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COVID-19: el circulo vicioso es cuadrado

Estos días se han convertido en momentos de mucha tensión. Miedo. Temor. Incertidumbre. Zozobra. Todos los medios de comunicación del mundo, tradicional y no tradicional, prensa, radio y televisión, digitales dedican grandes espacios a hablar del coronavirus y sus graves consecuencias. 

Muchas sociedades se han visto confinadas, luego que sus autoridades tomaran la decisión, de llamar a una cuarentena donde la gente no puede salir de sus casas. Deben quedarse encerradas, porque el número de contagiados y, sobre todo, de muertos, es algo que horroriza. Asusta. Mete miedo. Desquicia. Así, en las calles de España, Italia, Nueva York, Argentina nadie circula, todos están recluidos en sus viviendas.

En Chile, Colombia, Ecuador, Cuba, Costa Rica, así como el resto de países del continente, algunos gobiernos decidieron decretar el Estado de Excepción y otros un Toque de Queda (caso Guatemala), para frenar. Detener. Evitar. Contener. El avance de esta mortal pandemia.

Entre las primeras medidas que se tomaron en el continente, están la suspensión de clases en todos los niveles. Se cerraron las fronteras. Se suspendieron los vuelos provenientes de China, Irán, Estados Unidos, Europa, Japón y Corea del Sur.

En la mayoría de países del primer mundo, el ciudadano se ha quedado en casa. Eso sí, con apoyo de sus gobiernos. No están desamparados. Olvidados. Alejados. Tienen la posibilidad de quedarse en casa sin tener que salir a trabajar. Eso hace que las cuarentenas sean más efectivas.  En el resto de naciones de América Latina, la situación es otra. Diferente. Preocupante. Con grandes masas de personas en la pobreza y otras más en la miseria, es complicado que la gente se quede en casa tantas semanas porque no hay ingresos económicos que les apoyen. Asistan. Provean. 

En El Salvador, su gobierno junto al sector privado de ese país, tomó la decisión de suspender pagos de servicios esenciales y bancarios (telefonía, agua, luz, tarjetas de crédito, hipotecas, etc.), buscando aliviar la carga a la población. Su gente. Estos días de Toque de Queda en Guatemala, las redes sociales se han llenado de comentarios y fotografías de las calles de la ciudad. El clamor es que la gente se quede en casa. Está bien. Pero cómo va a sobrevivir la familia de un trabajador cuando lo despidan por no presentarse a trabajar.

Si las calzadas Roosvelth, San Juan, Aguilar Batres, la Calle Martí, y otras de acceso a la capital, se ven desbordadas en las mañanas, es porque son los trabajadores que viven en ciudades dormitorios como pueden ser Villa Nueva, Sumpango, Amatitlán, San Juan Sacatepéquez y otras decenas más, o que vienen de áreas alejadas como los que viven en la carretera al Atlántico, que se desplazan hacia la capital.

Eso que se está viendo en las calles es la gente que sale con su carro o su moto a trabajar, porque no puede quedarse en su casa. Es lo que llamamos la clase media trabajadora y sostenedora de sus familias. Quedarse en casa no es una opción para este enorme grupo de la población.

A esto hay que agregar a los trabajadores del sector informal. Son miles de personas que cada día buscan agenciarse el pan diario de manera honrada. Digna. Valiente. Aunque algunos lo no crean. Es así. Es real. Es verdadero: salir a ganar dinero, para vivir al día. 

Es aquí donde el gobierno debe poner mucha atención. Debe saber manejar esta situación. Es el círculo maligno del coronavirus. Si el trabajador no va a trabajar lo despiden. Si el trabajador no llega, la empresa quiebra. Y no me refiero a las grandes corporaciones. Eso es otra historia. Por eso me parece que hay que tomar conciencia de que la economía sin gente, igual se irá a lo profundo de este maremágnum que se vive hoy en día. 

Quedarse en casa para el asalariado, no es opción. Quedarse en casa para el vendedor informal, tampoco. Cerrar empresas, nadie quiere. ¿Entonces? El Estado debe mediar para que la crisis no le estalle en plena cara.  Y que tampoco el Congreso haga más difícil este tránsito con sus desatinadas medidas en el Legislativo, que tan solo reflejan su falta de compromiso con la población.