Fernando López
Irlanda 28 de agosto 2020
Misiva atemporal
para Joaquín Orellana
Cómplice mentor, camarada
uno de los escasos cronopios
de mi tierra avariciosa.
–
En tus charlas de ajenjo
solíamos reír,
identificar sin enfado
al émulo, al plagiario,
al diletante y soberbio
en un mundillo sonoro
tan árido de genios.
–
Al dar voz a tus canciones
para perdidos amores
aprendí humanamente
que todo tiempo es arado
para amar sin medida
las pieles, los labios
amables, prohibidos,
las cosas impensables
mientras sean imposibles
más bellas, más asibles.
En tiempos de pandemia
evoco las jornadas
creativas. La cervecita,
te escucho soltar
la estruendosa carcajada
y cortazear el sinsentido
ampuloso de lo serio.
–
Desde esta lejanía
escucho las campanadas
de tu Barrio Mío,
soy barquito sumergido
en la historia delirante,
y los acordes fascinantes
de tu Piano Fantasma.
–
Entonces busco los vocablos
para decírtelo bien
y me regocijo agradecido
en tu legado, maestro
con sueños
glisantes de Imbaluna,
con alma ululante de la caña
enamorado irredento
de Meteora la lejana.
Sinceramente,
Edición Factor 4