Por Alba Merida
La madrugada del 15 de septiembre de 2022, en Quetzaltenango, en plena celebración de la famosa “Xelafer” ocurrió una tragedia que enluta a nueve familias y deja en zozobra a muchas más porque parte de sus integrantes resultaron gravemente heridos y heridas al no haber podido esquivar lo que las autoridades llaman “avalancha humana” cuando finalizaba uno de los conciertos.
Quienes vivimos en Xela, atestiguamos cómo las y los vecinos que residen alrededor del campo donde se efectuó este y otros conciertos, se opusieron desde un principio, hicieron saber al alcalde y su corporación municipal su desacuerdo, expusieron sus razones. El sitio no es el adecuado para este tipo de eventos, hay residenciales alrededor, poco espacio para el estacionamiento de vehículos, el acceso es complicado. Se trata de un enorme terreno sin ningún cuidado, en esta época de lluvia se vuelve un pantano, no hay luz, no hay seguridad. Pero ningún argumento hizo sentido, ni en las autoridades ediles y menos en las empresas que patrocinan estos eventos, cuya única finalidad es la venta de bebidas alcohólicas, hasta la saciedad. Por supuesto, la Cervecería Centroamericana, mediante su marca Gallo, puede patrocinar conciertos, sabe que con lo que venderá durante el evento, no solo recuperará lo invertido, sino que obtendrá jugosas ganancias.
Entre las fallecidas hay una mujer, su hija, sus amigas; de inmediato se sitúan las opiniones sobre la irresponsabilidad de la madre que llevó a su hija a este tipo de eventos “debería de quedarse en casa” “qué hace una mujer a esas horas de la noche en la calle”. Pienso que aceptar este tipo de argumentos significaría que todas deberíamos de quedarnos encerradas y nunca salir a divertirnos. En realidad, todos y todas tenemos nuestras propias formas de disfrutar lo que nos gusta. Lo que siempre hemos demandado son condiciones de seguridad para no sufrir ningún tipo de atropello, vejamen o desgracia como esta.
Quienes realmente son responsables de este tipo de tragedias son las autoridades y las empresas. No existe ningún tipo de control o por lo menos no el suficiente para garantizar la seguridad de quienes se sabe abarrotan los espacios donde se realizan estos tipos de eventos. No cuentan con protocolos para evitar que ingresen menores de edad. Al responsabilizar a una madre, se debería también señalar que debería de existir una autoridad que le haga ver el riesgo en que está poniendo a su hija o hijo y no permitir que ingresen. Es una cuestión elemental de protección a la vida. ¿Cuántas salidas de emergencia había en el lugar?, ¿de qué tamaño era la entrada principal?, ¿cuántos agentes de policía nacional civil o privada, había en el lugar?. ¿Quién controla la cantidad de bebidas alcohólicas que se venden?. ¿Había bomberos o personal paramédico para atender cualquier tipo de emergencia?. ¿Quién va a responder estas preguntas?.
Las autoridades ediles tienen doble moral, mienten, mientras se ufanan de tener medidas de prevención para la COVID-19, permitieron la aglomeración de personas. Fueron incapaces de gestionar con suficiente tiempo un lugar adecuado para la instalación de la Feria de Xela.
Conforme pasan los días, el alcalde, funcionarios y empleados municipales, no hacen más que ahondar la tragedia, se eximen de responsabilidades y se ponen a la defensiva. Posiblemente ganarían un poco respeto de nuestra parte, si los escucháramos decir que van a hacer algo, que van a intentar esclarecer los hechos; pero no.
Si tan solo comprendieran la magnitud del sufrimiento de las familias. A través de las redes sociales, conocemos un poco más de quienes fallecieron a causa de los golpes y asfixia. Mujeres y hombres jóvenes que seguramente buscaban un poco de esparcimiento, pero en este país, hasta eso puede trasmutar en dolor.
En cualquier ciudad, de cualquier parte del mundo ante una tragedia como la acontecida en Quetzaltenango, hubieran decretado luto. Pero aquí no estamos en cualquier lugar, estamos en Xela donde lo más importante era seguir con la feria. Al final esta patria que hoy celebramos se fundó a fuego y sangre.