(Primera Parte)
Por Haroldo Sánchez
El cineasta argentino, Alejandro De Grazia, documenta parte de un viaje de descubrimiento acompañado de dos monjes, uno de los cuales, el monje budista, Matthieu Ricard, ha sido llamado “el hombre más feliz del mundo”. De Grazia junto a Juan Stadier, presenta esta película documental argentina en Netflix, Del estrés a la felicidad. De ella he transcrito los fragmentos más importantes del monje, por considerar que son valiosas reflexiones sobre la vida y la forma en que la vemos.
(Matthieu Ricard es el fundador de Karuna-Shechen, una organización caritativa sin fines de lucro basada en el ideal de la compasión en acción. Desde el año 2000, Karuna-Shechen desarrolla y gestiona programas de asistencia médica primaria, educación y servicios sociales para las poblaciones más necesitadas de la India, el Tibet y Nepal).
Ante el estrés. …Pero si es cierto que… eso que siente surge de algún tipo de conflicto o disonancia entre nuestras aspiraciones y lo que hacemos, y también entre lo que realmente nos importa y lo que de hecho hacemos en el día a día. Cuando hay una brecha entre ambos, siempre se siente incómodo. Tratamos de… Nos obligamos, pero si seguimos por ese camino, nos desgastamos, ¿verdad? Así que creo, desde luego, que hay muchas formas de resolverlo.
Primero, hay una forma que es personal y luego, una forma interpersonal. La forma personal es como dije, hay muchas formas, una es encontrar una especie de libertad y paz interior. Implica no preocuparse por ciertas cuestiones que te quitan la libertad interior. Por supuesto que se vuelve prisionero de su propia actividad mental. Y ese no es un estado agradable. Es decir, la libertad interior ayuda a que una persona no esté tan atrapada entre la esperanza y el miedo, a que sea menos vulnerable. Y si uno es menos vulnerable, está menos preocupado por sí mismo, y si uno está menos preocupado por sí mismo, se puede abrir más hacia los demás, porque no se siente constantemente amenazado, ni se preocupa por cumplir alguna expectativa o por lidiar con alguna situación tensa.
Porque uno sabe que tiene los recursos internos para manejar los altibajos de la vida. Uno se siente más fuerte. Y si uno se siente más fuerte, se abre más a los demás, porque se siente menos inseguro. Esa es una forma. Encontrar libertad y paz interior. La otra forma es cultivar activamente la bondad, la benevolencia, la compasión, la bondad amorosa. Porque, si uno se dirige a los demás con esa actitud amorosa, está menos preocupado por sus propios sentimientos. Los altibajos: “¿Cómo me siento hoy? ¿Cómo me siento esta mañana? ¿Cómo me siento esta tarde?”. Porque hay mucho egoísmo.
Alto nivel de estrés. Algo te estresa. Hay muchas causas y circunstancias. La introspección tiene como fin reconocer cuáles son esas causas. Y todas las causas de sufrimiento son temporales por naturaleza porque, en este mundo, nada es permanente. Por lo tanto, debe haber un antídoto para remediar la causa de tu sufrimiento. Esa es la naturaleza de las cosas. Nada es permanente ni impuesto por alguna entidad externa. Y todo tiene alguna causa. Todo ocurre por diferentes causas y condiciones. Entonces, si estás sufriendo, debes preguntarte: ¿Cuáles son las razones? ¿Cuáles son las causas de mi sufrimiento? Y, si cambio esto, ¿cuáles serán las causas de mi crecimiento y mi felicidad? Cualquier persona sensata que no quiera sufrir debería hacerlo, ¿no?
La conciencia plena. Con respecto a la meditación, hay un poco… de confusión. En realidad, meditar significa cultivar cualidades humanas básicas, como la atención, la bondad amorosa, la paz interior, la libertad interior, y conocer la forma en la que funciona nuestra mente. De hecho, ese es el significado de la palabra. En Asia, en el budismo y en el hinduismo, entre otros, la palabra significa “cultivar algo y familiarizarse con algo”. Como un entrenamiento. ¿Familiarizarme con mi mente? Hay dos formas. Uno es el entrenamiento. Implica incrementar tu compasión y tu equilibrio emocional, así como tu paz interior. El otro aspecto es la familiarización. Conocer mejor cómo funciona tu mente para poder distinguir con mayor precisión qué estados mentales te atormentan, tanto a ti como a los demás, y qué estados mentales te liberan del tormento. Como dije antes, nadie quiere sufrir. Por lo tanto, no ignores las causas del sufrimiento.
Mi mente es como un mono. Bueno, puedes domar al mono. Pero el punto no es agarrar un palo y pegarle al mono, porque eso… no va a funcionar. No le des pastillas para dormir. Tienes que hacerte amigo del mono. “¡Hola, mono!”. Y, poco a poco, ir calmando al mono, y así lograrás que haga cosas con sentido. Es cuestión de educarlo. Educación combinada con entrenamiento. De eso trata la meditación.
La meditación. En primer lugar, todo lo que hacemos es como dar nuestros primeros pasos, cuando uno se levanta y decide ir hacia un lado u otro. Los primeros pasos en realidad, de alguna manera, están presentes en todo el viaje. Por eso… cuando mi maestro, Dilgo Khyentse Rinpoche, ofrecía una enseñanza, aunque solo fuese por 10 o 15 minutos, dedicaba tres o cuatro minutos a recordarnos la importancia de la motivación. Y su nieto, que entonces era bastante joven, preguntó por qué era necesario hacer esto hasta tres veces por día, por qué destinar cuatro minutos de un total de 15 solo al tema de la motivación. Y luego, uno se da cuenta de que la motivación es lo que da forma a todo lo que viene después.
Por lo tanto… les repetiré esta enseñanza, aunque no soy un maestro de meditación budista, pero para darles una idea de lo que decía mi maestro. Decía que todos los seres sintientes sin excepción, buscan la felicidad, pero están confundidos respecto a lo que puede hacerlos felices. Por causa de la ignorancia, esos seres han estado deambulando en samsara durante muchas, muchas vidas. Y no hay uno solo de esos seres que, en algún momento, fueron mi madre, mi padre… Entonces, cuando veo y contemplo su estado de sufrimiento y su vagar sin fin en el océano de la existencia, ¿cómo podría no albergar un sentimiento infinito de compasión por esos seres?
Pero un mero sentimiento de compasión no es suficiente. Y hoy no tengo el poder de hacer nada por ellos. Por lo tanto, generaré determinación entrando por la puerta del camino espiritual y practicando para ese fin último. Lo haré para adquirir la capacidad de liberar a todos los seres de su sufrimiento. Esa es la versión breve. Pero demuestra la esencia y ayuda a poner todo dentro de una perspectiva mucho más amplia. Si nuestro propósito es solamente sentirnos bien, ¿de qué sirve? Podemos ir a un spa o algo así.
Por eso, ya sea una simple caminata en el bosque, emprender una gran tarea en el mundo o tomarnos un momento como estamos haciendo ahora, para intentar mirar hacia nuestro interior y desarrollar algunas cualidades o encontrar la presencia de la conciencia. Si solo estamos buscando dar apenas un paso más lejos o solo buscar el bienestar o algo así, el aspecto es muy limitado. Por eso, aunque pueda parecer que excede nuestra capacidad actual, tenemos que, por lo menos, ubicarlo en una perspectiva más amplia para poder progresar e intentar alcanzar nuestra libertad interior y sabiduría, podremos ser capaces de liberar a los seres de su sufrimiento.
A partir de allí, se vuelve un viaje mucho más interesante. Entonces, antes de meternos de lleno en la meditación, les pido que revisen su motivación. Y, luego, que generen la motivación altruista más perfecta que puedan.
Meditando. Una vez hecho esto, supongamos que queremos… generar en nuestras mentes un amor incondicional. Lo primero que necesitamos es que nuestra mente sea razonablemente calma, razonablemente clara, y razonablemente estable. De lo contrario, no podemos generar, cultivar ni hacernos cargo del amor incondicional. Solo estaremos distraídos, soñando despiertos o lo que sea. Entonces, antes… de pasar a la meditación sobre el amor incondicional, intentemos que la mente esté más descansada, estable y clara.
Eso no significa que debemos noquear nuestra mente ni tratar de vaciarla o de evitar que surjan pensamientos, ya que eso es imposible. Sino que, así como haríamos para buscar una lleve que cae en un estanque, dejemos que el agua se calme para poder ver a través de ella y sacar la llave. No tenemos que remover el lodo del estanque con un palo para encontrar la llave. De la misma manera si queremos ver a través de la naturaleza transparente de la mente, no deberíamos removerla con muchísimos pensamientos, creaciones, conceptos y demás.
También, si queremos generar compasión pura y genuina o amor altruista, la mente no debe… eh, estar contaminada por el ruido de lo que un amigo mío llama “la radio FM mental”. Entonces, intentemos poner la atención en algo externo, como una vela, o dejemos que nuestra mirada se abra hacia el espacio que tenemos enfrente, o bien podemos concentrarnos en nuestra respiración, solo por un rato. Dejemos que nuestra mente descanse en su estado de calma natural.
Entonces, ¿cómo lograr que este amor incondicional sea más vívido, esté más presente y sea más real en nuestro paisaje mental? Por supuesto, todos hemos sentido amor incondicional por alguien. Por un niño, algún ser querido, un animal, nuestros padres, quien sea. A veces, un extraño que conocemos fugazmente puede inspirar ese sentimiento. “Que este niño o esa persona esté incondicionalmente libre de sufrimiento y que pueda lograr sus aspiraciones de vida, que encuentre un sentido más profundo de plenitud, de crecimiento”, y así sucesivamente. Albergar solamente buenos deseos hacia esa persona.
Elijan un objeto o sujeto, hacia quien esto fluya sin esfuerzo, no debemos forzarlo de ninguna forma. Y dejen que… A menudo, en la vida real, tenemos ese sentimiento, pero después de un minuto o menos, desaparece. Pensamos en otra cosa o sucede algo, nos movemos, alguien habla. No tenemos el hábito de nutrirlo. Solo llega y se va, lo reconocemos y lo valoramos, pero no lo cultivamos. En cambio, aquí lo generaremos en nuestra mente y dejaremos que la llene por completo.
Que toda nuestra conciencia esté llena de este amor altruista. Como si fuera un espacio vacío en donde, de pronto, hay un sonido que resuena o un arcoíris que llena el espacio. Ese es el amor altruista. Llena el espacio, el campo de nuestra conciencia. Y, en vez de dejar que desaparezca o que lo reemplace otra cosa a los 15 segundos, intentaremos nutrirlo. Si disminuye, lo reavivaremos. Si nos distraemos, volveremos a él. Si no está claro, lo haremos nítido, vívidamente claro. Así nos aseguramos de que su calidad, su presencia e intensidad estén en su mejor punto. Podemos hacer esto durante 5, 10, 15 minutos, una hora, dos horas, ¿quién sabe?
Esta contemplación, crecimiento, familiarización, entrenamiento mental, meditación, como quieran llamarlo, se trata del amor altruista. Intentémoslo. Después de eso, pasaremos al siguiente paso. Intentemos extender el círculo, para que incluya también a otros seres. Si elegimos a un niño, o cualquier otra persona en la que estén pensando, intenten extender el sentimiento hacia otros niños, por ejemplo.
¿Y por qué concentrarnos solo en una cierta edad? ¿Por qué no extenderlo a todos los seres humanos? ¿Por qué no extenderlo hacia todos los seres sintientes, que tampoco quieren sufrir? Y, gradualmente, vamos extendiendo el círculo hacia los desconocidos. Hacia aquellos que quizás, en algún momento, consideramos que eran nuestros enemigos, porque, tal vez, estén confundidos o desorientados. Quizás están haciendo lo incorrecto porque tiene la mente perturbada.
Pero, en el fondo, sería mucho mejor si no acumulasen causas de sufrimiento en ellos mismos y en los demás. Entonces, ese deseo incondicional se trata de que todos los seres sintientes puedan encontrar la felicidad y aquello que la causa, y que puedan estar libres de sufrimiento y de aquello que la causa.