No soy publicista. Tengo amigos que lo son. Éticos. Profesionales. Responsables. Son dos a quienes considero mis amigos, quienes le dedican su vida a esta profesión. Del resto, solo conozco algunos a quienes más de una vez he saludado. El mundo de la publicidad es un sitio aparte del resto de los mortales, porque es gente que aprende a manipular el sentimiento de la gente con un fin específico: vender o comprar un producto.
En una sociedad de consumo como la nuestra, su trabajo adquiere mucha relevancia para las distintas empresas que publicitan su marca a través de la radio, la televisión y la prensa escrita, amén de los medios digitales que han revolucionado el mundo en la actualidad.
La publicidad puede ser engañosa. Mentirosa. Subversiva. Pero se paga por ella y se paga muy bien. También puede ser real. Directa. Provechosa. Educativa. Son dos caminos en paralelo que conviven sin ningún problema. Para algunos es hacer dinero de una forma profesional, sin importar ni quién ponga la plata, ni los principios que pueden sustentar una campaña publicitaria. En Guatemala hay verdaderos genios de la comunicación publicitaria. Ganadores de premios nacionales e internacionales.
Agencias de publicidad que cobran un ojo de la cara a sus clientes, a quienes sirven no solo para la publicidad de sus marcas, sino también para darle una mano a los amigos políticos que los buscan en las campañas electorales. Hay especialistas de propaganda. Esos profesionales son verdaderos creadores de campañas que pueden llevar a la presidencia a cualquier político. Hacen campañas basadas en estudios de mercadeo, crean canciones muy pegajosas con letras y música que la gente repite casi sin darse cuenta.
En fin, la vida del publicista no tiene tope. Está allí para ser requerido cuando la situación lo amerita. Por esa razón, durante la actual situación de crisis por el coronavirus, la actual campaña del gobierno de la república “Quédate en casa”, ha levantado más de una voz rechazando ycensurando tamaña creatividad en tiempos del covid-19.
Me imagino, tan solo eso: me imagino que se busca meterle un poco de miedo a la gente para que se quede en casa. Porque si uno se pone a analizar eso de que nos espera un terreno disponible en un cementerio cinco estrellas, pues es pura paja. La inmensa mayoría apenas tiene para llegar al cementerio general o al cementerio de su comunidad. Y en una caja de pino.
En otro, se habla de habitaciones disponibles con modernas bombas de oxígeno, dice, y cuidados intensivos las 24 horas. Con esa clara advertencia de que nos quedemos en casa, sino queremos ser huéspedes de esa sacrosanta habitación, también de cinco estrellas. Quiénes en este país pueden aspirar a algo así. Muy pocos en relación a los más de 17 millones de habitantes que somos. Con suerte, al de Villa Nueva, nomás.
Esas, las dos publicidades más comentadas. Luego está la otra con esa misma cantaleta de quédese en casa, y mire la serie “El fin del coronavirus”, simulando las letras de un popular servicio mundial de streaming. A ver: ¿cuántos de esos 17 millones de chapines tendrán acceso al mismo?. O sea que esto está dirigido a quienes tienen ese servicio. Publicidad dirigida a una clase social, al igual que las otras dos.
En fin, seguro el creativo de la agencia que hizo la campaña publicitaria, se sentirá muy feliz. Contento. Realizado. Complacido. Dirá como una gran justificación victoriosa, que solo con el hecho de que se hable de ella, ya es un éxito. Rotundo. Total. ¿Qué ganó el gobierno? Sin ser un experto, digo que nada. Así de claro: nada. Se puede ahorrar miles de quetzales en campañas publicitarias, si tan solo en este momento dice la verdad.
Es decir, si el gobierno no oculta las cifras reales de la pandemia, y dice sin miedo cuántos están contagiados y cuántos han muerto (sin importar origen social, religioso, económico o político), entonces no habrá necesidad de ninguna campaña publicitaria que le diga a la gente que se quede en casa.
Solo la verdad podrá evitar que la gente deje de pensar que esto es un chiste y que Guatemala está protegida por un manto divino. Solo las cifras frías y reales, pondrá a este país en el camino de la prevención eficaz, ante esta terrible pandemia.