Por Haroldo Sánchez
Fotografías Carlos Sebastián.
Entre la realidad y la ficción …¿Cómo joder a estos comunistas de mierda? Quitándoles la base de las manifestaciones pacíficas –dijo, mientras somataba la mesa con su puño derecho.
–¿Pero cómo, jefe? –respondió el hombre que se sentaba a su izquierda.
–Es fácil. Infiltremos a nuestra mejor gente en la manifestación. Miren, esos encapuchados, serán nuestros mejores aliados y ni se darán cuenta. Hay que relajar la seguridad del Congreso, que lo hagan pedazos si es posible, mientras más daño se haga, mejor. Que la policía no intervenga para nada, que el Pelotón Antimotines esté listo para reprimir a puro vergazo a esos izquierdistas después del incendio que se producirá. Antes no.
–Jefe, en la plaza habrá gente pacífica, que…
Lo fulminó con la mirada. Lo miró fijo y el otro se calló de inmediato, tragando saliva, nervioso. Allí estaban los principales responsables de la seguridad del Estado, gente acostumbrada a obedecer y no a cuestionar.
–Parece que no has entendido nada, vos. Todos los que salen a la plaza lo que quieren es botar al Número Uno, y no lo vamos a permitir. Vamos a usar el pretexto de que fuimos atacados primero, que se destruyó el patrimonio nacional, porque en el Congreso verás que no solo van a quebrar los vidrios de las ventanas, sino que, además, habrá un buen incendio, eso sí: controlado. Eso nos dará la excusa perfecta para echar reata, como se lo merecen esos pisados.
“Además, quiero que haya gente tomando fotos y videos de los manifestantes en la plaza. Hay que documentar a todos esos que quieren provocar un golpe de Estado. Sobre todo, a los periodistas. A esos hay que seguirlos, porque son los responsables de que la gente se le voltee al gran jefe. Les encargo también que se ponga alguien a controlar que las torres para bloquear la señal de los celulares, se pongan a funcionar. Al menos podemos evitar que estén subiendo a las redes sociales sus mentiras…
–Podría explicarnos mejor su plan, así lo llevamos a la perfección, –pidió zalamero, quien durante años consideraba su más fiel aliado y quien lo conocía de sobra.
–Hay que quitar los candados de la puerta principal del Congreso. Que los pocos policías que están afuera, no hagan nada. ¡Pero nada! Que todo parezca que es iniciativa de los manifestantes. Allí estará nuestra gente con ordenes bien claras que deben ser ellos los que tomen el liderazgo del ataque, sin llamar la atención, deben ser los primeros en entrar y abrir una de las ventanas, la que está a la derecha de la entrada, luego abrirán las puertas. Hay que provocar un buen fuego, que sea captado por los periodistas muertos de hambre que seguro estarán en las afueras. Adentro estará todo preparado, no deben pasar más allá de la primera oficina, al hemiciclo no deben pasar. Tampoco somos mulas, muchá. Las llamas son escandalosas, ya verán.
Con eso tendremos las manos libres para luego darles reata a esos comunistas. Que los muchachos se empleen a fondo, y que sea parejo: hombres y mujeres por igual. ¿Qué harán con los periodistas que estén allí? A esos se los encargo el doble, ya saben cuanto los aborrezco. No me importa nada. Estoy convencido que los revoltosos le harán frente a los antimotines y eso será la excusa perfecta para luego disolver a la gente que esté en la plaza. La orden es que no lancen las bombas al aire, sino a la gente. Directo a ellos. Ah, por cierto, todo esto tiene un nombre clave: Operación Gavilán, por aquello de la Operación Pavorreal…
Las directrices del plan llegaron a los mandos medios de la Policía Nacional Civil y de la SAAS, los que escogieron a los mejores hombres para que se infiltraran. Todo estaba preparado por expertos en comportamiento de masas, quienes afirmaban que solo se necesita un pequeño empujón para que prendan fuego a todo lo que está a su paso. Desde las primeras horas del sábado, los agentes que se iban a infiltrar en la manifestación estaban listos. Encapuchados, con pasamontañas algunos, otros con mascarillas y gorras, vestidos con ropas negras, unos más con pantalones de lona. Cámaras y celulares, preparados para fotografiar y grabar a los presentes en la manifestación.
El plan se puso en funcionamiento y salió como la mente maquiavélica lo planificó.
UNA MANIFESTACION PACÍFICA. Desde antes de las dos de la tarde, las calles que conducen a la Plaza Central mostraban el movimiento de cientos de personas que se dirigían a manifestar de forma pacífica en contra del presidente, de los diputados, por la aprobación del presupuesto 2021, por el robo descarado de los recursos del Estado, y la galopante corrupción.
Mujeres, hombres, jóvenes, niños y personas de la tercera edad, solos o con sus parejas, formaban parte de aquel abigarrado grupo de personas que, con alegría, llegaban frente al Palacio Nacional, con banderas, gorgoritos y vuvuzelas. Una tarima permitía que distintas personas hicieran uso del micrófono para exteriorizar sus sentimientos. Todo se realizaba en paz. Solo los gritos resonaban en la plaza que es testigo de los reclamos legítimos de la gente, de la indignación popular frente a las injusticias que se cometen a diario en contra de la ciudadanía.
Entre el gentío, más de una mascota acompañaba a su amo, como una estampa que mostraba el momento que se vivía en el lugar, donde no había ningún acto de violencia, tan solo el rugido de quien se siente traicionado y decepcionado por el Gobierno, el mandatario, los ministros, diputados, magistrados y jueces.
Las pancartas con los mensajes escritos se lucían en distintos colores y formas. En esos pequeños pero grandes espacios se leía el total rechazo a una clase política que no ha tenido escrúpulos para aprovecharse del dolor de los afectados por la pandemia, y por las tormentas tropicales Eta e Iota. Y ese sentir es un derecho ciudadano que nadie debe reprimir. La manifestación transcurría con tranquilidad, hasta que en las calles aledañas se empezó a escuchar el estruendo de las bombas lacrimógenas lanzadas por la policía.
A pesar de eso, los llamados a la calma y a pedir que nadie se fuera, se hicieron escuchar. Los presentes no entendían por qué la violencia podía alcanzar a quienes en forma pacífica se encontraban en la plaza. Desde la mañana, un cordón de policías nacionales, hombres y mujeres, hacían una valla humana frente al Palacio Nacional. En ningún momento, fueron atacados, insultados, o afectados por los manifestantes.
Ante el temor de un ataque policiaco, un grupo de manifestantes empezó a movilizarse a un costado de Catedral, para evitar lo que se veía llegar: la presencia de elementos del Pelotón Antimotines. Poco después, la primera bomba lacrimógena fue lanzada en un sector del parque, al parecer por un elemento de civil. Esto inquietó a quienes se encontraban en el lugar y muchos decidieron irse. De nada sirvieron los llamados para que las personas no se fueran, porque finalmente la policía atacó y las bombas fueron lanzadas en contra de los manifestantes. El terror de la represión, se hizo presente, aunque cientos de ciudadanos se negaron a abandonar la plaza y permanecieron allí.
EL RECUENTO DE LOS DAÑOS… –Jefe, le doy parte que la Operación Gavilán, ha sido un éxito. Cabal como usted dijo: nuestra gente permitió que entraran al Congreso y el fuego jamás representó un verdadero peligro para el edificio, pero fue espectacular para las fotos y los videos. Y los enfrentamientos con los comunistas resultó de lo mejor. Nos llevamos presos a muchos de ellos, eso sí, los muchachos repartieron duro a todos por igual. Nadie se salvó de la pijaseada que les dimos.
El hombre sonrió satisfecho. Era un punto más a sus galones. Estaba seguro de que el gran jefe lo iba a felicitar. Lo único que lamentaba era que ese reconocimiento no fuera público. Amaba la fama, salir en los medios, estar en el ojo del huracán. Él nació para eso, para dirigir a otros y que hicieran lo que les ordenaba.
–Deciles que no bajen la guardia. Que esto recién empieza. Que estoy seguro que muchos se van a quedar en las calles y allí vamos a aprovechar para imponer la ley. Que salgan los carros lanza-agua y que cualquiera que anda por la sexta que sea bañado. Cuiden que las dotaciones de bombas lacrimógenas estén listas y que no vayan a hacerles falta. Duro con ellos. Que nadie baje la guardia y por el contrario, da la orden de que den palo sin mirar a quien.
El ambiente de aquella habitación olía a sudor, la tensión era palpable, al igual que la satisfacción del deber cumplido.
Es lamentable el regreso de Romeo Lucas y Donaldo Álvarez Ruiz al escenario nacional, Giamattei con su delirio de dictador se quitó la máscara y demostró su desprecio por la democracia atacando al pueblo indefenso de manera represiva, no creo que termine su período actuando de esa manera, ya no estamos en el año 1982.