Por Haroldo Sánchez
¿Cuál debería ser el rol de un presidente guatemalteco? Trabajar por el bien común y no por el bien personal, ni el de su familia. Ser honrado. Democrático. Honesto. Sincero. Trabajador. Ejemplo. Íntegro. Y más que todo, estadista. Un hombre sabio. Un político que hace de este ejercicio, el arte de servir a los demás. Guiar a la ciudadanía hacia un mejor presente y luchar por que la brecha entre quienes tienen mucho y los que no tienen nada, no se ensanche cada día más.
Cuando se ve ese cúmulo de aptitudes y de actitudes, entonces nos damos cuenta que lo que menos ha tenido este país (con excepción del doctor Juan José Arévalo), el resto, ni siquiera le llegó a la suela del zapato. A Jacobo Arbenz, no lo dejaron terminar su proyecto de país, y la transformación que buscaba, acusándolo de comunista cuando jamás lo fue. La historia está allí para reflexionar sobre lo ocurrido desde 1954, a la fecha.
Hacer la larga lista de quienes gobernaron desde ese año hasta el día de hoy, solo demuestra que se han pasado los años sin que Guatemala lograra el más mínimo desarrollo para la mayoría, donde son millones de personas las que se han sumido en la pobreza, la miseria, la desnutrición y el olvido de los políticos, quienes, por el contrario, alcanzaron el sueño de ser los nuevos millonarios a costa de la salud, la educación, el empleo y de una vida digna para el resto.
Por eso ahora cuando se vive una de las peores crisis sanitarias a nivel global, Guatemala es una de las más claras muestras que poner políticos oportunistas a gobernar, siempre tiene el mismo resultado: inoperancia, insensibilidad, dejadez, impunidad, saqueo, amiguismo, engaño, cinismo, corrupción. Cada gobierno que ha llegado hasta hoy, dejó su huella profunda en la piel de los más necesitados, que les han servido a esos políticos, solo como escalera para alcanzar sus egoístas anhelos.
El actual gobierno es un claro ejemplo de un político en campaña durante 20 años buscando llegar al poder, sin prepararse en ese tiempo para gobernar. Este es el peor ejemplo que tienen esos políticos que cada cuatro años se presentan a las elecciones con distintos partidos, pensando que pueden pasar del puesto 18 al número uno, y llegar un día a la presidencia no por capacidad sino por que son los menos malos. Y encima, con enormes deudas y compromisos con sus financistas.
Solo el hecho de no haber comprendido que la pandemia que asolaba el mundo iba a llegar a Guatemala, demostró desde el primer momento que el doctor-presidente no entendió lo que significaba estar al frente del Estado. Hablar de una “gripona” cuando las grandes potencias colapsaban en sus sistemas de salud, y todo se caía a pedazos, demostró que el traje le quedaba demasiado grande y el tiempo dio la razón a quienes dudaron de su capacidad como gobernante.
Hoy, sin vacunas, sin dinero y sin presidente, Guatemala enfrenta una de las peores crisis, con Giammattei se cayó en manos de la corrupción y de quienes, desde las más importantes instituciones de Estado, están acabando con la institucionalidad y el Estado de Derecho, donde ministros, diputados, alcaldes, magistrados y jueces se entregan al crimen organizado, al narcotráfico y a la corrupción como forma de vida. Todo esto, mientras un buen número de empresarios se hacen los desentendidos y con su silencio son cómplices del descalabro político, social y económico que está destrozando este país.
En América Latina, Guatemala se encuentra a la cola de países con habitantes vacunados. Eso sí, se esfumaron millones de quetzales en la compra de vacunas rusas, como se han esfumado los millones aprobados por el Congreso para enfrentar la pandemia. ¿Donde está el dinero? ¿Por qué los hospitales no se mejoraron? Si ni siquiera se les paga a los médicos de los hospitales Covid-19. No hay medicinas, no hay insumos y el colapso que se tenía en el sistema de salud desde antes, se agudizó a pesar de todos esos millones de quetzales que se pusieron en manos del gobierno.
Como es tradicional en gobiernos que no aceptan la crítica ni la fiscalización de sus actos, lo que hacen es acusar a los periodistas y medios independientes de desinformar, pero allí está la encuesta Gallup que, al hacer un sondeo de opinión en Latinoamérica, ubica al presidente Giammattei como uno de los peores a nivel regional y coloca a Nayib Bukele con la mayor aceptación del continente, debido, principalmente a la forma en que enfrentó su gobierno la pandemia del coronavirus.
Al margen de esta calificación, que demuestra ese sentir de una población cansada del desgobierno, es evidente que la muerte de millares de guatemaltecos por la pandemia, y del continuó contagio que se está produciendo estos días, es de total responsabilidad del presidente que no supo tomar las medidas necesarias para frenar la enfermedad. Nunca estuvo a la altura de las circunstancias y tan solo se escudó en descalificaciones, gritos e improperios para quienes buscaban señalarle el camino.
Ser el peor presidente de Centroamérica es un reconocimiento que se lo ganó a pulso con cada actitud asumida durante este año y medio de su gestión presidencial, la que afecta directamente a la población guatemalteca que está sola frente al peligro de una enfermedad que llegó para quedarse y que trajo consigo el desempleo, la desesperación y sacó a la luz pública que a los políticos de este país tan solo les interesa su bolsillo y no sienten como propio, las necesidades del pueblo.