Editorial

Al migrante a palos.

5 Min de lectura

Por Haroldo Sánchez

“¿Sabes que este país no estuviera como está, si no fuera por las remesas que cada año llegan de los migrantes guatemaltecos en Estados Unidos? Solo del 2016 al 2020, se han recibido 45 millardos de dólares en el país, y sin ir más lejos, el año pasado ingresaron 11.3 millardos de dólares que han sostenido la economía en plena pandemia”, explicó el empresario mientras tomaba un sorbo de té verde. “En Centroamérica, los migrantes son el verdadero motor de nuestras economías, y sin ellos, aquí seríamos países sin presente ni futuro, y con muchísimos más problemas de los que ahora tenemos”, enfatizó.

Las macanas en alto, sostenidas por brazos fuertes, hombres de mirada firme en rostros curtidos, obedientes y no beligerantes a las ordenes recibidas, donde destaca el uniforme castrense. Golpean con fuerza cabezas, hombros y espaldas, de quienes tienen enfrente. No importa a quién, tan solo hay que obedecer las directrices del Comandante General de las Fuerzas Armadas, o sea, del Presidente de la República, quien siempre agradece a los migrantes que desde Estados Unidos envían las remesas para que su gobierno siga adelante y agradece de manera pública, su gran aporte.

Vado Hondo, Chiquimula, fue el escenario, una vez más, del accionar violento de las fuerzas de seguridad, esta vez, en contra de migrantes hondureños que huyen del narco gobierno que los tiene en la miseria. A pesar de tratados migratorios, de compromisos entre los gobiernos de la región, del respeto internacional por la migración, el ejército guatemalteco fue enviado a detener y reprimir la caravana procedente de uno de los países más pobres del continente, gobernado por un presidente a quien Estados Unidos, vincula con el narcotráfico.

Niño observa a los antimotines en Vado Hondo Chiquimula, durante travesía de Caravana Migrante/Fotografía: Diana Fuentes.

No se puede aceptar como “normal”, la feroz embestida contra hombres, mujeres y niños hondureños, por elementos del ejército de Guatemala, que demuestra la política represiva del gobierno de Alejandro Giammattei. Hay quienes se asombran ante la brutalidad contra la caravana de hondureños, como si en el año que tiene este gobierno, la actitud del mandatario al frente del Estado ha sido de violencia verbal, amenazas, descalificación, burla y racismo, que luego se transformó en algo físico como ocurrió el pasado mes de noviembre, durante las protestas pacíficas, donde la policía nacional civil atacó a mujeres y hombres, y detuvo a periodistas independientes y activistas, tras agredirlos y dañar sus equipos de trabajo. Ese día, dos jóvenes atacados por elementos del pelotón antimotines, perdieron un ojo.

Paramédico atiende a manifestante durante jornada de manifestación 21N/Fotografía: Carlos Sebastian.

Los políticos centroamericanos siempre se han llenado la boca con eso de la hermandad, la unión regional, y la justificación de la importancia del Parlamento Centroamericano, y señalan a quien quiera oírlos en el mundo, que la región es una sola. Retórica parlanchina y mentirosa, que esconde a los gobiernos del área dedicados al robo descarado de los recursos, para reproducir millonarios emergentes, entregados a la corrupción y ahora al narcotráfico.

¿Por qué hay migrantes de estos países hacia Estados Unidos? Porque aquí se mueren de hambre, son víctimas de la pobreza y la miseria, de la exclusión, del abandono en salud, educación, vivienda y seguridad. De la falta de empleo y de oportunidades. Sobreviven en condiciones terribles y creen que salir es la única opción que tienen para ellos y sus familias. Durante años el migrar era la solución de los guatemaltecos. Y son pocos los hogares donde no hay migrantes, no solo en Estados Unidos, sino también en Canadá. Hacia esos países han tenido que ir estudiantes, mujeres, campesinos, obreros, profesionales, técnicos, indígenas y todo aquel que se marcha para convertirse en esos países, en mano de obra calificada. Algunos logran crear sus propias empresas, y miles de mujeres trabajan en casas de ciudadanos estadounidenses, y cuidan a otros hijos.

Caravana Migrante es detenida por grupo de Agentes de la Policia Nacional Civil en Chiquimula/Fotografía: Diana Fuentes.

Esos millones de dólares anuales que envían los migrantes, permite que Guatemala siga adelante. Aún en un año de pandemia del coronavirus, las remesas siguieron llegando. Esa gente trabajadora, jamás abandonó a quienes dejaron atrás. Los dólares enviados son la única posibilidad que tienen miles de familias para hacerle frente a los retos de una sociedad que sobrevive gracias a las remesas que benefician a millones más, con la circulación de esas cantidades en dinero que ingresan.

Estos días, luego de la represión a la caravana de migrantes, se levantaron voces apoyando la actitud del gobierno guatemalteco, de utilizar la violencia contra la marcha de hondureños que entraron al territorio nacional. Defienden que el ejército y la policía están en todo su derecho de detener a grupos de personas que ingresan de esa manera al país. En parte, tienen razón. Las fuerzas de seguridad deben velar por que se respeten las leyes internas, y cada persona que pasa las fronteras, debe hacerlo con documentos y permisos, legales. De acuerdo. Pero eso no se aplica con todos, porque aquellos que tienen recursos económicos, han comprado voluntades y viven aquí sin llenar esos requisitos. Lo de los hondureños, es una situación diferente. Se trata de miles de personas que salen huyendo de su país, al no encontrar apoyo de las autoridades para mejorar sus condiciones de vida. Ante eso, debieron ser atendidos de otra manera y no con tanta violencia.

Una patrulla pasa al lado de un grupo de migrantes que sigue su camino pese a las condiciones desfavorables para llegar a su destino/ Fotografía: Diana Fuentes.

En lugar de usar la fuerza, se pudo detener a ese conglomerado de personas de una manera más civilizada, con empatía, con respeto. Es evidente que cuando se tiene una cultura represiva, las palabras están de más y que para el gobierno es más fácil mandar a soldados dispuestos a parar como sea, a quienes les han dicho que deben ser tratados como invasores. Por eso es que la gente se pregunta las razones por las cuales esa misma energía no se usa para frenar el narcotráfico. Si el ejército está para velar por la seguridad del Estado, el narcotráfico es uno de los peores males que existen y sin embargo, allí es muy poco lo que hacen, por decir nada.

Reprimir a personas humildes y desesperadas, que llevan incluso niños en brazos, es fácil. Jóvenes, hombres y mujeres, personas de la tercera edad, familias completas, gente cansada y hambrienta, con llagas en los pies y solo armados con mochilas donde llevan un poco de ropa, no significa mayor esfuerzo para un ejército bien alimentado y dispuesto a demostrar del por qué de su existencia. Con la represión en contra de la caravana, el nombre de Guatemala ha vuelto a ser noticia internacional. Eso de país violento, sigue siendo un lastre y esas imágenes y videos muestran al mundo la violencia militar contra civiles indefensos.

Lo peor es que atacar esta caravana de hondureños, como se hizo, da la impresión que este gobierno es un gran aliado del presidente hondureño, Juan Orlando Hernández, acusado por las autoridades estadounidenses, de sus vínculos con el narcotráfico, lo que es una muestra más, de la miopía de quienes gobiernan este país y de los responsables de la diplomacia exterior.

De nuevo, el gobernante guatemalteco recuerda a la sociedad que su forma de enfrentar estas situaciones, sigue siendo la del garrote y no la del diálogo. Que se impone con la fuerza y no con la razón, mucho menos, con la solidaridad ante otros pueblos hermanos, donde sus ciudadanos están atrapados en una espiral de violencia, abandono y destierro en su mismo territorio.  

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