Editorial

Diputados sin miedo a nada.

6 Min de lectura
Ilustración Gerard Harderer.

Por Haroldo Sánchez

–¿Quién tiene miedo de que le quiten la visa americana? –preguntó con voz alta, logrando que el grupo de hombres callara en sus charlas intrascendentes, y le prestaran atención. Los miró desde su 1.60 de estatura, y sus más de 250 libras de peso, mientras unas gotas de sudor se detenían en el cuello de la camisa, mojada en varias partes. La pregunta era vital para sus planes presentes y futuros. Exigía una respuesta inmediata.

Lo que hoy decidamos aquí, marcará el destino de este país. Desde los años 50, hemos sido los alfiles de la potencia del Norte. Hemos aceptado todo lo que nos han mandado hacer, eso terminó, ya es historia. En estos momentos son una nación débil, fragmentada, agobiada por la pandemia, sumida en profundos problemas económicos, políticos y sociales, enfrentada a sus propios demonios que acabarán con esa nación. Ahora tienen el terrorismo interno como su gran enemigo, a esos supremacistas blancos, nacidos y criados bajo la tutela de Donald Trump, así que lo que hagamos en Guatemala, nada mejor expresado que les viene del Norte”.

El grupo de diputados lo miraba en silencio, sopesando cada una de sus palabras. Un par de ellos perdieron la visa americana hacía años, así que pasaban de la pregunta. Los otros, la mayoría, meditaba su respuesta. Sabían que sus nombres, tarde o temprano, serían conocidos como los nuevos congresistas sin visa americana. Ya lo habían hablado antes entre ellos y estaban convencidos de que Europa era mejor que las tierras del Tío Sam. Además, estaban las playas paradisiacas del Caribe, con sus playas de arena blanca y aguas azules cristalinas.

El hombre gordo sonrió, en silencio, regodeándose. Sabía la respuesta. Tenían miedo a perder las cifras millonarias que se embolsaban desde hacía meses con su accionar en el Congreso. Eran políticos que amaban el dinero, sin importar de dónde les llegaba. Provenían de partidos donde pagaron una cuota muy alta para estar en las primeras casillas de las listas de candidatos y ese dinero invertido, tenían que recuperarlo, sin escatimar nada. Todo se valía para reponer la inversión.

No poseían una ideología definida, aunque eso no les importaba. Llegaron a la política en búsqueda del dinero y el poder y al encontrar la posibilidad, no la dejarían ir por más amenazas que recibieran. Se basaban en un famoso dicho que corría como reguero de pólvora entre sus compañeros: la vergüenza pasa, el dinero se queda. Sabían que aquellos que habían ido a la cárcel por corrupción, encontraron jueces dispuestos a dejarlos libres por una buena suma. Los que iban a la cárcel, después de salir, sus fortunas los aguardaban. Eso pensaban.

–Ya se quedaron callados –afirmó el gordo, ante el silencio reinante–. Quiero que me digan de una vez: ¿Les importa perder la visa, si o no?

Se miraron unos a otros. Como si se hubieran puesto de acuerdo, la respuesta sonó al unísono: –¡No! –El gordo sonrió satisfecho. –Manos a la obra, entonces, compañeros –dijo, sonriendo abiertamente.

El gobierno de Jimmy Morales les mostró el camino. Ese gobierno se entregó a los designios de Trump, frente a quien se mostraron serviles y lo primero que hicieron fue trasladar la embajada de Guatemala a Jerusalén, y se convirtió así, en el compadre pobre a quien solo le queda decir sí a todo lo que diga el compadre rico. La jugada les salió bien, pues les permitió acabar con la CICIG contando con el apoyo de la administración Trump, a quien no le importó que este país quedara en manos de la corrupción y la impunidad.

En los últimos años se elevó el número de políticos guatemaltecos a quienes se les retiró la visa americana, algo que tampoco les quitó el sueño. Se convirtieron en los millonarios emergentes, viajan al Caribe o a países europeos, sobre todo a España, por el idioma, disfrutan de las fortunas mal habidas y pasan de la vergüenza mediática. Jimmy les mostró el camino, Giammattei consolidó y pavimentó aún más, la ruta.

Se sienten intocables, porque el sistema permite y avala hacer política sin escrúpulos, sin compromisos con la población, para convertirse en saqueadores y maleantes de cuello blanco. Son fuertes en su propia podredumbre, no dudan en hacer alianzas con Dios y con el Diablo, si eso les representa aumentar sus cuentas bancarias. Antes temían la ira de Washington, hoy se ríen de ella. Si el gobierno de Jimmy con sutilezas le dobló el brazo a la comunidad internacional representada en Guatemala, y adormeció a la propia embajada estadounidense, hasta el extremo de no poder hacer absolutamente nada para sacar a CICIG, esa mafia política se considera más fuerte que nunca.

El gordo reflexionaba sobre la reciente historia del país, y como buen conocedor de sus iguales, sabía que los tenía a todos agarrados de sus partes nobles: ambiciosos, sin ética ni principios, los valores los veían solo en la numeración de los quetzales y dólares que recibían, así que estaban en sus manos para lo que decidieran hacer en el hemiciclo, sin importar pasar por encima de las leyes, y la misma Constitución Política de la República.

Bueno, al estar todos de acuerdo, debemos proceder a nombrar a nuestros aliados en la Corte de Constitucionalidad y luego, pasaremos a elegir a los magistrados de la Corte Suprema de Justicia, donde tenemos una lista de amigos, conocidos y recomendados que son los más indicados para representarnos en esas dos instancias. ¿Les parece?

Uno de los presentes, levantó la mano, pidiendo la palabra. El gordo lo vio y pensó: –“Este miedoso ya va con sus babosadas, como siempre”. –Diga, mi querido diputado –exclamó, con voz melosa. –Disculpe señor presidente, con todo el respeto que su alta investidura me produce, ¿y ahora que no está Trump, no tendríamos problemas?–. La cara del gordo se tiño de rojo, por la cólera que lo inundó: –¡Y qué chingados nos importa a nosotros que ahora esté Biden allá! No has entendido que aquí mandamos nosotros, que nuestra soberanía es sagrada. Esos gringos solo pajas son, ya vas a ver que nada nos pasará, porque nadie se meterá con nosotros. Vos tranquilo, ¿entendiste? ¿O querés que te haga dibujitos? –El hombre bajó la cabeza, avergonzado, pero replicó:

–¿Y todos esos comunicados que emite el Departamento de Estado de los Estados Unidos? ¿O el Grupo de Países Donantes, el G-13? Además de las declaraciones de senadores, como la de esa Norma Torres… No cree, mi presidente, que debemos tener cuidado…Tenías que ser vos, otra vez, con esas idioteces de tener miedo a los gringos –respondió enojado el hombre gordo, quién aprovechó para recalcar: –Pongan atención: esos comunicados que los comunistas guatemaltecos se encargan de reproducir en las redes sociales, son puras palabras al viento. Vean ustedes, ¿qué logran realmente con estar hablando puras muladas? Nada. Oígan bien: ¡nada! Que sigan mandando comunicados que aquí, la injerencia extranjera nos la pasamos por el arco del triunfo

Nadie se atrevió a contradecir al gran jefe. Sabían de sus arrebatos de cólera. Una vez agarró de la solapa a un diputado “raso”, como llaman a los que ni siquiera bulla hacen y se limitan a levantar la mano cuando es necesario sumar votos en la aprobación de nuevas leyes, para rechazar iniciativas que no les gustan a las bancadas del oficialismo, o para elegir a quienes los jefes de bancada bendicen.

El gordo, al ver que sus palabras habían calado en aquellos hombres de poco carácter, con ambiciones desmedidas, se volvió hacia su escritorio y tocó un timbre oculto, de inmediato, entraron edecanes con mini vestidos estrechos, llevando bandejas con finos licores que repartieron entre los presentes. Mientras tomaban sus copas, devoraban con los ojos a las chicas; el gordo los miró y sonrió para sí mismo: los conocía, él había sido igual a ellos. Le costó llegar arriba de la cresta, pero para él, valió la pena. No importaban las humillaciones recibidas de otros políticos que estuvieron antes que él, de quienes aprendió el arte de gobernar con la billetera por delante. Jamás olvidaría que primero fue chofer de uno de ellos, de quien supo sacar provecho y, el que, al final, lo encumbró hasta lo más alto del Congreso. –“Que Dios lo tenga a su diestra”, se dijo, al recordar a su jefe.

Brindemos por nuestro país –exclamó, con voz fuerte, para hacerse oír entre el sonido parlanchín de los presentes y atraer la atención de los que charlaban con las edecanes–. Por Guatemala, por nuestra hermosa y querida patria. Por nuestra soberanía, por nuestro honor y por la libertad de ejercer la política como nosotros mismos queremos, sin injerencias de la embajada de La Reforma, menos de esos europeos que desde sus embajadas nos juzgan. ¡Salud!

¡Salud! –respondieron todos, levantando sus copas rebosantes de whisky etiqueta azul (mezclada con Coca-Cola).

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Flores
Flores
03/02/2021 6:57 PM

Me encantan tus artículos,Harold,tu manera de analizar y transmitir tu opinión y poder formarnos conceptos reales de nuestra triste realidad,Éxitos y muchas bendiciones.ok

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