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No nos callarán

Por Haroldo Sánchez

El 2021 ha sido uno de los años más complicados para la prensa independiente en Guatemala. Los ataques, amenazas, destrozo de equipo, asfixia económica, descalificaciones, denuncias amañadas, persecución penal, criminalización y capturas han sido parte de un escenario que golpea a medios y comunicadores que se han visto señalados por el Estado, como sus enemigos ante las denuncias de corrupción, mal manejo de los fondos públicos y la entrega de los territorios a empresas extranjeras que esquilman los recursos naturales y dejan sin desarrollo y equilibrio de entorno natural, a las comunidades.

Nicaragua, Honduras, El Salvador y Guatemala son países donde los gobernantes de turno se han convertido en el azote de los periodistas y medios independientes. Solo aceptan a los que se hincan ante ellos, los que olvidan su compromiso y agachan la cabeza con tal de sobrevivir en medio de una crisis económica y de credibilidad que afecta a la gran mayoría de medios de comunicación tradicionales en estos países, donde las amenazas son constantes y bien dirigidas.

Cuando se escucha hablar a periodistas de Honduras, Nicaragua y de El Salvador, uno puede cerrar los ojos y creer que escucha a un colega guatemalteco. Las diferencias son más similares que diferentes: los gobiernos rechazan la crítica, la investigación periodística, la denuncia ante los abusos oficiales, la fiscalización, el ejercicio de la libertad de opinión y de pensamiento. Estos cuatro gobiernos se caracterizan por cerrar los espacios y crear mecanismos legales e ilegales, para acallar a quienes difieren de sus proyectos políticos, donde prevalece como moneda de cambio la corrupción a todo nivel.

Lo único que no han entendido estos gobernantes, es que el mundo no es igual al que ellos vivieron en los años 70, 80 o 90. El mundo cambió y ahora la información fluye como nunca. Es como una fuerza descomunal, como un río impetuoso que no acepta diques ni barreras. Hoy en día, la información le pertenece al ciudadano, en cualquier lugar donde viva. Eso sí, estos gobiernos aprendieron a utilizar estas nuevas herramientas de comunicación para engañar, falsear, atacar y manipular a su conveniencia. Las redes sociales se han convertido en aliados de quienes desinforman, pero también de quienes informan desde su propia labor de denuncia ciudadana. Ya es imposible callar la verdad cuando se tienen formas de denunciar lo que está ocurriendo.

En Guatemala los ataques se han recrudecido en los últimos años. Este 2021, hemos visto como la maquinaria del Estado a través de diversas instituciones, en lugar de perseguir delincuentes y capturar corruptos, dedica horas, recursos y personal para seguir, vigilar, intimidar, reflotar viejos juicios ya caducados, o crear nuevos para atacar a quienes consideran son la piedra en sus zapatos exportados de París o de Italia. No les gusta que les digan sus verdades y que salgan a luz sus trapos sucios. Eso los desquicia y enfurece.

Y hay algo que aún más les molesta: el periodismo comunitario. Este se ha convertido en su peor azote porque desde los mismos territorios denuncia lo que sufren las comunidades en temas como la extracción de recursos mineros, la explotación laboral y de recursos naturales, el desvío de ríos, la desertificación a que están sometiendo miles de hectáreas para la siembra de productos que no les reportan ningún beneficio, la mala gestión municipal y la violencia que sufren de manos de las propias autoridades.

Por eso señalaba las grandes diferencias que hay entre ese ayer de los gobiernos dictatoriales, -que los actuales presidentes de la región están reflotando-, y el hoy donde a través de las nuevas tecnologías cualquier persona, en cualquier lugar del país, puede ser un testigo presencial de los desmanes del Estado y darlo a conocer. Ya nada se puede ocultar. Podrán continuar con su estrategia de acallar a los periodistas, pero no podrán, nunca, hacerlo con los ciudadanos que han aprendido que con un teléfono pueden denunciar a través de textos, videos, audios y fotografías. Este fenómeno comunicacional, es uno de los grandes avances en sociedades como la nuestra, donde se busca acallar a las voces disidentes.

NO NOS CALLARÁN. Esa es la consigna de los periodistas guatemaltecos. Ni en la capital ni en los territorios lo podrán hacer. Por más que utilicen diversos recursos, sean estos lícitos o ilegales, no podrán acallar a un pueblo cansado de los malos gobiernos. No podrán quitarle el derecho a la gente de saber. De conocer a los funcionarios que llegan para enriquecerse. De gente sin escrúpulos que tienen como tarea seguir medrando de los ilimitados recursos económicos que el Estado les pone en sus manos voraces, para enriquecerse a costa del sufrimiento de sus propios vecinos.

La historia de nuestros pueblos está escrita con fuego. Por aquí han pasado dictadores militares y corruptos civiles, que, tutelados por poderosos grupos económicos, han saqueado estos países. El germen mismo de los dictadores, se reproduce cuando los grupos de poder se ven beneficiados y cierran los ojos, hasta que la porquería no les alcanza a ellos y se dan cuenta que confiar en políticos corruptos tan solo les llevará al descrédito nacional e internacional. Pero, ¿les importará eso? Mientras se vean beneficiados, a lo mejor no… Y quienes se les oponen, son tan pocos que prefieren mirar para otro lado.

Estos gobernantes que hoy rigen los destinos de la mayoría de países de Centroamérica, no podrán cambiar el devenir histórico del derecho a la libertad ciudadana, por más cooptado que hoy tengan sus Estados, y por más que intenten el silencio como su arma preferida. La lucha por un mejor país en estas naciones, sigue latente, y debe empezar por tener sociedades donde los hombres y mujeres tengan derecho a una vida digna, con educación, salud, vivienda, transporte, trabajo, comida y un entorno seguro y saludable. Esta lucha por alcanzar estos satisfactores jamás terminará, como nunca lo hará el derecho de la libertad de expresión que es un derecho de todos los habitantes de esta región.

En el caso de Guatemala por más mordazas que quieran imponer, son más las voces enfurecidas las que sonarán en los cuatro confines de nuestro país. NO NOS CALLARÁN.