Campesinos protestan y hacen propuestas

Víctor M. Ruano P.

Diócesis de Jutiapa

F4gt.com

Jutiapa, 25 de febrero, 2021

Introducción. La semana pasada (jueves 18 de febrero), hubo una importante manifestación de campesinos e indígenas, hombres y mujeres procedentes de todo el país, que arribaron a la ciudad capital para presentar al Congreso de la República una iniciativa de ley en la que plantean sus legítimas demandas, con la finalidad de que sean seriamente discutidas y analizadas por quienes se suponen son los representantes del pueblo y están velando por sus intereses. Ellos y ellas esperan que se convierta en Ley que apuntale el desarrollo integral de las comunidades y pueblos donde viven. Hombres y mujeres recios, curtidos por el sol y por el trabajo agrícola duro, pero muy convencidos para moverse de la protesta a la propuesta.

Entre ellos, muchos seguidores de Jesús de Nazareth. Los laicos y laicas se van poniendo “en salida”, por eso hacen suyos los problemas del país y se comprometen, aunque implique arriesgar sus vidas y las de su familia, por un mayor compromiso sociopolítico para la solución de los problemas de sus comunidades.

También ellos destacan no solo por la protesta legítima, pues es su derecho, sino por la propuesta consensuada entre sus bases, que recoge sus clamores y demandas y los exponen con madurez y convicción.

Hubo una significativa participación de hombres y mujeres de Jutiapa. Esto es un pequeño signo del nivel de conciencia que van adquiriendo ante los problemas sociales que les agobian. Muchos de ellos participan en la vida pastoral de las comunidades eclesiales. Son discípulos misioneros que intentan vivir, como todos, en el seguimiento de Jesús y se interesan por su participación en la vida política del país.

Los acusan de ladrones de energía. La manifestación, primera del año 2021, recorriendo las principales calles de la capital es el rostro de esa Guatemala “profunda”, que algunos llaman, pero real y “descartada”, que es la inmensa mayoría, pero que las elites políticas, económicas y militares, no quieren ver.

Más bien los acusan de robarse el fluido eléctrico, pero callan cuando el sistema imperante los ha despojado de sus tierras, del acceso al desarrollo, a una educación de calidad y de una justicia pronta y cumplida.

El Estado, jamás ha estado del lado de su pueblo, más bien ha contribuido a su despojo y al atropello de su dignidad favoreciendo su empobrecimiento y subdesarrollo.

Muchos de aquellos que los critican, no solo ignoran la realidad en que viven, sino que se pierden en legalismos formales y racismos trasnochados con tal de defender sus privilegios y bloquear los cambios radicales que requiere el país. No reconocen la legitimidad de sus demandas que son el vivo reflejo del sufrimiento, de la exclusión y del subdesarrollo en que han vivido.

Sus planteamientos. En el fondo los planteamientos de este numeroso grupo de campesinos e indígenas, son reclamos de justicia, de inclusión en la búsqueda de una vida digna y plena a la cual tienen derecho.

Sus demandas tienen que ver con el esclarecimiento del asesinato de 19 líderes y lideresas y los avances precarios del MP; con la criminalización de su acción política, cuando es un derecho para organizarse y participar en la solución de los problemas de la comunidad; con la denuncia a la corrupción, que es como una pandemia que les afecta directamente; con los servicios del Estado que no les llegan. Frente a todo esto, y mucho más, no pueden y no deben callar. La dinámica de exclusión es alarmante.

Para que se escuchen sus demandas, probablemente algunos de sus métodos o estrategias rompen con las formas convencionales y hasta quebrantan esa maraña saturada de legalismo y formalismo existente en nuestro país, pero es que el drama humano en que viven está llegando al límite, al borde, y ya no da más.

No son cuestiones ideológicas las que los mueven a hacer sus planteamientos, sino de sobrevivencia y de dignidad. Las mismas razones que les empuja a emigrar a miles de guatemaltecos son las que le llevan a ellos a resistir, a organizarse, a protestar y hacer sus planteamientos a la sociedad.

Una marcha con sabor a cuaresma. Esa caminata del jueves 18 de febrero, muy bien se puede situar como un signo del camino cuaresmal, porque la cuaresma, evocando la experiencia del pueblo de Israel fue camino hacia la libertad, liberándose de fuerzas faraónicas opresoras; hacia la prosperidad de todas las tribus simbolizado en la tierra que ocuparían; y hacia la identidad de pueblo con la conciencia de su pertenencia a Dios, que había alentado su proceso libertario.

Además, la manifestación de estos pueblos presentes en nuestra nación, son los “anawim” de hoy, es decir, los pobres de Yahve, como los llama la Biblia y puede ser interpretada como una llamada a la conversión que la sociedad guatemalteca necesita.

Guatemala, no requiere en estos momentos solo de “noches de gloria” y de cantos de alabanza, sino está urgida de una fuerte llamada de conversión a la justicia, a “la cultura del cuidado como camino para la paz”, sobre todo con los más vulnerables y marginados.

En este tiempo de conversión, que es la cuaresma, ha dicho el Papa Francisco, en el mensaje de este año: “Renovemos nuestra fe, saciemos nuestra sed con el ‘agua viva’ de la esperanza y recibamos con el corazón abierto el amor de Dios que nos convierte en hermanos y hermanas en Cristo”.

Conclusión. No se puede seguir gobernando este país ignorando la numerosa presencia de los pueblos indígenas y campesinos, cuyos gritos llegan hasta el cielo, porque también ellos son ciudadanos de Guatemala y son hijos e hijas de Dios, que anhelan una vida digna.

Sueño con que, en el inicio del tercer centenario de nuestra nación, los pueblos originarios y los campesinos nunca más sean discriminados, sino verlos interactuando en la misma mesa de la fraternidad que congrega a todos y llegue a ser la Guatemala una y diversa, como uno de esos tejidos del mundo Maya con sus colores armónicamente entrelazados.

Por Factor4

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