Morir silenciadas: mujeres atravesadas por la violencia en medio de la crisis.

La pandemia del coronavirus transgredió límites y fronteras de todos los países del mundo y puso en evidencia la necesidad urgente de elaborar estrategias para garantizar la salud y la seguridad de la población. Así también expuso los hilos más finos de la sociedad. En una cuarentena que supuso un beneficio general, muchas mujeres se encontraron solas, o con niños y niñas, encerradas con su agresor. En este contexto surgió “Violentadas en cuarentena”, publicada en Distintas Latitudes, es una investigación colaborativa regional realizada en 19 países de América Latina y el Caribe sobre la violencia contra las mujeres por razones de género durante la cuarentena por la COVID-19. La investigación, en mención, fue apoyado por el Fondo Howard G. Buffett para Mujeres Periodistas de la International Women´s Media Foundation.

«Violentadas en cuerentena» fue realizado por 66 personas entre periodistas, factcheckers, diseñadoras, ilustradoras, traductores y realizadoras, integrantes de la Red Latinoamericana de Jóvenes Periodistas de Distintas Latitudes, periodistas aliadas de Chicas Poderosas y periodistas independientes en 19 países de América Latina y El Caribe. Factor 4 publica hoy el texto correspondiente a Guatemala.


Por Melisa Rabanales/Guatemala

Al menos 140 mujeres asesinadas, 57 femicidios tipificados  y más de 19 mil denuncias de violencia contra la mujer es el saldo que deja la cuarentena. Entre la dificultad para acceder a la justicia y un sistema que no responde, organizaciones civiles hacen lo posible para mitigar la violencia de género.

No se había cumplido un mes desde el inicio de la cuarentena cuando, de acuerdo con los registros del Ministerio Público (MP), tres mujeres q’eqchíes fueron asesinadas en Guatemala el mismo día: cinco de abril. Tres femicidios, la misma fecha y el mismo municipio: Senahú, Alta Verapaz. Según el MP, tenían 20, 33 y 73 años. En los registros aparecen como “amas de casa”. Son los únicos datos identificados, no hay información sobre la causa del hecho, la relación con sus agresores, si se conocían o si eran familiares. Aún así, parecen ser la excepción: en la mayoría de casos lo único que aparece en los registros son las edades y el lugar del hecho. Sus nombres, como el de todas las víctimas de femicidio, no son compartidos por las autoridades por considerarlos información sensible. En los medios de comunicación los casos pasaron desapercibidos. En medio de una pandemia, especialmente en las aldeas más pobres del altiplano guatemalteco, las muertes de mujeres suelen quedar en silencio. 

Veinte días después, un caso sí llegó a los medios comunitarios. Fue el de Hilda Chub, de 34, asesinada en el caserío Raxtul Rubetzul, también en Senahú.  El video compartido en Facebook mostraba el cuerpo de la mujer trasladado por los vecinos y al agresor capturado por líderes comunitarios que después lo entregaron a la policía. Se desconoce si Hilda murió por la golpiza que le había propinado su pareja, el pastor evangélico Santiago Sub, o si fue por caer en el precipicio por tratar de huir de él. O si fueron las dos cosas. Cuatro hijos se quedaron sin madre. 

De marzo a junio de 2020, en plena pandemia, el Instituto Nacional de Ciencias Forenses (INACIF) contabilizó 140 muertes violentas de mujeres asociadas a hechos criminales en investigación en todo el país. De estas, 57 fueron identificadas como femicidios por el Ministerio Público. Es decir, mujeres asesinadas por el hecho de ser mujeres. Pero, el problema para clasificar los femicidios ha sido un punto ciego en el país, especialmente porque las cifras oficiales rara vez coinciden y las instituciones públicas tienen grandes deficiencias para contabilizar. El Grupo Guatemalteco de Mujeres (GGM), organización feminista que lleva a cabo sus propios conteos a través de una metodología que combina la información oficial y el monitoreo de medios, contabilizó, desde marzo hasta mayo, 83 femicidios. 

En el caso de la población trans, las cifras son aún más precarias. Debido a que no existe una correcta clasificación acerca de la identidad de género de las víctimas por parte del Ministerio Público, es difícil saber con exactitud cuántas mujeres trans fueron asesinadas en la pandemia. Las instituciones públicas no las nombran. Stacy Velásquez, coordinadora en Guatemala de la Red Latinoamericana y del Caribe de Personas Trans (Redlactrans) y Directora Ejecutiva de OTRANS- Reinas de la Noche, aseguró que hasta el 29 de mayo, tres mujeres trans habían sido asesinadas. La primera en época de confinamiento fue Stephanie Cardona Matías, quien murió a cuchilladas en marzo. En junio, la página de Facebook de la organización agregaba dos esquelas más. 

En el inicio de la cuarentena Lucrecia de Cáceres, del Ministerio Público, y Dorotea Gómez de la Procuraduría de Derechos Humanos, habían expresado su preocupación por las bajas de las denuncias que recibieron comparado con los meses previos al confinamiento. Esto lejos de ser un alivio, evidenciaba que las mujeres podrían estar más en peligro pues las convivencia con el agresor les dificultaba denunciar y pedir ayuda. Mientras los meses pasaban, las medidas se fueron relajando y las cifras empezaron a subir de a poco. De marzo a junio, el MP recibió 19099 denuncias de violencia contra la mujer.

Ante la alerta de diversas organizaciones, el Observatorio de la Mujer del MP, la PDH y organizaciones civiles pusieron en marcha campañas de denuncia. El siete de abril, la línea 1572 del Ministerio Público dejó de convertirse en una línea de asistencia y reporte de mujeres desaparecidas, y pasó a ser también una instancia para recibir denuncias formales. De marzo a junio, la línea recibió alrededor de 800 llamadas relacionadas con violencia contra la mujer. Entre ellas llamadas de emergencia, denuncias y asesorías.

Se activaron también 403 alertas Isabel-Claudina para reportar a mujeres desaparecidas en el mismo periodo de tiempo. Una de ellas fue la de “La china”, la primera alerta activada para una mujer trans en la historia de Centroamérica. 

Edda Robles, analista encargada de la Unidad de Enlace Mujer del Ministerio Público aseguró que desde la institución “se ha trabajado fuerte para brindar asistencia a las mujeres en época de confinamiento”. Indicó que, además de las líneas, han formulado campañas para que las mujeres puedan bajar la aplicación del botón de pánico. Según la información oficial, del 17 de marzo al 27 de agosto, la aplicación fue descargada 335 veces y 10 mujeres solicitaron auxilio a través de ellas. Sin embargo, según el Censo 2018, solo el 17% de la población en Guatemala tiene servicio de internet. 

A pesar de los esfuerzos señalados por las autoridades del MP, Dorotea Gómez, Defensora de la Mujer en la PDH, denunció que en mayo, cuando trató de verificar la atención en la línea oficial, nadie contestó. Intentó más de veinte veces en dos días, pero tampoco recibió respuesta. Dorotea afirmó que a partir de las recomendaciones que emitieron a raíz de los hallazgos, notó un leve cambio en la línea de atención, pero, el problema es más profundo: el sistema de justicia es uno de los más ineficientes de América Latina y del mundo. De acuerdo con World Justice Project, Guatemala ocupa el lugar 118 de 128 en el ranking de efectividad del sistema de justicia criminal en el mundo. 

La Defensora de la Mujer en la PDH aseguró: “Lo que nos preocupa es que reciben las denuncias pero hay una debilidad en fortalecer el proceso de investigación y en entregar los expedientes a los juzgados correspondientes. En cadena también hemos identificado como debilidad institucional el hecho de que no todos los juzgados están funcionando. Por ejemplo, salió una noticia en el periódico de que algunos jueces están diciendo que la mora judicial se puede profundizar al punto de que hay algunas audiencias que estaban programadas para este año que, por el recargo de trabajo, puede ser que se realicen en 2024”.

Giovanna Lemus, del Grupo Guatemalteco de Mujeres, coincide en que los esfuerzos no logran contener la necesidad de las mujeres, que no se hace lo suficiente y el sistema está fallando en darle seguimiento a las denuncias, sobre todo, en las áreas menos urbanizadas: “Recibir la denuncia no es actuar, no están actuando de manera conjunta con todas las acciones para tener medidas de protección.  En los territorios del interior,  tenemos información que ha sido difícil porque quien debería actuar es la Policía Nacional Civil, pero está sobrecargada por la pandemia. En algunos territorios ni les hacen caso, hay situaciones complicadas. En la ciudad al principio sí estaban atendiendo, cuesta un poco que respondan. Así que no hay respuesta consciente ni eficaz de que respondan. Las organizaciones hemos estado acompañando, accionando, con las mujeres que denuncian directamente con nosotras”. 

Fabiola Ortíz, del GGM, señala que una de las principales deficiencias de las líneas del Ministerio Público es que no existe una línea especializada para mujeres que hable alguno de los 22 idiomas mayas. Edda Robles, por su parte, asegura que la línea cuenta con una persona habla k’iché; en el caso de los otros veintiún idiomas mayas, el xinca y el garífuna, afirma que se coordina con un intérprete a nivel nacional para hacer una llamada tripartita entre la víctima, el personal del MP y el intérprete. La eficacia de esas llamadas es casi imposible de comprobar. 

Ante las evidentes falencias que tienen las instituciones públicas para atender la violencia de género, diversas agrupaciones como OTRANSel Grupo Guatemalteco de Mujeres (GGM), Mujeres Transformando al Mundo y Fundación Sobrevivientes, han implementado mecanismos para auxiliar a mujeres que han sufrido violencia durante la pandemia. 

Desde GGM, en conjunto con redes y organizaciones de derechos humanos, lanzaron campañas para que las mujeres puedan tener otras líneas a dónde llamar en caso de ser violentadas, o para brindarles asesoría y apoyo legal. De esta manera, se logró descentralizar las llamadas del MP. “En este momento, tenemos un modelo de atención de apoyo telefónico. Eso concentra todas las áreas, y si las mujeres necesitan asesoría legal, atención médica o albergue temporal, se coordina a través de otras organizaciones”, explica Fabiola Ortíz. Además agrega que no solamente están atendiendo llamados por violencia, sino que también hay muchos procesos anteriores a la pandemia que han quedado estancados. Muchas mujeres están preocupadas de que su agresor regrese. 

Además, existen varios centros de apoyo integral, que funcionan como albergues para mujeres en situación de emergencia. “Lo que está pasando mucho es que llaman terceras personas, están hablando por las mujeres, pero nosotras tenemos que acompañar a las mujeres mismas porque son sus decisiones. Tienen que tomar decisiones informadas y no por terceras porque a veces dicen que ella necesita albergue pero no sabemos cual es la situación de la mujer”. sostiene Ortíz.

Desde Otrans, Stacy Velásquez asegura que también se han creado estrategias para paliar las violencias hacia las mujeres trans. A través de una estrategia llamada COVIDA, han logrado dar asesoría en materia de salud y derechos humanos, atención médica y asistencia para quienes hayan vivido algún tipo de violencia o estén en situación precaria.

Mientras la violencia de género sigue arrebatando vidas en Guatemala, activistas y colectivos feministas trabajan por estrategias que permitan defender la vida de las mujeres, que permita nombrarlas y saber sus nombres; exigen que el Estado fortalezca las medidas de atención a las víctimas. Que las instituciones contesten cuando hay emergencia. El camino, aunque está empezado, aún parece largo.

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