Editorial

Cuando no hay transparencia…

5 Min de lectura

Por Haroldo Sánchez

Crea fama y échate a dormir…

Todo gobierno está sujeto a la crítica. Lo haga bien o lo haga mal, siempre habrá diversas opiniones de acuerdo a quien se sienta beneficiado o perjudicado. Esto también le pasa a los personajes públicos en todos los ámbitos de la vida. Incluso, en la propia casa, se está a merced del juicio de quienes están cerca y que conocen a plenitud al otro. La crítica estará presente, guste o no a quien la recibe. Hay crítica constructiva, y la hay destructiva. Y la crítica hacia el gobierno, existirá porque está sujeta a la fiscalización pública, al monstruo de las mil cabezas.

Este gobierno desde sus primeros meses, ha sido objeto de muchas críticas. Empezando con la creación del Centro de Gobierno, por las diversas implicaciones que tuvo este organismo, creado a sabor y antojo de una persona a quien se le permitió que usurpara las funciones del vicepresidente. Luego llegó lo que se señaló de malos manejos en el tema de la pandemia, cuando se aprobaron millones de quetzales para fortalecer el sistema de salud, y un año después no hay resultados y la situación está peor con la actual ola de contagios.

 A ello hay que sumar el pago por las falsas pruebas de Covid-19, otros tantos millones de quetzales que se “esfumaron”, además de los escándalos públicos por malos manejos en los ministerios de Comunicación y Desarrollo, y no digamos la cooptación de la justicia. En cada uno de estos casos, y otros más, Giammattei siempre salió a defender a sus funcionarios, echándole la culpa a sus enemigos políticos y a los periodistas independientes, que lo acusan sin razón. Ah, y sin pruebas, dice…

Cuando una persona, señalada de cualquier acto delictivo, pide, exige, reclama, demanda las famosas “pruebas”, pareciera que sabe que tales “pruebas” no existen y así cree estar libre de todo pecado. Es decir, un corrupto puede muy bien cubrir sus acciones, aprendió muy bien a hacerlo, y no dejar ninguna huella de su mal proceder, de esta manera puede demandar que se le demuestre que no robó, sabiendo plenamente que no hay nada físico: una firma, un comprobante, un recibo, un cheque que lo involucre en sus acciones.

En el caso del gobierno podría ser todo más fácil si fuera transparente en todo lo que realiza y que involucra mega millonarios desembolsos. Es más, ese dinero no le pertenece como pasa con una empresa privada, cuyo capital financiero está protegido por ser asociaciones mercantiles y donde nadie puede meter las manos (salvo la SAT, por supuesto). Pero con los dineros públicos, es otro cantar.

¿Por qué el gobierno de Giammattei no muestra las pruebas de que se pagó, como dicen en el pueblo: ¡como Dios manda!, la compra de las vacunas Sputnik V? Todo lo tratan de esconder con aquello de la confidencialidad, cuando la ciudadanía está exigiendo vacunas para enfrentar la pandemia. ¿A quién le puede interesar que los ciudadanos de este país no sepan directamente hacia dónde van esos millones de quetzales aprobados para comprar las vacunas?

Hace unos días hablaba con una profesional vinculada a la salud, quien entró a la página de la vacuna Sputnik y se encontró con la sorpresa que se mencionaba a países (como México y Argentina) que habían hecho pedidos, y estaban las fechas de entrega, pero jamás encontró el nombre de Guatemala.

El presidente y luego la ministra, afirmaron en diversas declaraciones que pronto iban a llegar esas vacunas y dieron a conocer los días que se recibirían, pero nada pasó. Luego estalla la filtración de elPeriódico, señalando que el gobierno fue estafado por un intermediario, a quien le entregaron más de 600 millones de quetzales y en declaraciones de este lunes, afirmó la ministra de Salud que no sabía exactamente cuándo llegarían las Sputnik.

Como ocurre siempre, el gobierno señaló de falsa la información. Pero no demostró lo contrario: pruebas concretas de que se pagó como debía ser y que existen comprobantes de quién recibió esa millonaria cantidad. Así nos hubiera callado la boca a todos los guatemaltecos que han puesto el grito en el cielo con este nuevo desastre gubernamental, en momentos cuando la pandemia golpea con más fuerza. Ahora la demanda no solo es: ¿Dónde está el dinero? sino ¿Dónde están las vacunas?

¿Qué queda en la conciencia de la ciudadanía? El malestar de ser de nuevo engañados. Al margen de si fue estafado el Estado o no, no puede ser posible que, en un país con tantas necesidades, se siga hablando cada poco tiempo de millonarias cantidades que se pagan y que no se vea el resultado para la población. Y por esos malos manejos de dinero, nadie resulta implicado y llevado a juicio. Al parecer, no existe conciencia en el Estado que, mientras esos millones desaparecen, miles de niños mueren por la falta de alimentos. Y señalarlo, no es comunismo, es decir la verdad.  

¿Y quién tiene la culpa de las sospechas que generan los negocios del gobierno? Los mismos gobernantes por ser opacos y nada transparentes en los negocios públicos. Pareciera que todos los que están en el gobierno buscan salir de pobres, llenarse de un dinero que les permitirá a sus próximas tres generaciones pasarla bien, sin importar la vida de los millones de personas que sobreviven entre la pobreza y la miseria, el desempleo, la falta de salud, vivienda, seguridad, alimento.

Ante la opacidad y falta de transparencia de sus actos, desde que asumieron el poder, cualquier señalamiento que se le haga al gobierno, tendrá inmediatamente credibilidad porque se han ganado el rechazo de una ciudadanía que dejó de creer en ellos. En el caso de las Sputnik, aún pueden aclarar el proceso de desembolso de los 614 millones, el contrato que firmaron, como lo ha hecho el Gobierno de Honduras y mostrarse de cara al sol porque quien nada debe, nada teme. Pero prefieren seguir con el juego de esconder el contrato escudándose en la «confidencialidad» negando el acceso a la información a la que tiene derecho la ciudadania.

LA HISTORIA LOS RETRATA. Son ya muchos los gobiernos que llegan al Palacio Nacional (figura decorativa), para robar. Es como si a nadie de ellos les importara la gente. Buscan desesperadamente ser electos y no les preocupa pasar años de años en ese afán y ambición, endeudándose y creando compromisos ineludibles con quienes los mantienen ese tiempo de espera, donde no trabajan más que en alimentar sus aspiraciones políticas, para luego llegar al poder y no tener ni siquiera un programa de gobierno donde aporten soluciones a uno solo de los gravísimos problemas que tiene Guatemala. ¡Ni a uno solo!

Hundir al país es fácil. La clase política ha sido muy astuta para hundirlo durante décadas. ¿Hasta dónde pueden llevar a una nación cuyo mayor activo es la gente que sale a Estados Unidos? Porque lo que sostiene a Guatemala son las remesas que mandan los migrantes. Querer decir o aparentar lo contrario, es tan solo seguir mintiendo. Esos miles de compatriotas que salieron un día hacia esa nación, son los verdaderos héroes de este país. Sin ellos, la situación de millones de personas, sobre todo en los territorios, sería terrible. Y son otros de los grandes olvidados de los presidentes que cada cuatro años, como candidatos, los visitan, solo para engañarlos y conseguir que les den dinero fresco.

Con un gobierno sin alma ni espíritu de compromiso, nada cambiará. Al contrario, continuará el deterioro social, económico y político. Cuando los sinvergüenzas obtienen poder, todo fluye hacia sus bolsillos y son los que salen de pobres para engrosar la fila de los llamados millonarios emergentes, que se han convertido en un gran número de personas y familias, que cambiaron de status social y que los sectores dominantes tradicionales terminan por aceptar, porque para ellos el dinero no tiene mal olor ni es un problema de clase, mucho menos, importa de dónde y cómo llegó.

Cuando no hay transparencia, se aprovecha el delincuente convertido en político y luego en funcionario.

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