Saltar al contenido

¿Una prensa debilitada? No lo acepto…

Por Haroldo Sánchez

Esta historia viene de lejos, no es nueva. La lucha contra la corrupción que se produjo durante la época del comisionado Iván Velásquez al frente de la CICIG y de Thelma Aldana en el MP, marcó el destino de los medios independientes en Guatemala. Esos días mostraron el camino para acabar con la crítica y la fiscalización: se trató de ahogar a los medios a través de quitar la pauta a los más “incómodos” y dejarla a sus “aliados”. Los despidos se volvieron algo común en los medios de comunicación desde 2018, y a la fecha, se habla de más de 250 periodistas desempleados hasta el día de hoy.

            Viendo de forma desapasionada, hay que señalar que, quien pone dinero en un medio, a través de la pauta publicitaria, exigirá que se le proteja. Sea gobierno, sean empresarios. Si ponen su dinero donde se informa la verdad, no será algo agradable para aquellos cuya vida transcurre entre las sombras de la impunidad y la corrupción. Los periodistas siempre se enfrentan a esa fina línea de la censura y la autocensura para poder sobrevivir, tanto en lo físico, como en lo económico. Y los medios, también.

            Las presiones son parte de esta profesión, al igual que el miedo, las amenazas y la descalificación. Antes se mataba, hoy se despide y así se calla a quienes se vuelven críticos, que terminan siendo señalados de “comunistas”, de “izquierdistas”, y con esos calificativos se ven apuntados por quienes se consideran “víctimas” de la información libre y esclarecedora. Durante años, los periodistas guatemaltecos han sido etiquetados por algunas personas y grupos de poder político y económico.

            Las manifestaciones ciudadanas del 2015, marcaron un antes y un después del periodismo nacional. Medios que se dieron a la tarea de apagar fuegos, de ocultar información, de tergiversarla, de manipular noticias, de ponerse del lado opuesto de la historia. Otros, decidieron tomar partido por la lucha contra la impunidad y la corrupción. Son estos últimos, los que pagaron el costo mayor: se les acusó de ser los portavoces de la CICIG y del MP, y su personal fue acusado falsamente de ser comunista, de estar al servicio de un complot nacional, que buscaba derrotar al gobierno de Jimmy Morales, y se les hizo ver como si fueran los responsables por divulgar las investigaciones realizadas en contra de actores vinculados al gobierno y de algunas empresas señaladas.

            Los periodistas esperaban los “jueves de CICIG”, porque de allí emanaban noticias de alto impacto. Cuando terminaban las conferencias, se mandaba a buscar la contraparte, a los señalados públicamente, y jamás quisieron atender al llamado de los reporteros asignados para ello. Hoy, se conocen las razones: no querían ser expuestos, aún más, al escrutinio mediático. Algo comprensible, pero que tuvo su parte negativa: eso dejó al medio desnudo, expuesto, al dar la apariencia que solo se daba espacio a las declaraciones de Velásquez y Aldana.

            En ese tiempo, de a poco, en las salas de redacción y las gerencias, se empezó a descubrir que esa cobertura a CICIG y MP, era un arma que se volvía en su contra. Las cámaras empresariales cerraron filas con sus agremiados y señalaron a los medios de comunicación independientes, de estar al servicio de esos dos “comunistas”, y ordenaron retirar la pauta de los “indeseables”, (hay que destacar que esta decisión, no fue aceptada por todos y que hubo honrosas excepciones). Allí empezó lo que hoy se vive con la crisis de las empresas de comunicación, con despidos, reducción de salarios y de personal, y debilita a los mismos medios que luchan por sobrevivir y que se agravó con la pandemia.

            La crisis económica de los medios tiene algunas lecturas: la posición ante la lucha contra la impunidad y la corrupción, la crisis económica, la ausencia de pauta comercial y oficial, y las redes sociales que se convirtieron en vehículos de competencia en el área de la publicidad y la difusión de noticias, y una mínima inversión económica que hace el sector empresarial, comparado con los costos de los medios masivos. A estos aspectos, se suma el coronavirus que es como el golpe directo al corazón, que arrasa con los medios tradicionales, sin ninguna distinción: radio, televisión y prensa escrita.

            Con la llegada de este gobierno, la relación con los medios tradicionales ha sido más tranquila y menos conflictiva, pero no se puede decir lo mismo con periodistas de medios digitales, como los casos de Marvin del Cid, Sonny Figueroa, Pavel Vega, Plaza Pública y, sobre todo, periodistas comunitarios, en su mayoría indígenas (como lo ocurrido con Anastasia Mejía, en Joyabaj, Quiché), perseguidos y encarcelados por su trabajo. Estos periodistas y medios, tocan temas álgidos, uno de ellos el de Centro de Gobierno, que generó fuertes tensiones que llegaron incluso, a la detención arbitraria y montada, de Figueroa, uno de los firmantes de la investigación.

            Este tiempo es complicado para la prensa guatemalteca. Existe la inquietud de que la prensa independiente que ha sido fundamental en la búsqueda del fortalecimiento de la democracia, sea barrida del entorno y ya no se pueda fiscalizar, denunciar y poner al descubierto los ataques en contra de la institucionalidad.

            Los poderes fácticos encontraron al final, la forma de minimizar los efectos de una prensa que ha visto como se intenta cerrar los espacios de crítica. Ahora, la lucha de los medios de comunicación (tradicionales y digitales), es por sobrevivir, y tratar de encontrar la forma de ejercer esta profesión con compromiso y entrega en la búsqueda de un mejor país. Estos son días de preocupación y reflexión.

            Lo que hay que destacar, es que, a pesar de este panorama un tanto pesimista, los periodistas guatemaltecos siguen trabajando sin descanso, proponiendo, fiscalizando, denunciando y que, incluso, en la prensa escrita y digital, a través de las columnas de opinión y  de periodismo investigativo, se leen importantes voces que se convierten en la expresión de un país que no se rinde, que no se doblega y que lucha por que la prensa continúe con esa tarea de servir a la ciudadanía y no a los gobernantes.

            Con medios independientes y periodistas que trabajen con libertad, Guatemala podrá salir de la crisis a la que la gente sin escrúpulos la tiene postrada. Si se doblega a la prensa, el país es el que pierde y con él, todos sin excepción. La democracia se fortalece con una oposición fuerte y una prensa independiente, hoy, esos baluartes, aunque golpeados, buscan su lugar y su espacio, para seguir aportando a que tengamos el país que todos merecemos tener.