Por Haroldo Sánchez
“ Me he reunido con diversos grupos de la sociedad guatemalteca y estoy preocupado por lo que ellos dicen”, exclamó el visitante con voz profunda, surgida del cansancio y la falta de sueño después de un viaje largo que cambió su horario.
–¿Y qué le han dicho? –pregunté, sorprendido.
“Qué Bernardo no llega el 14 de enero y que no va a gobernar”, exclamó convencido.
–Eso no es cierto –casi salté de la silla–. Ese es el discurso que tratan de que llegue a la gente para meter zozobra y temor. El Tribunal Supremo Electoral lo declaró Presidente Electo, al igual que a su compañera de fórmula, Karin Herrera. Ellos asumirán en enero al igual que los alcaldes y diputados electos.
–¿Sabe qué pasa? –insistí–, hay toda una narrativa de medios y periodistas afines al Pacto, así como quienes manejan a los netcenter y de gente interesada, de crear todo ese panorama negativo porque lo ocurrido en junio y agosto, con la elección de Bernardo, los sacó de su zona de confort, nadie de ellos pensó que se iba a terminar su reinado de corrupción y de impunidad.
El silencio se adueñó del pequeño salón, donde se podía palpar la tensión del momento. El visitante miraba con cierto escepticismo al periodista.
“Pero no va a negar que se han dado intentos para un golpe de Estado en Guatemala, ¿verdad?”, –dijo el visitante.
–Por supuesto que no lo voy a negar, señor. Es evidente que ante esa sacudida que sufrieron al ver que se rompía en mil pedazos su proyecto de continuidad, han realizado todo tipo de maniobras para entorpecer el proceso de cambio de gobierno.
Gastaron millones de quetzales en la compra de voto, alienaron a sus candidatos afines para seguir gobernando, y todo les falló. Lo que aquí llaman el Pacto de Corruptos, ante la derrota en las urnas, reaccionó como un animal herido: con desesperación enloquecida y han hecho de todo para poner piedras en el camino al próximo gobierno de Semilla.
–Es más –agregué–, usted podrá escuchar eso de que las movilizaciones y los bloqueos no sirvieron para nada. Me imagino que con algunos de esos sectores que se ha reunido, las quejas y protestas inundaron sus oídos.
“Eso es cierto, no lo niego. Se dice que las pérdidas económicas son enormes. Que se obligó a la gente a paralizar el país; que en muchas comunidades se amenazó a la gente a tener que salir a las carreteras, bajo diversas intimidaciones”.
–Mire pues, de nuevo esa narrativa de culpar al mensajero. Ahora resulta que las comunidades son las responsables de las pérdidas económicas, sin que nadie le haya dicho, me imagino, que durante décadas los pueblos de este país, sobre todo los de mayoría indígena, viven en las peores condiciones, sin derecho a la salud, la educación, la vivienda, al agua potable, a vivir con dignidad. De eso nadie le habló, estoy seguro, tampoco de los altos niveles de pobreza y pobreza extrema, así como que Guatemala ocupa uno de los primeros lugares en muertos por desnutrición, o sea por hambre.
“Bueno, no es tan así”–aclaró–, alguien lo mencionó, pero le quitó importancia al añadir que a pesar de esa situación la gente está mejor ahora que hace diez años.
–Lo que ocurre es que en este país hay dos Guatemalas –traté de explicar–. Una, la que disfruta de las mejores condiciones de vida, la capitalina de clase media, donde también hay que resaltar los altos índices de desempleo, y la otra, la que apenas sobrevive que es la inmensa mayoría, principalmente los pueblos indígenas. Aquí conviven cuatro pueblos: los mayas, los garífunas, los xincas y los mestizos. Y no todos tienen acceso a lo más elemental para vivir.
–Pero al margen de esto que le planteo, hay otra cosa que, para mí, vale la pena resaltar: las manifestaciones y bloqueos dejaron en claro que este país ha dado un paso adelante y que no aceptará que se vulnere la decisión expresada en las urnas. Si después de la primera vuelta, alguien pensó que se podía dar vuelta a ese resultado, se equivocó. Y más después del 20 de agosto, cuando se ratificó la aplastante victoria de Bernardo Arévalo.
El ambiente en la sala iba de la tensión a la crispación. El periodista esgrimía sus palabras con cierta pasión, mientras el visitante lo miraba con atención concentrada para entender lo que decía.
–Quiero decirle que, si alguien pensó que el sistema iba a aceptar sin más los resultados de las elecciones, pues se equivocó. Lo que hemos visto estos meses con el accionar del Ministerio Público, la Corte de Constitucionalidad, la Corte Suprema de Justicia, la Procuraduría de Derechos Humanos, y del propio presidente, forma parte de una estrategia que, en este momento, ellos saben que son como aquí se dice “patadas de ahogado”.
“Disculpe, no entiendo qué tiene que ver todo eso que me dice con los bloqueos y manifestaciones”.
–Que la muestra de convocatoria de los 48 Cantones, las alcaldías indígenas, los líderes ancestrales, las autoridades indígenas, que convocaron a las manifestaciones espontáneas de múltiples barrios en la capital, a un gran movimiento de masas, es la mejor defensa que puede tener el proceso democrático tan vulnerable en Guatemala. Ha sido un grito sonoro, unánime, de no aceptar más políticas entreguistas a los sectores oscuros de este país, donde el crimen organizado, los políticos corruptos, un grupo del sector privado que vive aún la guerra fría, están advertidos que su tiempo ya pasó.
–Creyeron que callando a la prensa, a los opositores, obligando a salir al exilio a periodistas, a operadores de justicia, a criminalizar a quien piense diferente, tendrían todo controlado. La realidad les estalló en pleno rostro y…
Tres golpes en la puerta, interrumpieron la charla. Un hombre entró para advertirle al visitante que tenía que ir a otra reunión. Se levantó, miró al periodista en silencio, extendió la mano para estrellarla con el comunicador, y dijo:
“Me llevo otra narrativa, como usted mismo la calificó, gracias por su tiempo”.