Por Teresa Son
La realidad del Bono Familia en el departamento se evidencia desde las experiencias de los pobladores.
Como respuesta a la emergencia sanitaria, el Congreso de la República aprueba el Decreto 13-2020, con el fin de apoyar en las carencias económicas que la pandemia provocó en las familias guatemaltecas.
A partir de la segunda quincena de mayo empezaron a llegar las facturas con la oportunidad para inscribirse al Bono Familia. El patrón que seguía esta iniciativa era conforme a los sectores donde habita la población, la Empresa Eléctrica entregaba facturas con la frase: “Eres candidato a Bono Familia”. Es decir, no llegó a todos en un mismo momento, pero en el sector que correspondía los vecinos podían aplicar; a unos les llegó en mayo, a otros en junio e inclusive julio.
Cuando se conoce que ha llegado la factura con la oportunidad de aplicar, corren los rumores, los vecinos revisan la factura, van a la tienda a hacer la recarga de saldo y algunos de Internet para hacer la inscripción respectiva. Se experimenta inseguridad puesto que todos se inscriben, se desconoce cómo será la elección de las familias (aunque existían parámetros, la gente duda cuáles serán los criterios de selección), mientras tanto el primer paso ya está dado.
Después de 100 días de confinamiento empiezan a llegar los primeros códigos para beneficiarse de Q.1,000.00 a través de un mensaje de texto en los celulares de quienes (algunos) fueron incluidos al beneficio. El departamento de Totonicapán, cuenta con una población de 418,569 habitantes, según el último censo realizado por el Instituto Nacional de Estadística en el 2018. Lo que se traduce en un significativo número de familias que se instalan mayoritariamente en el área rural.
Algunos cantones de la cabecera departamental en su área central cuentan con cajeros automáticos 5B, pero la mayoría debe viajar al centro del departamento y del municipio para hacer el retiro correspondiente; aprovechan el viaje para hacer algunas compras: arroz, frijol, maíz, leña, pagar la luz atrasada, entre otras, pareciera que el dinero se esfuma. Regresan a casa después de una larga espera: recibir el código, hacer fila en los cajeros, en las tiendas, en los pick up para llevar algunos granos básicos que ayudarán a mitigar el hambre. Es un momento de esperanza.
No todas las personas beneficiadas cumplen con los requisitos establecidos por el Decreto, algunas familias del área central con posibilidades económicas más estables, son más afortunadas. Es el caso de una familia que cuenta con tres locales en distintos puntos de la cabecera departamental, salió beneficiada en su casa y en los locales.
Otra constante en la recepción del código, que en general llegó solo una vez y nunca más se volvió a recibir el aporte, porque son contadas las familias que recibieron dos veces en un tiempo de casi tres meses entre cada aporte. Hasta ahora no se sabe a quién le llegó el tercer aporte, que como expresó el Presidente, sería menos de lo establecido.
Es cierto que se amplío el número de la población beneficiada y que sí le llegó a los vecinos tanto de la cabecera departamental como de los municipios, pero en el listado publicado por el diputado Juan Carlos Rivera de la bancada Victoria, con el nombre de los excluidos, pocas personas pudieron ver su nombre en esa lista, la cual a nivel departamental deja ver que fueron muy pocos los que no se incluyeron. Sin embargo, en la realidad hay familias que fueron excluidas que sí necesitaban la ayuda, inclusive un gran numero no fueron acreditados, ni excluidos, pero sí enviaron todos sus datos, lo cual causa dudas por no saber cómo fueron usados.