Desde los territoriosLa Entrevista

De acuarelas y murales.

7 Min de lectura

Por Daniela Sánchez Lemus

Benvenuto Chavajay nació en 1978, en San Pedro la Laguna, Sololá. Estudió en la Escuela Nacional de Artes Plásticas, Rafael Rodríguez Padilla (1996-2000). Docente, “excultor”, “despintor”; galardonado con numerosas becas, premios y residencias artísticas. Ha expuesto colectivamente en Guatemala y en otros países.  Su trabajo se basa en visibilizar los factores que fortalecen la identidad cultural, percibiendo su entorno, sin dejar de cuestionarlo; denunciando y recreando una forma de expresión que recontextualiza lo que quiere expresar. Vive y trabaja entre San Pedro la Laguna y Ciudad de Guatemala.

Entre sus exposiciones más destacadas se encuentran las exposiciones colectivas en:  

Museum of Latin American Art (MOLAA), en Long Beach, California.

«Trans», Centro Cultural de España de la Ciudad de Guatemala. 

«Los Desaparecidos», Centro de Formación de la Cooperación Española, Antigua Guatemala. 

«Suave Chapina», Centro Cultural Metropolitano CCM, ciudad de Guatemala.  

Individuales:

Mexico City Artist Pension Trust APT, Ciudad de México.

XVI bienal de Arte Paiz, ciudad de Guatemala. 

La presente entrevista con Benvenuto Chavajay pretende una retrospectiva de su comienzo en el quehacer artístico, hasta su última intervención con los murales «Encierro versus Sobrevivencia» en la Calle principal de San Pedro La Laguna, Sololá.  

Benvenuto, ¿a qué edad empezó su interés por crear?, ¿qué le llevó a expresarse de la forma como  lo hace artísticamente?

Vivíamos en la orilla del lago de Atitlán, un día vi un turista pintando con acuarela, me llamó la atención lo que hacia y me quedé todo el tiempo con él. Por algo del destino, me regaló las pinturas: eran acuarelas. No tenía ni idea de las pinturas de acuarela, vi que se usaba agua y color. Por mi cuenta fabriqué mis pinceles, usé cola de caballo y alambre de paraguas, mi papel era hojas de periódicos, no tenía noción del papel para acuarela, menos de las abstracciones de manchas de color en papel periódico; eso fue a mis 9 años de edad. Después de mis clases de primaria, pasaba frente a una galería comercial, me quedaba horas viendo un cuadro de acuarela, era un paisaje. Luego, me iba a mi casa a recopilar lo que mis ojos lograban capturar. Me formé de niño, a pura observación empírica. Por cierto, mi pueblo, es un pueblo de una tradición pictórica de carácter costumbristas al óleo, intenté imitar a los pintores de mi pueblo por mala suerte y por destino nadie me enseñó a pintar, además que cobran mucho por enseñar. Les mandamos “al miércoles de ceniza”, mi papa y yo, pues no teníamos dinero. Qué bueno que nadie quiso enseñarme a pintar. De niño siempre fui curioso dialogaba en silencio, abrazaba mi timidez.

Ese primer acercamiento a la acuarela, su formación empírica y el legado cultural de San Pedro ¿cómo influyeron en su formación y experiencia en el ámbito artístico nacional?

Después de cursar los básicos en mi pueblo, crucé por primera vez el charco del lago de Atitlán, de Panajachel rumbo a la ciudad de Guatemala en compañía de mi padre, puro adolescente. Era el año 1996. Viví en la zona 5 de la capital, aunque no era muy recomendado. Ingresé en la Escuela Nacional de Artes Plásticas «Rafael Rodríguez Padilla», donde estudié y aprendí las diferentes técnicas de la pintura. Me especialicé en Escultura. En 1998, en la misma escuela, conocí a Roberto Cabrera, quien llegó como director. A mi parecer, con él fueron los mejores años de la escuela. Cabrera llevó como profesores a Rodolfo Abularach, Ramon Ávila, Manolo Gallardo, Ana María Sobral, y otros más, realmente cambiaron la formación de la escuela. Más adelante, Cabrera como artista investigador me invitó a acompañarle a visitar diferentes pueblos y rincones de Guatemala, para investigar los diferentes cultos y ritos de San Simón y Maximon. Hay una gran diferencia enorme entre San Simón que está en todas partes y Rilaaj Mam (como Maximon está una imagen en Santiago Atitlán). Sin titubear mi formación y mi escuela y/o universidad se llama «Roberto Cabrera». Recuerdo que me decía: yo no te enseño a pintar, sino a pensar. Lo acompañé desde 2003, hasta el último momento de su vida un 22 de julio del 2014.

Con los años mi experiencia con Cabrera, en el devenir de la ciudad y el pueblo, surgieron las inquietudes y maneras de ver el arte, inclusive de lanzar preguntas inquietantes a mi padre, cómo por ejemplo: ¿papá qué es el arte para usted? Un silencio total. Luego, mi padre responde: hijo, no sé, no existe en nuestro idioma ni en la mente el Arte. Ese silencio de mi padre, me silenció. Poco a poco empecé a traducir y a transcribir el gran silencio y  cambió mi manera de percibir el arte. Recuerdo de niño cuando mi papá hablaba con la piedra, con la tierra, con los árboles, con las cositas diminutas, y decía que todas las cosas tienen alma y tienen vida, son sagradas. Arte para el mundo occidental, sagrado para mis ancestros. 

De esta experiencia, aquí ahora, me considero un trabajador social, uso la metáfora y analogía para simplificar la realidad, desempolvar la historia y activar la memoria a través de esa cosa llamada Arte. Mi condición como excultor y despintor: excultor ya no hay necesidad de pegar a la piedra, a la piedra se le pone alma, como hacia mi padre; le  acariciaba y le hablaba a la piedra, des pintor: prefiero pintar conciencia, conciencia de un pueblo silenciado y olvidado de las capas y grietas de las heridas del colonialismo y el oscuro de la modernidad. Al pueblo se le regresa su dignidad, se le retorna las almas  y no las armas, armas del mundo sistema global y sus componentes. Por estos andares de la vida, me encontré con las prácticas de lo local, ancestral y conceptual a una tracción de la realidad cotidiana, eso es contemporáneo. Con inmensa seguridad, el arte puede sanar una realidad,  regresa la dignidad de un pueblo. En los últimos años me he sumergido en las teorías latinoamericanas del giro descolonizador y de la filosofía transmoderna, he intentado teorizar desde la sombra de mi ombligo y proponer una transbisagra desde el Arte.

«Excultor ya no hay necesidad de pegar a la piedra, a la piedra se le pone alma, como hacia mi padre; le  acariciaba y le hablaba a la piedra.»

«Con esta pieza, me hago excultor, no hay necesidad de pegar a la piedra, a la piedra se le escucha su palpitar, la piedra se dignifica, el escultor eccidental pega ala piedra para sacar ojos y boca, en mi caso solo escucho el alma a la piedra a travez de un estetoscopio.»
Benvenuto Chavajay

En el contexto actual, en donde hemos de limitar la interacción social y ha cambiado la cotidianidad tal cómo la conocíamos ¿cómo está viviendo esta pandemia?, ¿cómo lo viven los pobladores de San Pedro La Laguna?

La gente, vecinos, amigos, compadres, los Chaaq, en las casas, en las calles, en las esquinas, en todo el pueblo, se sumergen en el silencio. En las horas de toque de queda, solo los perros, las piedras, las calles gritan en silencio los olores de los humanos. Gente en las calles se reunen, hablan más las manos con ademanes, las miradas guardan nostalgia y preguntan en qué hemos fallado, en qué nos hemos convertido, se ha deshumanizado la humanidad. Hemos reflexionado el sistema global y sus componentes; civilización capitalista neoliberal, cómplice del desarrollo de derecha o izquierda. Como pueblos originarios no nos sirve, no funciona, se ha caducado, se ha desboronado, en sí, no es para nosotros. Mas bien, los pueblos originarios debemos retornar a nuestra ancestralidad, a las practicas ancestrales, al K´EXOOJ como trueque. Nuestros ancestros no tuvieron la necesidad de dinero para sobrevivir, tampoco la necesidad de escribir o leer para sentirse como gente. No somos del ser, sino del estar. Ellos sintieron y convivieron con la naturaleza, naturaleza pura. El sistema mundo global y pandemia, nos ha modificado, nos ha desenfocado en el horizonte de la historia. Iglesias, parques, escuelas, museos, bares y cantinas con candados, playas asoladas; en sí, encerrados, tapados y cubiertos. A pesar de todo, no lograron tapar nuestras piedras, no lograron tapar nuestros lugares sagrados. Disfrutamos la sombra de nuestros árboles, aun saboreamos el olor y saber de la tierra. Al igual no pudieron colonizar nuestra dignidad hace más de 500 años. Es momento de aprender a desaprender y reaprender a recontextualizar el futuro sin olvidar el pasado ancestral. Al retornar se obliga a retoñar, poner el pasado adelante. En resumen, mi reflexión y de lo que habla mi gente en estos momentos difíciles.

Ese silencio presente a lo largo de su vida, en su entorno, esa relación tan cercana a la naturaleza, ¿tuvo incidencia en la idea de los murales que hizo en la calle principal de San Pedro?

La respuesta, va enlazada con la pregunta. Surge de la necesidad de reflexionar el silencio y el olvido de los pueblos originarios, traducir sus preocupaciones y sus inquietudes de la vida y de la sobrevivencia ante esta catástrofe. Civilización versus naturaleza o encierro versus sobrevivencia. De la traducción a la transcripción como obra de arte o en este caso, pintura en pared, es mi exposición personal en mi pueblo.

Para finalizar, tomando en cuenta su concepto de traducción a la transcripción como obra de arte, ¿cuál es su percepción de la relación de los habitantes de San Pedro con los murales? 

Los habitantes de mi pueblo están acostumbrados a ver campañas de partidos políticos y campañas de evangelización cristianas. Inclusive, hasta elementos de deporte. Los eslogans de los partidos políticos, la iglesia y el deporte, dividen familias, pueblos y naciones; el arte y la cultura unifican humanidades. Con los murales es dar un poco de dignificación a las calles principales de San Pedro La Laguna. Muchos vecinos quieren sus propios murales en sus paredes.

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