Llegué temprano a la reunión. Iba nervioso, impaciente y con cierta aprehensión. Él estaba allí desde hacía rato. Ojeaba un periódico, y por un momento lo observé sin que se diera cuenta. Estaba canoso, envejecido, y cuando me vio, su mirada se iluminó. Teníamos muchos meses de no vernos.
– ¡Hermano! -exclamó emocionado, mientras se levantaba con agilidad, a pesar de su edad.
– Qué gusto verte, hermano -lo abracé, contento de aquel encuentro.
– Pucha, vos, estás panzón -exclamó, mientras me invitaba a sentarme.
– Y, vos, más viejo.
– Así es la vida en el trópico. Pero ni modo, los años no pasan por gusto. Es evidente que no has venido a hablar de mi edad. ¿Verdad?
– No. Vine para preguntarte qué está pasando en el país. Siempre has tenido las respuestas en la punta de la lengua. Dedicaste muchos años de tu vida a la política y sos el único que puede aclararme las dudas. ¿Por qué nada cambia en el país?, decime.
– Ay hermano. Son estructuras sólidas de muchas décadas que son difíciles de cambiar. Vos recordás que fui diputado y que llegué con el ánimo de hacer las cosas bien. Con el tiempo entendí que no era difícil, sino imposible. Un día recibí un sobre, adentro iban fotografías de mis nietos y la advertencia para que no me metiera donde no me llamaban.
Lo observé. Un rostro moreno, surcado por profundas arrugas. Sus ojos tenían la chispa de antaño, pero su sonrisa era triste.
-Y me pasé cuatro años jodiendo a los mafiosos, a quienes en su cara les decía lo que eran. Estaba en desventaja y mi bancada era pequeña. Allí, nada cambió. Llega gente sin escrúpulos, menos principios. Son personas cuyo único fin es hacer dinero. Hay sus excepciones, como en todo, y son tan pocos que no tienen ningún peso en las grandes decisiones, y no les queda otra más que gritar, denunciar sin poder oponerse a una maquinaria bien aceitada y perfecta para hacer negocios turbios que en nada benefician al país.
-Entonces, qué se puede esperar de los políticos, vos que los conocés mejor que nadie
-¿Querés saber la verdad?, pues muy poco. Existen demasiados compromisos que se adquieren antes y durante las elecciones. El financiamiento que se pone para una candidatura, luego hay que pagar el doble cuando se llega a la presidencia. Lo mismo pasa con los diputados, los ministros, los alcaldes y los gobernadores. Todos deben pagar el derecho de haber llegado con el dinero de otro.
-En estos tiempos cuando el mundo está convulsionado por el coronavirus, ¿dónde debería estar la función de los políticos en el Estado, según tu experiencia?
-Vamos a ver. Primero, este gobierno no tiene ni cinco meses; segundo, no es su culpa que el sistema de salud esté en trapos de cucaracha, como se dice en buen chapín. Eso es responsabilidad del que se fue y que robó como desesperado. Y, tercero, la pandemia no se la inventó el presidente. Así que, ante esto, debería tener una mejor comunicación con la población, alejar a los asesores que vuelven el tema político cuando es humano y social, y sobre todo, decir la verdad, no ocultarla, tanto en número de contagiados como de muertos, además que su herencia fue recibir en mal estado los hospitales que no están preparados para todo esto… la población lo entendería porque…
-Perdón que te interrumpa. Si no es responsabilidad del actual gobierno, entonces qué se debería hacer.
-Muy sencillo. Al menos para mi. Obligar a que todo lo aprobado por los diputados vaya a fortalecer el sistema de salud a nivel nacional. Que se dote de equipo y protección a todo el personal sanitario del país. Que se hagan suficientes test o pruebas. Que se apoye a la población más necesitada. Que la ley 15-2020 sea publicada en el diario oficial para ayudar a la gente. Que el sector privado, que está siendo golpeado por la crisis, no permita que la situación se haga aun más complicada para los guatemaltecos. El desempleo creció como no tenés idea. Hay padres de familia que han sacado a los hijos del colegio porque ya no pueden pagar más esas grandes cantidades que les sacan cada mes. La gente pobre será la más perjudicada, ya verás. Esto es por tantos años de desgobiernos, que solo se preocuparon por robar y no por trabajar por mejorar el país.
Hablaba de manera atropellada. Las palabras brotaban de su boca como chorros de lava ardiendo.
-No puede ser que los diputados hagan de la pandemia un botín político. Eso lo hemos visto. Se aprovechan de la situación para sus propios fines. Y nadie los detiene. Ni el presidente les ha puesto un alto a sus desmanes. Mira esa barbaridad que el presidente del Congreso se compró un baño portátil, que hasta masaje le da… Si se quiere bañar que lo haga en su casa y no gaste el dinero de esa manera tan infame. Allí deberían salir directrices para mejorar la situación de la gente más necesitada. Pero no. La mayoría de los congresistas han decepcionado a la población, que no se siente representada por ellos. En otros países la clase política ante la pandemia ha cerrado filas con su gente, aquí, ellos van por su lado y a los demás que se los lleve la chingada…