Por: Carlos Barrios
Desde: Quetzaltenango
En Quetzaltenango se está volviendo normal ver camionetas con personas deportadas de manera masiva y arbitraria de los Estados Unidos. Es de entender que el acuerdo de Tercer País Seguro, firmado por el ex presidente Jimmy Morales, Sandra Jovel, ex ministra de Relaciones Exteriores y el exministro de Gobernación, Enrique Degenhart, traen ahora letales consecuencias.
Resulta contradictorio que, en plena cuarentena, estado de calamidad y el toque de queda que en realidad es una restricción a la movilización, el cierre de vuelos y fronteras anunciadas por el gobierno, etc., para resguardar la seguridad sanitaria de los guatemaltecos. Pero cuando se trata de deportaciones, no existen los protocolos humanos para proteger la vida de las personas entrantes, como para los que respetamos las indicaciones que en cada cadena nacional se dan, o salen nuevas, se repiten o bien, se refuerzan las mismas.
No puedo dar crédito a que se olvide tan rápido a las personas que un día salieron del país por las razones que fueran. Quienes en los últimos años han dinamizado una buena parte de la economía del país. Me llama la atención un análisis aparecido en Prensa Libre el 05/04/2019, donde se hace referencia que en el primer trimestre de ese año ya habían ingresado al país Q.16 mil 561.8 millones en concepto de remesas. Haciendo un análisis más a fondo, quiere decir que cada hora ingresaba al país Q.1 millón. Esa cantidad de dinero, pasa por el sistema bancario, lo cual significa que también hay otros sectores y personas que se benefician de los migrantes. Si se tienen esos datos, significa que se tiene control del dinero que genera la población guatemalteca migrante de casi 1.5 millones, pero para algunos únicamente representan números y estadísticas en dinero, lo cual no destaca que esos ingresos se traducen en desarrollo para las comunidades de donde son originarios.
No dudo que atrás de cada persona retornada hay una historia, hubo penas, deudas, familias tristes, desempleo, hipotecas, sueños, persecución de la policía de migración, captura y traslado a su país de origen, entre otros. Y ahora por la pandemia mundial y el pánico o temor a contagiarse, ver a un migrante o extranjero es sinónimo de coronavirus. Creo que el encierro está sacando muchas cosas guardadas del ser humano.
Resulta contraproducente la aglomeración de personas generada en la zona 11 de la ciudad quetzalteca, irrespetando normas sanitarias. Se expusieron debido a la falta de protocolos y procedimientos claros e informados, para toda la logística de recibimiento a los deportados, lo cual pudo haberse salido de control con la corresponsabilidad de las propias autoridades departamentales. Pero esta postura es también por la falta de reglas claras por parte del gobierno nacional, departamental y municipal en cuanto a comunicación y procedimientos claros. Para evitar lo sucedido, como dijo una autoridad ancestral, “esto si no se controla ahora, será un polvorín”, lo que significa que hay vacíos en este tema y puede volver a suceder de no contar con tales procedimientos.
No comparto tratar a los guatemaltecos deportados como si fueran “mojados” en su propio país. Deben instalarse lugares específicos y estratégicos de cuarentena en las fronteras, para ser coherentes con los discursos en cadena nacional.