¡Ay! nuestro fuego ya no existe. Moriremos de frío, dijeron.
Entonces Tohil les contestó:
¡No os aflijais! Vuestro será el fuego perdido del que habláis, les dijo entonces Tohil.
Popol Wuh
Ser homosexual e indígena en Guatemala significa doble discriminación para algunos hombres. El proceso de expresar su sexualidad es considerado más un acto de disidencia que de diversidad, dejando a un lado la mirada occidental para descubrirse y desde la espiritualidad maya conectar con el corazón del cielo y con el corazón de la tierra. Uk’ux Kaj, Uk’ux Ulew, como se dice en quiché.
Por Teresa Son y Emma Gómez
Tutora asignada por la IWMF: Cindy Espina. Ilustración Portada: Patricia López.
¡Ay, nuestro fuego! Esa es la expresión que resuena en los hijos e hijas de Tohil, el dios que otorga el fuego en la cultura maya. El fuego es una especie de portal que conecta a las personas con sus abuelas y abuelos, el cosmos y las energías que trasmite la tierra.
Enrique Salanic y Arcadio Salanic son dos hombres homosexuales mayas quiché de Cantel, Quetzaltenango. Son de diferentes generaciones y desde sus propios espacios trabajan para reivindicar su orientación sexual por medio de la cosmovisión maya, en donde el fuego se convierte en el espejo y el pasaje que les permite ver y expresar su sexualidad.
Desde la perspectiva de Enrique y Arcadio, el fuego es ese calor interior que los acompaña, que les mueve y apasiona. Dicen que ven en la llama del fuego, esa luz que les ilumina su camino a reivindicar su orientación sexual porque los conecta con sus antepasados y les llena de la energía que proviene de la tierra.
En el caso de Salanic desde los 23 años tomó la decisión de vivir su experiencia humana desde la espiritualidad maya: “yo descubrí una diferencia importante, en la religión o es blanco o es negro, pero en la espiritualidad maya, tú vives desde lo que tu corazón y el fuego te van diciendo y vas tomando esa decisión”. Esto mismo piensa Arcadio: “yo siento en la espiritualidad mi fuerza vital para vivir tal y como soy, de seguir creyendo en que puedo aportar para que el mundo sea diferente, sea menos peligroso para todos y todo esto lo descubro en mi nahual, es como mi guía”.
Desde una cafetería del centro histórico de la ciudad de Quetzaltenango, Enrique Salanic narra su historia. Su voz es serena y se mantiene rígida, aunque a veces se cuela una sonrisa. “Yo desde pequeño sabía que era”,expresa Enrique sin terminar la frase, pero no es porque quiera ocultarlo, sino porque ya es tan parte de él que hablar de esa manera es más un acto de inercia. Enrique Salanic tiene 29 años y se identifica como un hombre gay maya quiché.
Nació y creció en Cantel, Quetzaltenango, un departamento ubicado a 210 kilómetros de la ciudad de Guatemala. Cantel está rodeado por montañas que se desprenden de la Sierra de la Madre desde Chiapas, hasta llegar al altiplano guatemalteco. Desde cualquier punto del pequeño pueblo se puede observar el volcán Santa María, ese que se cubre de nieve entre diciembre y febrero y que sus bajas temperaturas rodean las casas de Cantel con una densa neblina durante las mañanas.
Ese es el pueblo donde Enrique Salanic también prende el fuego que ahora considera el pilar de su libertad para expresar su orientación sexual y su arte como actor de cine y teatro. Enrique es conocido por ser el protagonista de la película, Jósé, que se estrenó en 2018. Es una cinta que relata la historia de amor entre dos jóvenes homosexuales y es dirigida y escrita por el director Li Cheng de origen chino, quien dijo en una entrevista que decidió filmarla en Guatemala y con actores indígenas guatemaltecos, después de una investigación que hizo sobre los países más homofóbicos y racistas de América Latina. Enrique Salanic ve esta producción cinematográfica como una manera de visibilizar a la comunidad LGBTIQ+ indígena. Salanic también ha participado en las películas Días de luz, Roza y La llorona, esta última es creación del director guatemalteco, Jairo Bustamante.
Mientras toma un té, el actor profundiza sobre desde qué posición vive su homosexualidad. Dice que es desde otra perspectiva a la diversidad. Él llama a esto: disidencia, porque para él ser un hombre gay indígena no solo es identidad y orientación sexual, sino una postura política. “Con esto estamos diciendo que existimos y que siempre hemos estado, aunque no nos están tomando en cuenta”, explica Enrique con su voz serena, pero que denota mucha convicción al pronunciar su posición.
A la luz del fuego
Aunque ahora esa libertad la vive en su pueblo natal, no siempre fue así. El proceso de aceptarse y reconocerse tuvo que ser desde afuera de Cantel y de Guatemala. Cuando Enrique tenía 15 años ganó una beca de los Colegios del Mundo Unido para estudiar bachillerato internacional en Canadá, en donde también estudio actuación teatral. “Fue como un balde de agua fría, porque me decían que sentir eso (emociones y atracción) por otro hombre era normal”. Esto último lo dice Enrique ahora con mucha calma y normalidad, pero recuerda que los días de descubrimiento personal significaron para él una etapa de mucho temor.
Canadá fue el lugar donde se descubrió; su nahual y las ceremonias mayas fueron el lugar en donde reivindicó su identidad como un hombre gay y como indígena. Enrique dice que entiende su vida, su misión, su profesión, su sueño y su identidad sexual-cultural desde la vivencia de su nahual. “El nahual, en la cosmovisión maya, es el canal de comunicación y conexión con las energías del cosmos que tienen las personas. Es la energía-espíritu de cada persona, que ilumina, inspira, guía y armoniza la vida”. De esta manera lo explica Ana Puac, Aj’quij’ (sacerdotisa maya) de Quiché, quien fue consultada para explicar mejor los procesos de la espiritualidad maya.
Son las 5 de la mañana, el frío de Cantel contrasta con los colores cálidos de las velas que alumbran los elementos del altar maya. Junto a este elemento el incienso, poom (tipo de trementina), ocote, panela, dulces y chinchines (sonaja de tarro) dan los olores y sonidos a la ceremonia maya que Enrique está por iniciar. “Es un momento para conectar con nuestras abuelas y abuelos, lo más importante es tener la disposición de vivirlo”, dice Enrique mientras agrega más velas a su altar, como parte del ritual que lo hace conectar con él mismo.
El actor continúa y explica que una ceremonia supone disponer de la buena voluntad y el deseo de experimentar el fuego. Este elemento incandescente, la llama del fuego, es visto desde la cosmovisión maya como el que genera la conexión con el corazón del cielo y el corazón de la tierra, entonces las personas hacen sintonía con los deseos de su corazón para llegar conectarlos con esa energía que les mueve en la vida. Para la cosmovisión maya, la ceremonia es el centro del cielo y de la tierra porque se une la totalidad de la vida: Uk’ux kaj, Uk’ux ulew.
“Conectar con la propia energía no solo es entender el sentido de la vida, sino sentir que lo que vives y haces tiene su propósito, es como sentir que tú mismo y lo que está a tu alrededor te van confirmando que sí ese eres tú y vas creando tu propio camino”, relata Enrique la experiencia que el ritual ancestral trae a su vida cada vez que lo ejecuta.
Una visión menos occidental
La búsqueda por reivindicar su orientación sexual a través de la espiritualidad que se desprende del fuego que se enciende en las ceremonias es algo que se ha transmitido de otras generaciones. Arcadio Salanic, un hombre gay maya quiché de 52 años, originario de Cantel Quetzaltenango, también se descubrió de esa manera, pero su vida y su lugar de lucha son distintos al de Enrique.
“Yo hablo con mi nahual todos los días. Es la energía que me equilibra, siento que es otra persona que me acompaña, guía, protege ante las adversidades de la vida. Es como sentir una fuerza interna que acompaña e inspira. Esta experiencia a veces no se puede explicar, pero se vive”.
De esta forma describe Arcadio como ha enfrentado la doble discriminación: en su comunidad por ser gay y en otros espacios y lugares de Guatemala por ser indígena.
«No es lo mismo ser gay indígena, que ser gay ladino, porque te buscan por tu bonito cuerpo, por tu color de piel, por la belleza homogénea y uno que es moreno, no lo aceptan”, expresa Arcadio sobre cómo ha sentido en otros espacios de la misma comunidad LGBTIQ+ en Guatemala.
Arcadio es líder indígena de Cantel y desde su perspectiva, ese es uno de los municipios más conservadores de Quetzaltenango. Su liderazgo y constante participación política y social no han evitado que haya sido discriminado, hasta el extremo de ser amenazado de muerte por expresar libremente su orientación sexual.
La discriminación y amenazas lo hicieron buscar apoyo con otras personas de la comunidad LGBTIQ+, pero no siempre encontró la aceptación y eso le llevó a buscar una forma propia de trabajar para hacer visible las luchas de derechos humanos desde su identidad cultural. Es por esa razón que empezó a trabajar para crear la organización LGBTIQ+, K’ab’awil, que desde la cosmovisión maya significa “doble mirada o dualidad”.
Esta organización está integrada por hombres homosexuales e indígenas de Quetzaltenango. Su objetivo es reivindicar el orgullo de la comunidad LGBTIQ+ indígena. Arcadio Salanic dice que su principal enfoque es disminuir las violencias en contra de la comunidad LGBTIQ+ maya, porque por su orientación sexual enfrentan discriminación hasta desde sus propios vecinos quichés.
Esta organización en formación representa la doble mirada, la dualidad del ser, explica el líder indígena. Creen que desde esta forma de organizarse pueden defender “su lado masculino y femenino”, mientras que por medio de la conexión espiritual de la cosmovisión maya encuentran la fuerza y convicción para enfrentar la discriminación por su orientación sexual y racismo. Actualmente la integran once personas de diferentes lugares, la mayoría son hombres bisexuales y el resto son hombres y mujeres homosexuales. La organización se encuentra en la fase de constitución legal para tener el respaldo jurídico y trabajar en el occidente del país.
El Ministerio Público (MP) recibió, a octubre de 2022, un total de 97 denuncias, las cuales registran la violencia contra la comunidad LGBTIQ a nivel nacional. El MP no tiene registro por identidad cultural, porque esto no está considerado en el formato para interponer denuncias. Sin embargo, nueve de las personas que acudieron al MP después de haber sido víctimas de un acto de violencia por su orientación sexual e identidad de género, se autoidentifican como indígenas mayas.
Lambda, una organización que defiende y asiste a la población LGBTIQ+ reporta más de 25 asesinatos en contra de personas de esta comunidad durante 2022, pero el MP solo reporta un homicidio en el departamento de El Progreso.
Una doble discriminación
El académico y cineasta homosexual maya kaqchiquel, Marco Chivalan, explica la visión de Enrique y Arcadio, quienes representan a dos generaciones distintas de hombres homosexuales indígenas. El académico que ha investigado este tema coincide con Enrique Salanic. Dice que para ellos no es solo diversidad sexual, es disidencia, lo describe como “salirse del guacal”. El académico señala que las personas gays mayas son vistas como una minoría dentro de la comunidad LGBTIQ+, como un grupo inexistente y considera que eso es también un tipo de violencia racial. “Yo prefiero decir disidencia y no diversidad, este es un término occidental y no refleja en su totalidad la existencia de nosotros, las personas disidentes”, agrega Marco.
El investigador social continúa y explica que disidencia hace referencia no solo a ser diferente y diverso, sino es un concepto que aborda sobre alterar una concepción ya establecida respecto a “ser hombre o ser mujer”, o peor aún, lo que significa ser persona y cómo expresar su sexualidad. “Disidencia porque responde a dar la fuerza y energía a la decisión firme de vivir conforme a lo que se decide y no conforme a lo que imponen la sociedad o la misma comunidad LGBTIQ+”.
El académico y cineasta ahonda más sobre la doble discriminación que enfrenta la comunidad LGBTIQ+ indígena en Guatemala. Él la llama “no existencia” y dice que es una exclusión que los pueblos indígenas arrastran desde la colonia. “En el imaginario social sobre el sexo, desde lo colonial se ve solo desde lo heterosexual y la búsqueda de la mejora de la raza, da preeminencia al matrimonio, como mecanismo seguro para conservar la higiene racial. Entonces, lo sodomita, no es solo mal visto por ser homosexual sino sobre todo por su racialidad”, concluye.
Reportaje realizado con el apoyo de la International Women’s Media Foundation (IWMF) como parte de su iniciativa de ¡Exprésate! en América Latina.