni se somataba el pecho. Las creencias del Abuelo Domingo, estaban enraizadas en lo más profundo de una cultura que ha sufrido violencia, persecución, acoso, rechazo, discriminación y condena.
Cuando no se entiende algo, es más fácil condenarlo. Aquí hay que saber que este crímen se ha venido gestando, no de hoy, sino durante siglos. La religión, que debería ser una forma de vida amorosa hacia los demás, la convirtieron en un negocio, donde lo que importa es cuánto puedo conseguir a través de la limosna o el diezmo. Lo dicen algunos pastores: quien no acepta a Jesucristo como su salvador personal, está condenado para siempre.
Lanzan el mensaje de rechazo sobre los que no asisten al templo y se refuerza la creencia que están poseídos por el demonio, que es gente mala, y no hay que acercarse a ellos. Que son del mundo. Y si encima, son guías espirituales mayas, entonces los señalan de brujos, y generan en torno a ellos, un círculo de maltrato y exclusión.
El fanatismo es la peor herencia que las religiones pueden provocar en una persona. Eso las lleva a no razonar, ni siquiera pensar con empatía. Al contrario, el fanatismo religioso, es la peor transmisión de dogmas que se le puede dar a alguien que no tiene mucho acceso a otras formas de educación formal o aprendida en la calle. Fomentar el miedo hacia lo distinto, a quien no piensa como el otro, es motivo para generar odio, en personas que van a la iglesia en búsqueda de entender la espiritualidad de un mensaje cargado de bondad, y terminan por recibir otro, de quienes corrompen la comunidad religiosa.
Tanto sacerdotes como pastores, tienen la responsabilidad de formar a feligreses en el amor y la compasión sin proyectar la subordinación absoluta ante ellos. Hablar en nombre de Dios (eso acostumbran hacer), es manipular la necesidad de búsqueda espiritual. Las religiones son buenas, porque son una guía. Solo cuando se usa para descalificar a los otros, deja de ser útil en la vida y se convierte en el peor mensaje de una religión. A esos asesinos y a quienes no hicieron nada para proteger al Abuelo Domingo, habría que preguntarles ¿en qué le dieron gloria a su Dios al quitarle la vida a un ser humano útil, valioso, amante y protector de la naturaleza?
¿Cuál fue su pecado? NINGUNO. Eso solo estaba en la mente de los verdugos directos e indirectos. La discriminación y la infamia en Guatemala, se disfrazan de muchas formas, y cuando estas conductas se fomentan en iglesias y templos, hay un atraso terrible en la sociedad; somos un país donde desde niños se fortalece la idea de que no haber nacido indígena, es ya sinónimo de ser diferente y mejor que ellos. No quiero ni imaginar las últimas horas del Abuelo Domingo. Al dolor al que fue sometido con saña, alevosía, premeditación y ventaja. Solo deseo pensar que durante la tortura a la que fue sometido, antes de cerrar los ojos para siempre, perdonó a sus asesinos y que su alma voló libre y en armonía con su amada cosmovisión.