Por Manuel Chocano Estrada
Hemos tenido desde el gobierno del Partido Patriota doce años de impunidad, cooptación, corrupción y aun así esperanza. En esa docena de años las mafias han consolidado su poder y han logrado acaparar el aparato estatal, la población que votó por Bernardo Arévalo espera que él, los diputados de su partido y su gabinete resuelvan, en un poco más de 3 meses, la corrupción, cooptación y problemas estructurales que no se han resuelto en décadas.
Creo que hubo gente que se equivocó y pensó que, al asumir el gobierno, el presidente Arévalo automáticamente tendría un poder de tal envergadura para lograr terminar con las y los enemigos de la democracia de un manotazo. Y sin embargo la realidad es que estamos en una transición, donde quizá, si todas y todos ponemos de nuestra parte logremos consolidar la democracia, pero antes de que este gobierno pueda hacer tal esfuerzo necesita primero consolidar su poder.
Un ejemplo de consolidación de poder ha sido la relación cercana que Andrés Manuel López Obrador, presidente de México ha tenido con el Ejército Mexicano. Una institución que en años recientes ha sido acusada de violentar los derechos humanos de mexicanos y mexicanas, incluso participando en la desaparición de estudiantes en la Ayotzinapa. López Obrador ha involucrado al Ejército en labores de construcción de infraestructura, educación, patrullaje, seguridad civil y otras que escapan a las funciones constitucionales del Ejército. Sin embargo, MORENA y AMLO sabían que, en una estructura estatal hostil, donde el Poder Judicial Mexicano, el Instituto Nacional Electoral y otras instituciones hacían difícil el ejercer el poder sin temer a un golpe de estado o conspiraciones que vinieran de los partidos que tradicionalmente han tenido en sus manos el control estatal en la nación del norte: el Partido Revolucionario Institucional –PRI- y el Partido Acción Nacional –PAN-.
Esa relación con el ejército no ha sido fácil para López Obrador y le ha traído críticas justificadas, sin embargo, continúa siendo uno de los presidentes con mayor popularidad en América Latina, algo sin precedentes a punto de cerrar su presidencia.
En Guatemala en el estado en que han dejado el país Pérez Molina, Jimmy Morales, Alejandro Giammattei y Miguel Martínez, consolidar el poder no es fácil y no será un proceso virtuoso políticamente hablando, tiene que ser un cuidadoso juego de humo y espejos, esperando por un lado defender los intereses de la nación y por otro lado saber responder al pacto de corruptos, anteponiéndose a sus jugadas políticas y mediáticas que buscan generar un descontento general para de esa forma hacer viable un golpe de Estado.
El presidente lo definió como un juego de ajedrez y tiene absolutamente toda la razón, es eso, ajedrez. La gente quisiera que fuera una carrera de 100 metros planos, y no lo es. Arévalo es hijo del mayor demócrata que ha tenido Guatemala y nos guste o no, actuará como el hijo de su padre, buscando la manera de respetar la institucionalidad pese a que gran parte de esa institucionalidad no los respete ni a él, ni a su gobierno, ni a sus diputados.
Es por eso que pese a las críticas generales el presidente debe acercarse al Ejército, una institución que conoce y que busca modernizar, es lo que nos esbozan las acciones de estos primeros cien días, sin embargo, es comprensible que choque que un presidente socialdemócrata participe en eventos organizados por la institución armada ¿puede el presidente Arévalo consolidar su poder sin el ejército? La realidad es que no. Tampoco lo puede hacer sin tener una parte substancial del sector empresarial como aliado y entiendo que muchos de los votantes de Semilla sientan como una traición que el presidente se acerque a estos poderes, pero no es una traición es un movimiento defensivo que debe ser hecho para lograr prevalecer ante el Pacto de Corruptos.
Otra crítica frecuente que ha tenido el actual gobierno ha sido el acercamiento a diputados de partidos políticos que en algún momento de los pasados años estuvieron aliados con los gobiernos corruptos. Semilla no tiene los números suficientes en el Congreso para poder impulsar una agenda, las alianzas están justificadas con cualquier diputado que busque redimirse de una clase política que la población detesta y a la que ya no se le ve un futuro electoral “garantizado” como sucedía en otras épocas. Claro, esto significa ceder espacios a gente que nos despierta desconfianza, pero no hay muchas opciones.
En el ámbito internacional, Guatemala no ha tomado una posición en cuanto al genocidio en Gaza y el Gobierno ha sido criticado por ello. Arévalo en su visita en febrero a la Conferencia de Seguridad de Múnich, Alemania, afirmó su vocación pacifista ante el presidente de Israel. Debemos recordar que Israel es uno de los aliados más importantes de Estados Unidos, que a su vez ha demostrado ser un aliado vital para la democracia en Guatemala. El repudio del genocidio a los palestinos, más allá de una postura política humanista, lamentablemente no tendría ningún efecto práctico o tangible en el conflicto en medio oriente.
Para Guatemala sería arriesgar alianzas que han logrado mantener viva una democracia frágil. Hay un precio a pagar, esto es la “Real Politik”, el principio de la política donde la virtud, la moral y la ética son dejadas de lado para lograr un bien mayor, que no es otro que la subsistencia de la democracia en Guatemala y el fin de la corrupción.
Claro que lo ideal sería que Guatemala fuera una democracia consolidada, donde la subsistencia del gobierno elegido por el pueblo no estuviera sujeto a alianzas con países extranjeros que nos impiden (por el momento) estar del lado correcto de la historia. Arévalo no hubiera podido asumir sin el apoyo internacional y dicho apoyo fue concertado por países que hoy apoyan al gobierno israelí.
Arévalo necesita consolidar su posición con aliados que fueron claves para lograr la transición, autoridades ancestrales, organizaciones de Derechos Humanos, colectivos sociales e incluso comunidades urbanas como la colonia Bethania y Centroamérica.
En este juego de ajedrez político habrá que aislar a los radicales, confundir a los idealistas de la derecha extrema, comprar a los políticos oportunistas, negociar con los que no quieren ceder sus privilegios.
La “reina” en el tablero de ajedrez del Gobierno debería ser la población guatemalteca, una población que se quedó en el sillón de su casa mientras los diputados corruptos en el Congreso trataron de robarnos la democracia el 14 de enero. Mientras la población critica a un gobierno que lleva un poco más de 3 meses valdría la pena recordar que llevamos 143 meses de gobiernos que han corrompido el sistema tratando de salir impunes. Seamos pacientes y apoyemos quizá la última batalla por la democracia en Guatemala.