Por Daniela Sánchez Lemus
En la mayoría de países del mundo, el acceso de las mujeres a los puestos equitativos, tanto en el mundo económico como en el artístico, sigue siendo muy difícil. En pleno siglo XXI, las mujeres, que representan el 35.35% de la población activa en Guatemala, sólo el 10% representa las direcciones de empresas con al menos un empleado.
El mundo artístico y cultural guatemalteco también sigue este patrón de discriminación de las mujeres en su progresión profesional, este es un tema para levantar el velo sobre la realidad que viven algunas mujeres que deciden dedicarse el arte y comprender mejor la diferenciación, cuando no la discriminación, que pueden llegar a experimentar en países como el nuestro.
En el sector cultural, la igualdad de oportunidades se evidencia en el nulo interés por parte del ente rector en el tema, (el Ministerio de Cultura y Deportes), por crear políticas y programas de promoción a artistas mujeres, mucho menos un plan institucional en temas de género que propicie la participación de las mujeres en el arte y la cultura.
En Guatemala, el perfil «típico» de quienes coleccionan arte contemporáneo refleja una persona con un alto nivel educativo, profesional y social; elementos que permiten concebir esta práctica bajo el aspecto particular de las clases sociales con más recursos económicos. Esta particularidad de la composición social del grupo de coleccionistas de arte contemporáneo explica en parte el lugar que ocupan las mujeres dentro de este pequeño mundo del arte guatemalteco.
La historiadora francesa, especializada en sociología del arte, Raymonde Moulin (febrero 1924-agosto 2019) explicaba en su estudio pionero de 1967 que en la alta burguesía y la aristocracia las mujeres tenían un estatus especial en relación con el arte. Siendo así, si es posible pensar más allá de los factores sociales más generales que nos confinan a las mujeres a posiciones subalternas en la mayoría de los ámbitos de la vida social.
El camino de muchas mujeres en la plástica, no solo en Guatemala sino en Centroamérica, ha sido a pulso. En esta primera entrega para dar a conocer el trabajo de diversas mujeres en las artes plásticas en Guatemala, conoceremos a la artista visual Nora Pérez, quien ha participado en diferentes exposiciones nacionales e internacionales de las cuales destacan la Bienal de Arte Paiz curada por Cecilia Fajardo Hill en 2014 y La intimidad es política curada por Rosa Martínez en 2017. En 2014 obtuvo el tercer premio de la subasta de arte latinoamericano: Juannio, en su 50 edición.
Los medios de expresión que Nora utiliza son performance, fotografía, grabado y el collage. Formó parte del equipo del medio digital Plaza Pública de 2012 a 2015, fue parte de Fundación Yaxs estando a cargo de la comunicación institucional, producción editorial basada en archivo, diseño y dirección de arte. Fue parte del equipo creador de la revista feminista Ruda, proyecto en el que fue directora creativa. Actualmente trabaja en proyectos propios de diseño, arte e investigación.
Parte de su trabajo ha sido documentado en el Catálogo Mesoamérica Tierra Encendida (Junio-Agosto 2021)
Dentro de su trabajo visual, surge también la denuncia y la reflexión, ejemplo de ello fue la Trilogía desde la Colonia, un proyecto que Nora realizó durante 3 años por etapas : Asunción (2015), Transacción (2016) y Caja Negra (2017)
La última parte de la trilogía en mención, “Caja Negra”, constó de diez cajas- cápsulas de concreto, las cuales fueron dejadas a la deriva en distintos espacios públicos relacionados al contenido, para ser abiertas, descubiertas debajo de los escombros.
Esta intervención, registró “momentos históricos que configuran una dicotomía con eventos del momento. Es un registro de la memoria para entender el desastre a través del abandono”.
Para Nora el acceso al arte termina siendo para pocos “porque no hay obra en el espacio público y la situación de los museos públicos es bastante precaria”. En su caso su primer contacto con la expresión artística, supone ella, se dio “en el momento que tuve mis primeros crayones” “Siempre me vi haciendo lo que me gustaba y lo que me gustaba era crear”.
Al preguntarle en qué momento se reconoció como artista su respuesta fue contundente, para ella la cuestión de la identidad es bastante compleja y no cree que exista un momento específico donde se reconozca la persona como tal, “sino que el mismo medio te va reconociendo y vos te la creés en algún momento. Yo nunca me nombré artista sino que me nombraron, no sé cuándo. Actualmente no sé si todavía voy muy bien con esa etiqueta”.
La artista visual recuerda que en el momento en que expuso su obra, habían bastantes convocatorias que se abrían a artistas sin experiencia y buscaban que las personas participaran. “Me rechazaron una y otra vez, y yo seguía y seguía. Finalmente me aceptaron en una y luego las cosas comenzaron a fluir. Ahora, ya casi no hay convocatorias, pero estoy segura que me volverían a rechazar y rechazar. Mi punto es que no creo que algo tenga que pasar sino que vas ganando el espacio con trabajo y resolviendo tus errores” menciona con total seguridad.
“La gran mayoría de artistas de la plástica en Guatemala tenemos muy malas prácticas laborales y profesionales, pero posiblemente venga también de formación muy mala, sin embargo, como en todo, el arte conlleva una filosofía y, cuándo la formación artística está bajo un Estado ultra conservador, lo que vas a tener es una formación ultra-conservadora, donde los artistas solo están para aprender a reproducir imágenes que adornan y amplifican ese pensamiento. Si formás artistas y tenés una ciudadanía sin pensamiento crítico, lo que vas a obtener son pésimas instituciones públicas y públicos sin ninguna formación o criterio; además de artistas que no pueden llenar una solicitud de beca, por ejemplo.”
Tiene claridad al decir que más allá de exigirle al Estado que “valore» el trabajo artístico y el esfuerzo que muchas veces conlleva decidir dedicarse a él, primero prefiere que se la respete al no esperar que sea una caja de resonancia de mensajes a conveniencia de cada gobierno de turno.
“Como ciudadanía deberíamos poder tener acceso a educación de calidad basada en nuestro desarrollo como seres humanos, sin importar la carrera que se decida estudiar”, algo que Nora ve como complejo, pero no imposible.
Al preguntarle cuál ha sido su experiencia como mujer artista en un país en donde se sabe que la mayoría de espacios están manejados por hombres, su respuesta fue: “de agotamiento”.